Meses atrás leí
en CITY PAPER un artículo que hablaba acerca de las reivindicaciones de la
tribu sioux sobre las Black Hills, su tierra sagrada. El autor hacía un
seguimiento de la historia del lugar antes de la llegada de los colonizadores
blancos. Encontró que los sioux habían arrebatado esas tierras a sus
ancestrales enemigos, los crow. Estos, a su vez, lo habían hecho con los
arapahos. Si bien reconocía las demandas indias como comprensibles y justas, ya
que el gobierno norteamericano no cumplió los tratados, se preguntaba a quién
se debía retornar las tierras ¿A los sioux? ¿Crow, Arapahos? Porque aceptar el
derecho de conquista de unos significa aceptar el de todos.
He amado la
memoria de los sioux, De Nube Roja, Toro Sentado, Caballo Loco, Oso Pequeño,
pero el artículo me hizo pensar cuán relativa es la justicia.
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Publicado en
OPINIÓN (Cochabamba), 20/12/1991
Fueron parte de nuestra infancia y juventud, en las matinales dominicales. Nos identificabamos con ellos, curiosamente sin asociarlos a nuestros vecinos quechuas.
ReplyDeleteTienes razón. Formando parte de un mismo mundo, por decirlo en sentido amplio, pero fuera de nuestra comprensión. Hasta físicamente tan parecidos.
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