Un punto a favor:
en aduanas, Cochabamba, me preguntaron acerca de una cerámica que no era
original mas lo parecía. Algo, un punto, pequeño porque quienes están a cargo
no son profesionales, para seguir evitando la sangría de bienes culturales que
en 200 años nos ha dejado con no lo mejor. Decidí dejar dos vasijas increíbles
que conseguí, una de Omereque, la otra tiwanacu. Lo hice en la certeza de que
el retorno será un hecho. No es que defina lo mío de coleccionista como saqueo
también, pero hay que empezar a crear en colecciones particulares que
enriquezcan al país, tan desmembrado, tan falto de respeto propio. Rescatar
para crecer.
Cierto que no
había llovido y Cochabamba hedía de entrada. Normal, según recuerdo, por las
curtiembres de la zona, pero esta vez permaneció, se alejó de las barriadas del
aeropuerto. Alalay, la laguna, inmenso lodazal de excremento y basura. Plástico
por todas partes, de bolsas de comida y refresco de un pueblo con gula. Sobre
el basural, fotografías en grandes carteles con la foto del alcalde Leyes.
Parece que el hombre comprendió la jugada masista de poner el rostro cuadrado del
Líder hasta en la sopa. Proyecto va, proyecto viene, dando constancia, en mi
opinión, de que los dineros del fisco alimentan la corruptela y el progreso se
reduce a rimbombantes construcciones de dudoso provecho.
Hubo un lugar, en
la zona sur de la ciudad, en que al amanecer pistas y pilares gigantescos daban
impresión de un escenario para el Stalker de Tarkovski. Me dijeron que era el
lugar donde se habían caído los puentes que el maleante llamado Cholango,
alcalde previo, inauguró con gran pompa. Pobre pueblo. Quizá algún día, ya
construido todo y limpio de desechos, sirva para algo práctico. Por ahora, y es
común, solo alimenta bolsillos ávidos de impensable gentuza.
Luego camino del
norte de Potosí, cruzando Cliza, Toco, Siches, Anzaldo, el majestuoso y
bastante seco río Caine, por donde vino Goyeneche a castigar Cochabamba entre
otras cosas. Sembradíos de papaya, limoneros, la belleza casi indescriptible de
los colores que me recordó Humahuaca. Durante el trayecto, otra vez, carteles
con la foto del Curaca, el Bienamado, Evaristo Morales Ayma de sonrisa y
vanidad mujeriles, enfrente de coliseos de fútbol inaugurados en su gestión
(gestiones). La cabezota con permanente más grande que cualquier pelota de
fútbol o básquetbol que se pudiesen emplear allí. Es que este caudillo no solo
es el fútbol en sí mismo, es más grande que el fútbol. No puede mirar las
posibilidades de su pueblo, la belleza de sus paisajes, la constancia de un
futuro si se quiere; no, tiene que pensar en pelotas y con las pelotas y construir
a costo desmedido canchas de deporte abandonadas de entrada. Su inteligencia de
expolicía militar, de cocalero empedernido, no le permiten una mirada lejana,
perspectiva. Enfermedad que hay que extirpar de raíz.
En Torotoro,
tierra de impresionante geología, las garras del Estado plurinacional en el
maltrato a los visitantes y la no extensión de recibos (facturas) por servicios
prestados en el Parque Nacional. Un esfuerzo encomiable, mínimo y mísero
todavía, de un grupo de muchachos locales como guías de turismo. Y la basura,
la basura a pesar de los carteles, en plástico multicolor corriendo por las
calles. Casas que en la sombra serían iguales en tiempos de la Conquista, las
horas detenidas. A pesar de tanto por
criticar, magnífica experiencia y tristeza por lo que se podría desarrollar si
se razonara.
Retorno por
Huayculi, Tarata, Arbieto. Que el desarrollo, con y sin comillas, no se puede
parar no debiera impedir que la destrucción de patrimonio sufra un revés. A
quién le importa, me pregunto, cuando arriba la dupla de maricas delincuentes
enseña que el crimen paga.
15/08/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 16/08/2016
Ja, no me la creía que el departamento potosino pudiera albergar huertas con papayos, cultivos de maní y mandarinas, según me informó mi hermano biólogo cuando viajó hace algunos años a los bajíos de Torotoro, no he tenido la suerte todavía de plantar mis pies en tan singular lugar. Será ver para creer, supongo. Lo otro, respecto al valle otrora florido, mucho me temo que progresivamente se está convirtiendo en una tierra no apta para soñar con el ansiado retiro. De ser una ciudad recomendada antaño por los médicos para envejecer con salud, hoy sabe a cloaca, humo automotor y polvo asfixiante. Ni las esporádicas lluvias ya sirven para algo. Para cuando lleguen las aguas de Misicuni ya estará todo construido y no habrá nada que regar, ni huertitos ni jardines. Tal vez peco de pesimismo extremo. Saludos.
ReplyDeletePs. Te me has adelantado respecto al ubicuo alcalde Leyes, estoy en la labor de recolección de fotografías para documentar su grotesca exhibición en cualquier obra, desde simples asfaltados de calles o refacciones hasta figurar en obras que no son suyas como los citados puentes o viaductos. Parece el alumno más aventajado del cacique en cuanto a exhibir la jeta en todo sitio.
Me sorprendió, José, esto de Leyes, individuo al que no conozco. Pero basta la prueba para saber su calaña. Triste. En la silla todos son jockeys sin importar el color de camiseta. Lo del retiro parece que irá para ilusión, a no ser que disfrute del infecto matiz de las plantas, el nauseabundo ambiente y demás. Mejor serían esos papayares hasta donde tardará, tal vez, más en llegar la destrucción boliviana... Saludos.
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