Saturday, September 10, 2011

Juzgar a Knut Hamsun/ECLÉCTICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En este en apariencia eterno tema de tomar posiciones acerca de lo que hacen los demás, peor -o mejor- si en ellos se envuelve fama, no se puede dejar de lado al irascible escritor noruego Knut Hamsun y su controversial actuación durante la era del nazismo.


Hoy, y gracias a que la historia la hacen los vencedores, es tabú hablar de Adolf Hitler como resultado de un particular momento histórico. Aislándolo del contexto, porque así conviene a las políticas de turno, y haciendo de él un ejemplar de laboratorio, se evita el análisis para arrojar toda la culpa a esquizofrenias y artilugios. Igual que Rasputín, Hitler llega sólo a ser una suerte de malévolo hechicero con capacidad de hipnotizar masas y engatusar mujeres. ¿Cómo explicar si no que una Alemania pronta a la revolución socialista cayera bajo su embrujo?


Por otro lado, las fuerzas aliadas, que en este cuento representan lo bueno, mostraron, después del conflicto, que en sus naciones las calles no tenían color de rosa. En Estados Unidos impera el racismo, el silencio en la Unión Soviética y la dulce Inglaterra se lanza con furia inusitada contra sus opositores en los territorios coloniales. El largo expolio inglés de la India, de esa India "desventurada y profanada" como decía en "L'Inde sans les Anglais" Pierre Loti en 1903, equivale también a un genocidio, cultural y humano. Contra esa Inglaterra de campos de concentración en Sudáfrica, de masacres y robo, se lanzó Knut Hamsun aferrándose a la idea de que una nueva y fuerte Alemania, tan ligada a Noruega desde siempre, opondría un muro donde se estrellaría -definitivamente- la soberbia inglesa. "Hay que poner a Inglaterra de rodillas", afirmaba en una conferencia en Viena, minimizando la importancia de los aportes norteamericano y bolchevique en el esfuerzo anti-alemán.


A pesar de haber aceptado la ocupación germana de su país, consideraba el hecho como circunstancial. En su sueño de una gran confederación de pueblos germánicos, liderizada por Alemania, Noruega tendría un descollante papel en el extremo norte. El gran novelista que ya no escribía libros, redactaba columnas que transmitían el deseo de que el pueblo noruego no sufriese en vano, y menos por Inglaterra.


El cineasta sueco Jan Troell, siguiendo un renacimiento del interés cinematográfico por Knut Hamsun, dirigió en 1996 su extraordinario "Hamsun" que retrata esta conflictiva época del escritor, sus últimos años, además. Recrea la entrevista entre Hitler y Hamsun en Berghof. El tirano, veleidoso en cuestiones de arte, intenta entablar diálogo acerca de la más famosa novela del premio Nóbel: "La bendición de la tierra" (1917), mientras que el escritor demanda respuestas acerca de la futura Noruega, libre y soberana, no protectorado alemán. Hitler acaba irritado y despide a Hamsun del lugar.


Finalizada la guerra, Hamsun tuvo el valor de publicar un obituario para Adolf Hitler; seguía creyendo en una visión, tal vez idealmente aceptable y materialmente desastrosa, que sedujo a tantos otros intelectuales como él -Céline y Drieu La Rochelle-. La pregunta surge de si "errores" similares bastan para desacreditar a un autor que influyó en Thomas Mann y en Maxim Gorki, que fue venerado por Henry Miller, y de la misma talla de Ibsen. Que lo analicen quienes saben y lo comprendan quienes puedan.

02/03/04

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), marzo, 2004

Imagen: Afiche del film Hamsun, 1996

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