Tuesday, April 20, 2010

Lo invisible/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En este mundo donde ya nada es lo que fue, y nunca fue lo que dijo ser, cualquier energúmeno puede darse de profeta proteico. Sun Myung Moon, el discutido cultista y dudoso santo, parece quedar en la memoria de la historia. dando lugar a nuevos y extraños entreverados de misticismo y política, acordes con la desintegración acelerada del planeta, que reemplazan su otrora original maraña oriental.

Sumí los últimos meses en leer detalles de la conquista de México por Hernán Cortés. En Francia han salido biografías que ya no sólo tildan al conquistador de expoliador; también lo ensalzan, y se animan a sugerir que en él yacían los gérmenes del mestizaje que ha hecho de nuestra América un caso tan especial. Tal vez México, el de hoy, vivió en pensamiento o como visión en el destructor del imperio mexica, y su gran recordador.

Cortés hubiera sido imposible sin la colaboración indígena. Ya estando España en las islas, era cuestión de tiempo que los castellanos lanzaran expediciones de reconocimiento y conquista. El destino de los nativos del Nuevo Mundo estaba sellado en esos términos. Cortés catapulta el desenlace, como lo hará después Pizarro, con ingenio y dotes de intriga y política. Pero sin Cempoala, Tlaxcala, Cholula, Texcoco, por citar nombres notables, hubiese perecido con los escasos subordinados españoles ante el imponente potencial bélico de los aztecas.

Luego de la Noche Triste, donde se arrojan números de cientos de ibéricos y miles de tlaxcaltecas muertos, Cortés se retira derrotado a Tlaxcala, donde es bienvenido, se reagrupa y lanza el asedio final contra Tenochtitlán con alrededor de 80000 aliados indígenas, los ya citados más la feraz unión de Iztapalapan, Chalco y otros. La lujuria de poder de los mexicas fue la que los consumió en el fuego y la total destrucción. Los antecedentes son vastos, vastos y contradictorios como Cholula, donde Cortés masacra y encuentra una de sus más firmes alianzas.

Hernando Pizarro se lanzó contra Ollantaytambo con 30000 mil nativos que querían ver al imperio incaico deshacerse: huancas (aguerridos y antiguos quechuas del valle del Mantaro), cañaris del Ecuador, chachapoyas de la ceja selvática. Iban 100 españoles...

El poder, mesiánico, militar o de cualquier tipo es en sí inestable. peor si es instrumento de castigo y terror. No hay eternidades, ni la del Hijo del Cielo, y si se sucumbe al mareo del dominio se navega en aguas peligrosas. Lo entendieron los que vieron a Alemania derrotada cuando comenzó a avanzar el rodillo ruso en el este. Los que no, terminaron rociados de gasolina en un triste patio de Berlín, o se mecieron como frutos maltrechos en las sogas de Nüremberg.
19/04/10

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 19/04/2010

Imagen: Lienzo de Tlaxcala (s. XVI)/La Noche Triste

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