Thursday, April 1, 2010

Disidencias/MIRANDO DE ARRIBA


Cuatro mujeres mineras iniciaron el proceso de derrumbe del tirano Bánzer. Gandhi derribó un imperio con un huso casero. Historias similares llenan las páginas de los libros, Imágenes televisivas, músicas. Parece que el turno le tocó a Cuba hoy, con el movimiento de las "mujeres de blanco", cuyas aspiraciones, y las de sus familiares presos -y dejando ortodoxia a un lado- valen en cuanto es derecho inalienable disentir, contra el gobierno que fuere, y por más moral que éste reclame para sí.
De la misma forma que hay que defender a los cinco cubanos presos, por tantos años de la estulticia desmedida y premeditada de Norteamérica, también hay que hacerlo por otros de incluso diferente ideología. Es el caso.
Cuba comete un error notable. Ya no es el tiempo en que se podía alegar un ataque directo del imperio. Por el contrario, lo que el gobierno de la isla hace hoy es abrir un flanco por el que va a entrarse lo que no querían que entrara. Un asunto que pudo ser resuelto con inteligencia amenaza convertirse en la chispa final del socialismo allí.
Ya no son unas pobres mujeres agobiadas y desesperanzadas las que se agitan. Ha comenzado a movilizarse un monstruo, pudiente y poderoso, en los Estados Unidos, a través del clan Stefan (Emilio y Gloria Stefan) cuyos ánimos en apariencia humanitarios tienen como objetivo final el retorno de los oligarcas a un país que si bien se debate en serios desvíos de lo que debiera ser socialismo, logró innegables victorias. El frente se ha ampliado, y el poder propagandístico de un movimiento (en el norte) supuestamente espontáneo y popular crece en intensidad y sugiere ser intenso.
Los votantes cubanos en los Estados Unidos son fuerza de consideración. Allí perdieron Gore y los demócratas la presidencia el 2000. Allí es donde se incuba la nueva élite latinoamericana, la que dicta las normas a través de sus espacios televisivos, la que domina el comentario -parcial- y la que imita la ostentación del gringuerío rico para inventarse uno local donde la llamada "gusanera" representa la flor y nata de la nueva aristocracia inmigrante: los Stefan, Thalía, y miríada de famosos que han hecho de Miami la capital del sueño latino, la urbe -ignorante y consumista- donde se cuecen los destinos de la América al sur.
No hay mal ni bien que duren cien años afirma el saber de las masas. Y en verdad los hombres parecen no comprender la esterilidad del esfuerzo de perpetuarse en algo. Al crucificado esta perpetuidad le costó la muerte. Pero siguen los casos clínicos como Chávez y Morales que por ceguera congénita o por absoluto desconocimiento de la historia, quieren confirmar lo inconfirmable. O García Linera que adoraría convertirse en otro Presidente Gonzalo, sin darse cuenta de que aquel animal llamado Abimael Guzmán vive hoy y para siempre como perico en una jaula. La ambición, y el creerse irremplazables son males comunes a todos, pero mientras unos los soslayan con una vida normal, otros los persiguen hasta la estridencia y en vano. De qué sirve un espacio en la historia si luego de esto sólo hay polvo: ni paraísos, ni vírgenes, ni vida eterna ni reencarnación. Poco cuesta encumbrarse, y mucho caer.
Los golpes se esperan del lado más poderoso y peligroso. Táctica y estrategia se especializan para ello. El gran imperio británico tenía fuerzas para combatir al mundo, riquezas para inundar. No fueron ejércitos los que lo destronaron sino un pequeño y hambriento fakir. A veces la imagen del fakir se convierte en un predicador negro; otras en simples mujeres.
28/3/2010

Publicado en Opinión (Cochabamba), 30/3/2010

Imagen: Alfred Kubin/El último rey, circa 1902

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