Sunday, August 18, 2019

Mujeres


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nicky, bartender del Charlie Brown, muestra los brazos tatuados. Muestra piernas magníficas cubiertas con medias negras. Muestra un precioso trasero, senos aturdidos por la noche, dedos mojados por bourbon y fireball. Es un placer sentarse en la barra y verla trabajar. Apenas me ve, nos ve con Gabriel, ya trae rebalsando de espuma Guinness negras, chop, draft, draught, como quieran decirle, que carecen del molestoso gas de la cerveza en botella.

Hay un matrimonio, o vienen de un matrimonio a nutrirse de un poco de gloria de la poesía beat. Idos hace mucho los fantasmas de Kerouac y Ginsberg. El viejo hotel se levanta todavía sobre el bar. Entramos por ahí, desde el parqueo. No sería mala idea conocer una aficionada poeta que se emborrache y te pida pasar la noche allí. No es el Hotel Chelsea, ni ella será Janis, ni yo tan feo como Leonard Cohen. Peros y más, de todo un poco. Vanidad, por cierto, elegancia suya, tuya Kristina, al decirme que en la foto parezco Hemingway, y hasta un poco Camus. Decido no analizar la extensión de la contradicción y me quedo con ese dejo de placer femenino que traemos todos.

Transcurren las horas y hay desfile de hermosas mujeres, acompañadas de individuos dudosos, horribles, aliens del mundo extraterrestre, fríos, calculadores, dioses nacidos para ser adorados. Veo a una hermosa rubia, muy joven, entusiasmada con un patán de polera negra (llevaba la misma la semana pasada), que no se digna a darle un abrazo, un beso. Al fin ella lo saca del lugar, lo estira, para en un sexo ferviente inventarse un amor que el macho no tiene. ¿O de eso se trata, a pesar de más de cinco mil años de conocimiento? De la hembra copular al macho. Sí, para parir, pero en cinco mil años de aprendizaje se ha sabido controlar la parición. No hablamos de placer, sino de falo idolatrado, consumido, tragado; el obelisco egipcio y el faraón.

Parece que nos equivocamos. Que ese lugar común del macho alfa es solo cierto. Que la hembra se asocia al que menos tiembla, no por valiente ni por tenaz sino porque la estupidez parece sobria. Hace unos días puse una cita que gustó a mi amigo Pablo Mendieta Paz y sé por qué. Decía Bukovski que los hombres inteligentes están llenos de dudas mientras que los más estúpidos están llenos de confianza. ¿Pues con quién se irá la princesa? No cabe duda.

¿Dejo de ironía, de rabia? Simple observación. En el Charlie Brown contemplo ídolos de piedra e idólatras acurrucadas a la sombra de un pedestal entre las piernas. Generalización, casi seguro, pero de observar se trata, y de retratar. Diapositivas de un mundo que en mente no progresó nada en su conjunto. La conciencia es una historia de hombres solos (mujeres incluidas). Pensar que podría cambiar es como pensar que la muerte del doctor King y las luchas por los derechos civiles enterraron para siempre a monstruos como Donald Trump. Manos de pintura, decoración, maquillaje, poco o nada de real. Le digo a Kristina que me place escucharla hablar de Camus. La literatura es un animal en proceso de extinción. Ya no se lee. Quizá sobrevive en el mundo pobre, allí donde la distracción no ha llegado a niveles de sofisticación. Comencé hablando de mujeres y terminé en tecnología. Ah, recuerdo, esta mañana escuché en la radio una canción mexicana sobre una mujer. El título: La calculebra. Me recordó algo tosco que escuché en Cochabamba décadas atrás, hablando, claro, sobre una mujer. Decían en un bar de tristes machos alfas, dopados y no imaginativos que “ella era tan fría y tan puta que la apodaron la calculeadora”. Sigo sentado, escribo, se ha hecho la oscuridad y todavía contemplo, escucho, pienso, dudo. Soy un enfermo, un hombre malo, anota Dostoievski. No sé, tal vez, quizá. Mucho ha pasado y todo he perdonado. Y al perdonar uno queda como Cristo. La mujer es tanto el Gólgota como el Domingo de ramos. Así.

Mostraré a Nicky, que es mujer empresaria y emprendedora, el food truck que otra arrasó cuando comenzaba. Le interesa comprarlo. Lo hizo antes en Kentucky, sabe de lo que habla y lo que quiere. Raro. Tal vez se haga el trato. Mientras tanto le invitaré un almuerzo brasilero de carnes asadas, haré que le brillen los ojos con dulce caipirinha. Ojo, no hay conquista, que duerme Gengis Khan. Solo gusto de hallar una mujer en sus cabales, con ideas claras y futuro decidido aunque a prueba. Con ella se puede conversar. Más alfa que los alfa, que la Ajmátova tenía más huevos que su amante pintor, el Modigliani.

Apuro la tercera Guinness que extraño mi cama. Mi cama, alerta, de nadie otro. Mis sábanas y mis sueños. Por el momento que quede así; aprendo. Ojalá que desde ahora sepa discernir y evitar las personas fracaso que consumen como gavilanes años y vida. Dos halcones peregrinos sobrevuelan la casa. Buscan palomas a destrozar. No seas tan drástico, Claudio, me dice mi sombra, que el fracaso viene desde el profundo de la historia, a veces es ajeno a uno mismo. De acuerdo, le respondo a mi sombra, y bebe mi mano izquierda la última copa con mi derecha. Entre nosotros no hay doblez, nos conocemos, y mi rostro no traicionará a mi nuca. Salud tú, salud yo. No me apuñalaré a mí mismo, seguro. Eso me hace dormir en paz.
18/08/19



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