Tuesday, June 26, 2012

La línea del horizonte/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo que aparenta ser una suprema cualidad de supervivencia (del gobierno), quizá se trate más bien de ciertas características que nos hacen aceptar todo e impiden el cambio. En ese caso no solo habría que efectuar acciones de descolonización, sino también otras que nos liberen de la pesada herencia de la esclavitud y del pongueaje.

Labor titánica que ha de tomar varias generaciones. Porque de tal espíritu servil estamos contaminados hasta muy adentro. Sus trazas pueden encontrarse en las mínimas expresiones individuales como en las llamadas grandes de los estamentos de poder. Comienza con la voz, con el lloriqueo incesante con que suele expresarse quien ha sido victimizado por siglos. También en el detalle mendicante que nos refleja bien, no importa dónde, con la mano extendida para conseguir lo que se pueda. Pobres y ricos, blancos e indios por igual.

Se intenta insuflar, desde arriba, orgullo étnico, racial, nacional, plurinacional, con patrañas que inventan los tristes pensadores, desde Goebbels hasta Choquehuanca. Es posible que tengan su efecto, pero no cambian el panorama. Un factor cosmético. De la manga sacan milenios de antigüedad cuya falta de pruebas no hace otra cosa que ahondar el fraude sin atacar el problema. El orgullo no se impone, se desarrolla. Porque en estas farsas de ilusionistas no se destaca el valor individual, la rebelión, el disentimiento, la crítica. Al contrario, siempre hay reyes, curacas, patrones, amos, que hacen y piensan por sus subordinados, manteniendo la abyección de espíritu por siempre jamás. ¿O dónde están en esta historia aquellos a los que el trono importa un comino, los igualitarios que desean hacer tabla rasa con las jerarquías? Necesitamos un Graco Babeuf, alguien que represente el alma contestaria; sobran los Napoleones y los Mussolinis, los que dan dádivas al pueblo hambriento y le hacen creer que con ello están mejor. La campaña de Rusia o el bono Juancito Pinto, imágenes de un similar esquema que sobrepone lo falso a lo real, la ambición al progreso

Los sociólogos del poder, sirvientes como la masa a la que intentan sojuzgar con falsía, diseñan constituciones, crean leyes, emiten decretos, a la manera que lo hacían sus sosías de la derecha, con único ánimo de preservar el status quo que les permita reproducirse. Hay suficiente terminología a mano para dorar la píldora, pero poca vergüenza para cubrir la verdad: que aquí nada ha cambiado, y que es lo mismo con Goni que con Evo, porque en sustancia se unen. Así, con políticas semejantes, no llegaremos a destino. Nunca. Continuarán riéndose en nuestra cara. Proseguiremos con la carencia casi absoluta de ideas y de personas. Un pueblo que acepta que se lo trate como niño, o como discapacitado, no tiene opciones. Lo complicado es cómo salir de ello. Nosotros, sin que nos lo redacten los románticos “de izquierda”.

Se multiplican los líos, las protestas. Cada uno guarda su presagio, aunque Bolivia continúa tan previsible que no se debe esperar mucho. Que hay aspectos circunstanciales que modifican la historia, claro, y sin embargo no es el asunto. Las manifestaciones y etcéteras del país conservan un fin anunciado: solución a medias. Hablamos de parches, de regalos, comisiones, coimas, que no modifican la sustancia. Allí nos manejamos, en esa idolatría de pongos (no es peyorativo sino explicativo), sin visible meta. Puede ser Morales, Sánchez, Paz, cualquiera arriba. Sucede lo mismo, una y otra vez. Cuando pase este gobierno, estaremos con el siguiente en las exactas mismas condiciones. Se grita, se pelea, se acusa, pero nunca hay propuestas serias, educativas por supuesto, para ir saliendo de a poco de la esclavitud mental en que vivimos, de mentirnos a diario a nosotros mismos.
23/06/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/06/2012 

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