Monday, June 8, 2015

Pablo Cerezal: “Una ciudad es un desastre en cuanto comienzas a amarla”

MIJAIL MIRANDA ZAPATA

Pablo Cerezal (Madrid, 1972), español, licenciado en Derecho, dedicó los primeros años de su vida laboral a las actividades financieras. Pero el tiempo y la vena literaria lo condujeron hacia otros destinos, menos seguros, quizás, pero infinitamente necesarios e inevitables. El madrileño se convirtió en un escritor errante, un recolector de historias y verdades, navegando ciudades tan entrañables como inhabitables. Prueba de ello es el primer título de su bibliografía, Cuadernos del Hafa (Carena, 2012), una brutal radiografía de Marruecos. No hace mucho, este intrépido viajero compartía con nosotros este espacio geográfico, el de Cochabamba. Ahora mismo, por culpa de las oficinas de Migración y su burocracia, Cerezal está lejos, como exiliado. Al igual que Claudio Ferrufino-Coqueugniot, conocido nuestro, que habita el exilio por voluntad propia. Y precisamente, desde esa lejanía, es que ambos narradores cruzan sus plumas para ofrecernos Madrid-Cochabamba. Cartografía del desastre (Editorial 3600).

Escrito a cuatro manos, el libro cuenta con un excepcional prólogo del escritor navarro Miguel Sánchez-Ostiz, y promete guardar entre sus páginas esa prosa poética dura que caracteriza a ambos narradores. Miradas oscuras, excesos y furia, estarán esperando por nosotros en esta lectura. Al referirse a los relatos contenidos en esta obra y sus autores, el chileno Jorge Muzam, en su blog Cuadernos de la ira, dice: “Periféricos, resentidos, brutalmente sinceros, han llegado a la cúspide literaria con los pantalones indemnes, aunque con el alma adolorida, las llagas ardiendo y el pecho inflamado de tantas victorias pírricas”. 

De la relación con Cochabamba, su natal Madrid y la admiración mutua con Ferrufino-Coqueugniot, conversamos a continuación:

-Madrid-Cochabamba es un trabajo que aborda el recuerdo y sus implicaciones. Una de estas, de las fundamentales, es la distancia. Es, entonces, un libro sobre la distancia, hecho a distancia. 

Te agradezco sinceramente tan acertada apreciación. El libro, de hecho, ha crecido en la distancia. Tanto Claudio como yo estábamos lejos de nuestras respectivas ciudades natales, las que recorremos en las páginas del libro, lejos el uno del otro, y alejados de la vida vivida que ya no volverá y que da forma a este volumen. Así que la distancia ha sido caldo de cultivo. Sí, hay mucha distancia en Madrid-Cochabamba, pero no es en absoluto una obra distante. No lo es para los autores, y no va a serlo para los lectores, que encontrarán en estas páginas reflejos de sus propios recuerdos y vivencias, independientemente de cual sea su ciudad de origen.

-Más allá de la cercanía estilística, temática y vivencial que tiene con Claudio Ferrufino-Coqueugniot, ¿cómo es que nace la idea de escribir Madrid-Cochabamba a cuatro manos?

La idea nace como lo hacen el amor o los orgasmos: de manera necesaria, natural y espontánea. Todo indica que el simple hecho de que Claudio y yo nos conociésemos fue producto de la casualidad. Pero tiendo a pensar que lo fue de la causalidad. Tarde o temprano teníamos que encontrarnos. Respecto a esta obra a cuatro manos, pienso que nos gustaba tanto leernos el uno al otro, que esta era la manera más fácil de lograr hacerlo de manera habitual y sostenida. Has de comprender que recibir textos de Claudio con asiduidad es una oferta que no se puede rechazar. Degustar su prosa es lo más parecido al nirvana que puede experimentar cualquier lector occidental.

-Imagino que hubo un proceso de lectura cruzada y elección de los textos a publicarse. ¿Cuáles fueron las dificultades que atravesaron en este proceso?

Imagino que sonará a frase hecha, pero tiendo a decir siempre la verdad, así que… lo diré: el proceso no ha tenido ninguna dificultad, más allá de la de vernos obligados a poner punto final. De hecho, ya andamos pergeñando la idea de añadir nuevos textos para la edición española del libro. Hemos disfrutado mucho del proceso creativo. Se ha convertido en una especie de droga para nosotros, esta escritura a cuatro manos. Recomiendo a todo creador el proceso colaborativo. Eso del ego del autor es un concepto caduco.

-El subtítulo del libro es de un pesimismo contundente: “Cartografía del desastre”. ¿Están impregnados los relatos de ese gusto agrio y adquirido?

Una ciudad es un desastre en cuanto comienzas a amarla. Todo amor es un desastre si es verdadero. Y hemos escrito sobre ciudades que amamos y amores que sí lo son. Es natural que estas páginas destilen un cierto regusto amargo.

-“Allí donde toques la memoria, duele”, decía Yorgos Seferis, citado por Miguel Sánchez-Ostiz en el prólogo del libro. ¿Qué tan doloroso fue este ejercicio de evocación madrileña para usted?

Certifico la frase de Seferis que tan acertadamente ha dispuesto Miguel en ese prólogo que es un verdadero regalo, especialmente para el lector. Para mí ha sido doloroso habituarme a habitar, de nuevo, ciertas estancias del recuerdo, y una ciudad que ya ni es ni volverá a ser. Mi literatura (como la de Claudio) es básicamente autobiográfica, y más en el caso de Madrid-Cochabamba. Así que ese tipo de dolor me acompaña siempre durante el proceso creativo. Afortunadamente, el poder compartir este viaje con Claudio ha sido un bálsamo.

-¿Tienen planificada la presentación en Cochabamba?

Aún no puedo confirmarlo, pero es muy probable que Claudio sí haga una presentación. Me consta que va a intentarlo. Por mi parte, me encantaría poder acompañarle, pero ciertas cuestiones de perversidad y desidia burocrática de las autoridades bolivianas me impiden, de momento, reingresar al país. 

elmijakalashnikov.blogspot.com

@mijail_kbx

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Publicado en LA RAMONA (Opinión/Cochabamba), 07/06/2015

Foto: Pablo Cerezal

13 comments:

  1. La obra se agiganta a medida que avanzo en su lectura. Cada relato se vuelve entrañable. La honestidad creativa se palpa en cada frase. El pulso narrativo, la poesía inevitable, el abanico lingüístico desplegado en 360º, parece un melancólico volcán en permanente erupción.

    Saludos cordiales al autor de este excelente artículo y a los geniales Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Coqueugniot.

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    1. Gracias, querido Jorge. Tu lectura y opinión sobre esta obra es del mayor valor. Nos sorprendiste con tu temprana opinión al respecto, que sirvió para que muchos girasen la vista hacia ella. Abrazos.

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  2. Es que, en ocasiones muy especiales, Jorge Muzam es un guepardo que llega a todas partes antes que nadie, ganando incluso a las manecillas del reloj. En ese trance, Jorge ya no es el escurridizo escritor que se abandona a la inspiración recogiendo con cuidado una amarillenta hoja de otoño o recreando escenas bajo los frescos nevados de su indómita tierra sureña. En él, la irreverencia se hace melodía, y ésta, en su mundo universal, presagio de polifonía alfabética. Cierto día, en mis cavilaciones sobre algunas mentes, más en la de él, sentí su respiración en los añosos viñedos que lo rodean y espolea como catador habilidoso. Más al sur, lo vi sumergido como pez explorador en los apacibles lagos. Ahí mismo, en las aguas, en la cordillera y en el crisólito del volcán, cuyas piedras de color aceitunado, pardo rojo y hasta negro, tal vez como el topacius de los antiguos, jaspea el pecho que echa al agua de cualquier río, o mejor del río Ñuble, los barquitos de papel que llegan al mar en forma de Sara Bell. Hoy recordé a Jorge, ahí mismo donde el huaso a espuela y poncho dibuja una vibrante cueca dieciochera y las mágicas puertas del Frutillar se abren afinadas, pulcras, en senderos custodiados por sauces que trocan de savia a gema lagrimeando ingenio hasta rodearse en él. Cuando la noche, en San Fabián de Alico los cubre con manto antepasado, hay alguien que en su ritual de aurora, o en su nocturnal infinito, crea con tinta de matices y degradaciones de color otros escenarios que alumbran aún más su vasto dominio. Tal vez me escuche, pero si no llegara a este confín, les cuento que él es Jorge Muzam.

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  3. Por supuesto, querido Jorge Muzam, se trata de una broma el comentario sobre tu inusual prontitud en la respuesta. No lo tomes a mal, querido amigo.

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  4. Quizás, Jorge, el fondo de mi comentario guarde una esquirla de envidia, pues mientras avanzas en la lectura de un libro de dos escritores de tomo y lomo, yo no lo conozca ni por el forro. Y entonces es lógico que me vea frustrado ante el hecho de que tú, ya con una vivencia de él, yo, condenado al olvido, permanezca en una idea.

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    1. Es algo que podremos solucionar, pienso. Para ello tendremos que comunicarnos por correo. Y es este, el mío: cfercoq@gmail.com Abrazos y gracias por esas justas palabras sobre Muzam.

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  5. No, Claudio. Me has malinterpretado, lamentablemente. incluso sabes que conozco tu correo desde el comienzo de nuestra amistad virtual hace ya muchos años. No. Todo se trató de comentarios en tono de broma, y por supuesto sin mala intención. En la Feria del Libro de La Paz, como ya habíamos quedado, compraré un ejemplar del libro y tendré el gusto de tomar un café contigo, como también habíamos planeado. Sin duda que un libro de dos escritores
    celebrados como tú y Pablo Cerezal, merece ser leído con prontitud y al vuelo por sus calificadas cualidades literarias. Eso era, nada más, querido Claudio. Abrazos.

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    1. Cierto. Solo hay una cosa: que yo no creo tener el tuyo. Entonces, si me envías una nota eso cambiará. Ha de servir para facilitar el café en La Paz que mucho espero. Si pienso, deben ser dos décadas al menos en que no tomo un café allí. Demasiado. Estos últimos días he estado leyendo a Muzam. Fuera de su intensa prosa, sus referencias me trasladaron a un mundo en el que era feliz y documentado: Thomas Mann, Joseph Roth, Bashevis Singer, Panaït Istrati. Parece que el tiempo se hubiese revertido y, gracias a San Fabián, huele otra vez a eucalipto. Abrazos.

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  6. Con certeza que lo tienes, ya que nos hemos comunicado infinidad de veces. De todos modos, por si acaso, ahí van todos los correos personales: mendipaz@hotmail.com; vox-corde@hotmail.com; pablomendietapaz@hotmail.com; pmplfg@gmail.com.
    Será muy grato que después de dos décadas de no haber tomado un café en La Paz lo hagamos en la Feria. A propósito de la intensa prosa de Muzam, y de sus referencias que te trasladaron "a un mundo en el que eras feliz y documentado", he estado repasando un comentario que pergeñé sobre tu "Exilio voluntario", publicado en Página Siete. Mientras lo leía, con la grata compañía de Tartini sentado a mi lado, y que con su espada arrebatadamente pintaba las paredes de mi refugio con los acordes de sol menor de su "Trino del Diablo", me di cuenta de que mi vanidad y audacia habían armado escenas muy particulares sobre una existencia por poco imposible de traducir. Confundí tiempos, y precisamente por esa cronología disecada y lejana a todo ámbito sereno de orden, traté de recrear -infelizmente, pienso- un universo de símbolos -el tuyo- pleno de metáforas que no entendí. He cumplido sesenta años, y a mi edad uno debe estar al tanto de lo que verdaderamente cree, y a estimar toda idea personal por su valor estético. Con todo, pienso que aunque me haya salpicado el lodazal donde guarda cobijo el error, pienso que es posible, todavía, representar con mayor profundidad tu cosmos, tu singular y maravilloso orbe registrado por mí con exceso sentimental para pensamiento. Y gracias a Tartini lo lograré, pues emplearé de él sus sonidos combinados que aclara penumbras de esto y aquello. Aclaro que este recurso no lo descubrí yo, sino un prosista que raya en una pluralidad ilusoria, aunque cordial: Ernesto Pérez Zúñiga. Abrazos.

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    1. ¡Y si que lo tengo! O los... Por un momento confundí, aun reconociendo, esas letras que te describen, sobre todo en el texto sobre el infortunado castrato de hace un par de semanas. Tu texto lo tengo y lo releo ahora, el del Exilio, recordando el constante soporte de tus palabras a este universo mío que si por algo se caracteriza es por ser todavía, y quizá para siempre, endeble. Prometido entonces un café, yungueño supongo, en esa ciudad de misterio. Y el nombre de Pérez Zúñiga a quien no conozco, agradecido y anotado. Abrazos.

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  7. Querido Claudio, para que conozcas algo de Pérez Zúñiga, te mando estas ideas algo sueltas que escribí sobre él y sobre una obra que llevó al papel de lujo:
    Son ya las 12. Como el próximo libro que iría a leer sería “La fuga del maestro Tartini” (el famoso músico conocido más que nada por “El trino del diablo”), de Ernesto Pérez Zúñiga, ganador del Premio Torrente Ballester, me incorporé y busqué en mi colosal estantería musical algo de Tartini (se me inflaba el pecho escudriñando esos anaqueles de millones y millones de melodías de todas las épocas, como si cada una de ellas se enlazara como escalera al más alto cielo). Me molesté conmigo mismo cuando solo encontré el CD que tanto había escuchado de él: la sonata “El trino del diablo”. Bien sabía que, músico prolífico y virtuoso, había compuesto algo más de 350 obras, entre conciertos de violín, tríos de cuerda y sonatas para violín y clave; y con esa idea me había propuesto hacía tiempo conseguir otro material del compositor y violinista, pero el pesado e ininterrumpido trabajo lo impidió. Ni qué hacer. Ya compraría otras obras del maestro. Acomodé los audífonos para escucharla por enésima vez. Increíble. Por más que la hubiera escuchado cien veces más el larghetto affettuoso, el allegro moderato, el andante maestoso y el allegro assai no perderían en lo más mínimo sus cualidades cordiales y cálidas. Sin duda que, así como enseñaba la contratapa del disco, el Diablo había cumplido con el pacto hecho con Tartini. Luego de escuchar la sonata abrí el libro de Ernesto Pérez Zúñiga con tan sugestivo título, “La fuga del maestro Tartini”. Esa noche, por lo tarde, leí algo; pero en las sucesivas me metí de lleno en él. Por la excelencia y precisión del pulso narrativo me pareció increíble que Pérez Zúñiga lograra transportarme tan adentro de la vida de Tartini como si en cada momento de la lectura el músico compareciera ante mí para contarme desde el fondo del alma su vida. Daba la impresión de que Pérez Zúñiga y Tartini eran uno solo; una mágica dualidad que no le permitía a Tartini ni huir de sí mismo ni desprenderse del empecinado autor que lleva y trae a través del tiempo una, dos, tres, mil pasiones del genio mortificado por el lado oscuro de su existencia. Como si ésta se compusiera de la obra en sí misma, con recursos musicales creados en torno a una “fuga” que se forma del tema principal –Tartini-, y con ornamentos tan sutiles y espectaculares, como excelsos y aterradores, que hacen al arte del maestro una obstinada cacería de la perfección y del amor. Ah, siempre el amor en él, retratado como un perfecto contrapunto donde todo se enlaza con todo en una suerte de expresión tonal donde los devaneos, la inquietud, la odisea, la traición en su más puro sentido, lo siniestro y la venganza, se entremezclan mediante una variedad abundante de argucias poéticas. Y en todo, como sagaz paradoja, delicadeza; delicadeza aun atenazando con drástica elegancia sensaciones y emociones al lector. ¿Y de qué manera? De la más psicológica y para mí exquisita posible: rastreando en lo abismal e inexplorado del ser humano, metiéndose en sus mentes, hurgando en el fondo y haciendo florecer el amor de Tartini por la belleza. Grande Tartini. Si empuñaba con maestría el arco y el violín, la misma pasión encontraba al transformarse en hombre de capa y espada, y de igual manera acariciando a fuego ardiente el cuerpo de las mujeres que amó. De su primer tiempo como hombre, yuxtapuso la espada y el violín. Dejó la primera, su herramienta de muerte, para encontrar en el segundo la perfección, el divino virtuosismo. Ernesto Pérez Zúñiga, envuelto en el misterioso manto de la indagatoria por el fenómeno humano, fundamentalmente de belleza y de espanto, deja una perecedera sensación de boca, como si por Tartini cualquiera de nosotros pudiéramos ser en cualquier momento narrados por él, ser luz de evocación y de abandono… Fueron suficientes cinco noches. Cerré el libro de Tartini, colmado de anhelante música y de prospección de la vida.

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    1. Pablo Mendieta Paz busca a Giuseppe Tartini y a Ernesto Pérez Zúñiga. Fascinante. Lo secuestro (o lo plagio como le dicen en México) para el blog. Gracias por la lección y la narrativa.

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  8. Será un privilegio que algo más de mí sea publicado en tu blog. Gracias, querido Claudio. Un abrazo.

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