Claudio Ferrufino-Coqueugniot
“Don’t take her to movies, but to cemeteries”, dice en un poema Gregory Corso a quien me recuerda en conversación matutina Emilio Losada. Pues, estoy de nuevo en la ciudad de la generación beat por unos meses. Tomaré ventaja de ello. Mi acompañante al Charlie Brown's, el Arcángel, otrora sicario, ha sucumbido al lecho y prohibido tiene ver a sus amigos. De la sangre a dormir en el piso de la sala cuando su pareja recibe visita de su hija. Pienso, cada uno tiene derecho a sobrevivir como le parezca, o como pueda. No juzgo. Era bueno pasar horas en la barra con cerveza negra alternada por tragos de fireball. Todo tiempo acaba o se mimetiza. Se lo dije una vez: “Mira, carnal, yo no me casaré contigo, si tu vieja te exige no vernos será decisión tuya. Considera lo que viene, los días, los años, ninguno de nosotros estará contigo y ella quizá sí”. Supongo que es buena elección la suya, poner clavijas de hierro en los intersticios de rocas para ayudarse. Que sostengan tu peso es otra cosa.
Leo versos de Anne Sexton.
Prepararé un arroz entre chino y valenciano y mientras escribo clasifico especias
en mi cabeza para utilizarlas después. Revisaré qué hay de verduras (no es mi
casa). Con los datos improvisaré, piano de Thelonious Monk, clarinete de Sidney
Bechet. Este jueves el sol salió desde el oeste y la mañana marcha al revés.
Podría ser que el orégano se transformó en mejorana, en palillo el jengibre.
Que el urucú hoy pinta de luto y el cielo es alberca volcada de donde caen
belugas y tiburones. Corvinas negras y un gran pez vela. Narvales surcan el
horizonte a manera de misiles supersónicos, el sol se refleja en los lomos de
gris grisáceo mezclado con blanco albo. Hablábamos anteayer de Xul Solar y los
tonos.
Mi amiga Vira. Éramos choferes de la reciente flota de Amazon en
Colorado, primera tanda de amazónicos con mística. Los niños nos miraban como
seres luminosos y vadeamos la pandemia apenas con bozales de tela ligera,
celeste. Ella con crucifijo ortodoxo. Vira, bella de ojos claros brillantes,
había nacido en las postrimerías de la Unión Soviética, luego ucraniana y cuando
viajó a Norteamérica ya rusa. No puedo no pensar en Joseph Roth, o en Stefan
Zweig que contaba de los emigrados europeos en Suiza completamente confusos de
a qué país pertenecían y en qué lengua tenían que comunicarse. El Zurich donde
conoció a James Joyce, políglota él mismo y máximo representante de una lengua
que no deseaba suya.
Vagones de tren abandonaban el lujo helvecio y entraban en la mísera
Austria de posguerra, desvestidos los asientos de cualquier cuero.
Contacté a Vira hace poco. Novia por encargo, se casó con un magnate
denverita. Le dio dos hijas. Al fin no resultó y vino el divorcio junto a una
historia en donde el poder y el dinero muestran el mayor peso que tienen ante
la maternidad o cualquier minucia humana, porque eso somos: basura. Amenaza la
era de los oligarcas en los Estados Unidos. Elon Musk, el tarado más rico del
planeta, sudafricano enemigo de inmigrantes, va a comprar el país. Oscuros
designios desean hacer un calco de la Rusia de Putin. Si lo logran, ya ni
siquiera recogeremos ruinas con palas mecánicas, simplemente dejaremos que el
musgo crezca a la par de la pobreza, atragantándose con tristeza de mansiones
cuyo empapelado cae en rollos. Tengo la imagen de alguna casona de Silesia en
la cual se han refugiado huérfanos de guerra rodeados por perros hambrientos de
las SS. Cine polaco. Ah, ignorancia, madre de todo oprobio.
¿A qué la historia? A ese vaivén que nos caracteriza, porvenires como
adivinanzas. Certeza única de
guadaña. Anne Sexton:
Wanting to Die
Since you ask, most
days I cannot remember.
I walk in my clothing, unmarked by that voyage.
Then the almost unnameable lust returns.
Even then I have nothing against life.
I know well the grass blades you mention,
the furniture you have placed under the sun.
But suicides have a special language.
Like carpenters they want to know which tools.
They never ask why build.
Twice I have so simply declared myself,
have possessed the enemy, eaten the enemy,
have taken on his craft, his magic.
In this way, heavy and thoughtful,
warmer than oil or water,
I have rested, drooling at the mouth-hole.
I did not think of my body at needle point.
Even the cornea and the leftover urine were gone.
Suicides have already betrayed the body.
Still-born, they don't always die,
but dazzled, they can't forget a drug so sweet
that even children would look on and smile.
To thrust all that life under your tongue!—
that, all by itself, becomes a passion.
Death's a sad Bone; bruised, you'd say,
and yet she waits for me, year after year,
to so delicately undo an old wound,
to empty my breath from its bad prison.
Balanced there, suicides sometimes meet,
raging at the fruit, a pumped-up moon,
leaving the bread they mistook for a kiss,
leaving the page of the book carelessly open,
something unsaid, the phone off the hook
and the love, whatever it was, an infection.
Tórrida mañana de julio. Al arbitrio del llano en Aurora, praderas de
Karl May hasta perderse en los finisterres de Kansas.
Intervalo de pizzas de masa delgada estilo nuyorquino.
La siesta se ha hecho ritual. De lo mejor que ha traído el retiro. Tengo cita
con Tánger, le debo sus figuras a Losada y Cerezal. A Juan Goytisolo y Jean
Genet. Será de las primeras, calculo, del largo periplo que me arrastrará por
la superficie ajena. Acabo de mandar nota a Ekaterina: tal vez debas esperarme
en Lublín. Otra: aguarda en Istanbul; y la tercera, que he alquilado cuarto en
Ragusa.
Una vecina masajista desarrolla su oficio con música supuestamente
tranquila. Kitaro, Zamfir. No me gusta. Rescato un hermoso disco de Ary Barroso
con Carmen Miranda y demás. Uma Furtiva
Lagrima, hacer del sollozo, baile. Eso o deprimirme en el filme serbio El enemigo (Dejan Zečević, 2011) en
donde al fin de la guerra de Bosnia un grupo de soldados rescata a un extraño
personaje que habían emparedado en una fábrica. Los que lo hicieron intentan
quitárselo a los liberadores: “ustedes no entienden, es Satán”. Demonio será
hasta casi exterminar a cada uno de ellos, hacerlos matarse entre sí. No se
entiende, no, que han soltado a Satán, el otro nombre de Dios, y que arribó la
hora del castigo. En las colinas herzegovinas o en Gaza martirizada.
Prefiero el samba, marchinhas: negrita bacana de la Martinica, no usa
vestido no usa calzón, cantaba el tío Hugo con voz de bajo. Lágrima furtiva de
Donizetti en ritmo carioca. Sudados muslos, caderas imposibles, sexos
boquiabiertos. Si se trata de morir que sea al son de tambores. Yemanyá,
Yemoja, Mojana, espíritu del agua, espíritu burlón, reina yoruba de los
orishás. Continúa, Totó la Momposina, Negra Grande de Colombia, invocando alegría
que a veces, muchas, carga sonrisa fúnebre. Río Magdalena, déjame pasar…
18/07/2024
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Imagen: Arte popular haitiano en tambor de aceite de acero reciclado
ReplyDeleteQue extraordinario...
¡Gracias!
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