Tuesday, June 11, 2024

Tam tam


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

Los danzantes zaoulis, de la etnia guro, parecen flotar en el aire, pasos inverosímiles que sin embargo levantan polvo. Cómo no pensar en Michael Jackson, aunque la música negra, en el planeta todo, se excede en ejemplos. Entre mis favoritos, el taarab de Kenya y Zanzíbar, las impresionantes orquestas nigerianas de los años cincuenta que alegraban las fiestas blancas de la colonia, la íntima asociación musical entre Cuba y el Congo; la diva, la única descalza, Cesária Évora: “petit pays je t'aime beaucoup”…

 

Lo contaba Joseph Conrad, el tráfico de colmillos de elefante. Los guro de la Costa de Marfil tienen hermosas y alargadas máscaras. Compré dos en Denver, muy coloridas además, hace unos veinte años. Al baile zaouli lo conocí después, entre tanta belleza del continente, desde los hombres azules de los montes Atlas hasta los pigmeos de la floresta del África central. Cuatro costas trágicas: la de marfil, la de los esclavos, la del oro y la pimienta, divisiones en base a intereses específicos, europeos sobre todo, y de reyezuelos locales lucrando por riqueza y poder en contra de sus propios pueblos.

 

Horrorosos muñecos de Ghana que me aconsejaron no comprar, tótems malignos, aun así me decidí por un ibis rojinegro, adusto como los egipcios, misterioso y tétrico. Velaba las noches de casa, el sueño de las hijas, la errante transpiración de la esposa. Mudo, de frac como de garzón, por encima de un colorado jarrón laqueado chino y de los discos que sonaban imparables durante las fiestas de otoño. Caminho do Mato, poema de Agostinho Neto:

Caminho do mato
caminho da gente
gente cansada
Óóó - oh!

Caminho do mato
soba grande
caminho do soba
Óóó - oh!

Caminho do mato
caminho de Lemba
Lemba famosa
Óóó - oh!

Caminho do mato
caminho do amor
do amor de Lemba
Óóó - oh!

Caminho do mato
caminho das flores
flores do amor.

 

El coro responde a Miriam Makeba: “Samora Machel, Samora Machel”. Óóó - oh!

 

Decía Senghor: “Y bebía tu terrible rostro a largos sedientos tragos que encendían mi sed”. Alexandre Dáskalos: “Vai a rusga, passa a rusga/em noites de fim do mundo”. La revolución mozambiqueña se hizo con caldo de pollo, djiu de galinha; los borrachos de Cochabamba, “tan queridos en Cochabamba”, recuperaban fuerzas al amanecer con lo mismo. En la esquina de la avenida Aroma y la Nataniel Aguirre, justo al frente de la flota Copacabana. Revoluciones agraria y alcoholera, Óóó - oh!. Ya no solo voces dolorosas del África, pero voces: Óóó - oh! Por ahí estuvo el bar Tabariz. Dueño que escanciaba trago y garrote daba. Sigue el coro de las óes y las áes, y las íes más las ées y úes. Voces, voces, que la tuya cómo era, dímelo, porque al amarte estaba sordo, ciego estaba para escucharte mejor pero te devoré sin saber más, y me comiste la lengua redondeando el desastre, en el alojamiento de ahí a la vuelta, en la Junín.

 

Olatunji. Tambores de Malí. Mis compañeros repartidores de propaganda, mochila al hombro, vienen de Malí, Senegal, del Alto Volta. Comparten cassettes de música. Somos muy notorios en las albas callejas de Marly-le-Roi, invadimos de negritud campos del Rey Sol. Majestuoso baila él contra el horizonte las a veces fatídicas composiciones de Jean-Baptiste Lully. Nosotros, que venimos de la tierra del sol, tenemos que escondernos de sus relámpagos. Andamos por debajo del puente de Argenteuil, no nos ha de retratar Pissarro. Mejor si poco nos ven: bonyur, bonsoa, y basta. Qu'est-ce que c'est que ça?, demandan día a día los patrones argelinos remarcando nuestra estupidez de inmigrantes indigentes. Volveremos mañana, veinte kilos al hombro, descansando bajo la sombra del monte Saint-Michel, en pasadizos medievales, iglesias de Jouy-en-Josas, departamento de Yvelines, región de la Île-de-France. Es todo tan bello y somos tan pobres. Crepuscula en Normandía, el mar se pinta como de sargazo bermellón. Pobres, solos, amaestrados, famélicos. Cuelga François Villon de un poste de luz, y Jean Génet está enterrado. Supongo Inglaterra al otro lado, todavía no conozco a Francine; lloro a Elisabeth. En la esquina de casa, en Vanves, una sombra redacta Madame Putifar.

 

Zee Ferrufino me envía desde Denver un tiktok de gracia y misericordia, de valor, entereza. Firme sigo, pero en constante dificultad, lejos del amor de dios, lejos del tuyo. Pesa, claro; en la romana han puesto mi corazón y voló como pluma.

 

El batán muele llajwa. Unto de lyutenitsa, salsa búlgara, la pierna de chancho. Pimiento y zanahoria, limón en mostaza, perejil, cebollas púrpura y gualda. De aperitivo sambusas somalíes. Afirmaron que eran etíopes y mis amigos eritreos comienzan el borlote. Que si Djibouti y el mar Rojo. Yo que llego de las tempestuosas olas del ponto Negro no deseo hoy discutir políticas del cuerno famoso, me privo de opinión y lento consumo las empanadas de lenteja bien condimentadas. Idi Amin, en la mesa contigua, saca con las uñas huesecillos de las testas hervidas de sus enemigos, parece que buscara el elusivo atoj que llevan escondido en el oído los borregos. Culinaria antropófaga, iconoclasta a su manera.

 

Nusrat Fateh Alí Khan para recibir la tarde. Ana limpia las escaleras, suena a balde lleno de agua. Detergente que huele a lavanda ¡ah, tierras de Francia! No hay paraíso de los trabajadores, ni en la España leal. El barbado rey Leopoldo desayuna perniles de hombres africanos en cama de achicoria y deliciosas endivias de Bélgica. Te desmembran, Lumumba, tus huesos ensanchan las carreteras del Zaire.

 

Escribo una cartinha en portugués y cada vez que digo beijo el teléfono anota Beijing. Beijing en tu memoria, então, beijing en tu pequeña cadera y beijing sobre tus ojos. Quisiera despedir aquella tierra recordando a Ken Saro Wiwa. “Saguquga sathi bega nantsi pata pa (sathi pata pata)”, Miriam Makeba, 1967, tenía siete años y aún no había leído a Homero. Por mucho tiempo descansarían en la historia las huestes de Memnón, hasta que arrastrasen a Héctor, domador de caballos. De Nubia a Troya rumbo a la muerte. De nuevo, otra vez, kuti vuelta:

Fuego y ritmo

Sones de grilletes en las carreteras
cantos de pájaros

bajo el verdor húmedo de los bosques

frescura en la dulce sinfonía

de los cocotales

fuego

fuego en el césped

fuego sobre las calientes planicies de Cayatte

 

Caminos largos

llenos de gente llenos de gente

llenos de gente

en éxodo de todas partes

caminos largos hacia los horizontes cerrados

más caminos

caminos abiertos por encima

de la imposibilidad de los brazos

 

Hogueras

danza

tam-tam

ritmo

 

Ritmo en la luz

ritmo en el color

ritmo en el son

ritmo en el movimiento

ritmo en las grietas sangrantes de los pies 

descalzos

ritmo en las uñas arrancadas

Más ritmo

ritmo

¡Oh voces dolorosas de África! 

 

Agostinho Neto.

 

Noche, noche de las araucarias…

 

Nicolás Guillén:

Canto negro

¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba,
serembe cuserembá.

El negro canta y se ajuma
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.

Acuememe serembó.
                       aé;
                       yambó,
                       aé.

Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba:
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!

 

Sensemayá

Canto para matar a una culebra.

¡Mayombe—bombe—mayombé!
¡Mayombe—bombe—mayombé!
¡Mayombe—bombe—mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio, en un palo,
con sus ojos de vidrio.

La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.

¡Mayombe—bombe—mayombé!
¡Mayombe—bombe—mayombé!
¡Mayombe—bombe—mayombé!

Tú le das con el hacha y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
sensemayá.

La culebra muerta no puede comer,
la culebra muerta no puede silbar,
no puede caminar,
no puede correr.
La culebra muerta no puede mirar,
la culebra muerta no puede beber,
no puede respirar
no puede morder.

¡Mayombe—bombe—mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe—bombe—mayombé!
Sensemayá, no se mueve…
¡Mayombe—bombe—mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe—bombe—mayombé!
Sensemayá, se murió.

 

En el camino vecinal de tierra que rodea la laguna Alayay, anciano pantano excavado por los patapilas prisioneros en el Convento de Tarata, una aplastada culebra de dos metros. Ahí, ahí, aé, aé, Sensemayá muerta, negro cuerpo de blanca cabeza, aé, aé, ahí, ahí, camino del valle hermoso, expuesta al sol del turbio olor a carbón, arbustos espinosos y Silvia desnuda en Volkswagen índigo color, culebra azul, cola de cinturón, hierba de cola de caballo, cinturón carbón, bam bam bom bom.

 

Maestro Cachao, Israel López, rey del contrabajo y la descarga, ráfagas de mambo igual a metralla: “a Francisquita le gusta el cusubé, el cusubé, el cusubé”.

 

Son carabalí. Chomba, bellota, flor de plátano. Elza Soares canta:

Teleco-teco teco-teco teco-teco
Ele chegou de madrugada batendo tamborim
Teleco-teco teco teleco-teco
Cantando "Praça Onze",
dizendo "foi pra mim"
Teleco-teco teco-teco teco-teco
Eu estava zangada e muito chorei
Passei a noite inteira acordada
E a minha bronquite assim comecei

"Você não se dá o respeito
Assim desse jeito, isso acaba mal
Voce é um homem casado
Não tem o direito de fazer carnaval"
Ele abaixou a cabeça, deu uma desculpa e eu protestei
Ele arranjou um jeitinho, me fez um carinho e eu perdoei

 

Tengo los pies helados, voló por la abierta ventana el chal de tu vientre abrigo. Callaron tambores, ni veo la sabana. Hienas, hienas lloran de niño lloro y creo entrever entre sus gritos que me llamas. Saya de los mandingos.

 10/06/2024

 

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Imagen: Danza zaouli 

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