Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El monstruo
no ha muerto y no hay que olvidarlo. Escucho al masismo llenarse la boca de
“hermanos” y “hermanas”. Si algo ha mostrado lo ocurrido es que no somos
hermanos ni hermanas. Hay animales y hay seres humanos. De un lado unos, y del
otro una mixtura, que tampoco se debe ser ciegos. Johnny Pardo amenaza que todo
puede regresar si no se cumple lo que ellos quieren, la liberación de vándalos
y asesinos que según él vinieron solo a reclamar sus derechos, por ejemplo. No
debía esta lacra exigir nada; no debía estar en posición de hacerlo, pero es un
momento crítico, frágil, y quizá es una buena jugada el conceder, por ahora,
ciertos privilegios.
No seamos
ingenuos, acá no hay democracia: hay guerra. El pueblo se levantó, el
mayoritario, también con sangre india en las venas, que eso somos: pueblo con
sangre labradora, con la diferencia de que aquel lado no juega la carta racial
que el autócrata utiliza una y otra vez desde su exilio oligarca. Sucede que en
catorce años se acostumbraron a hacer lo que les dio la gana, a disponer de
Bolivia como propiedad suya. Si algo se mostró con los millones marchando es
que no lo es, es propiedad colectiva.
Poco se
puede hacer en un gobierno de transición. Debe sobrevivir, a toda costa.
Veremos después, siendo que, al parecer, nuevos actores llenarán el campo
político. Riesgos hay de que la balanza se incline al extremo del otro lado.
Eso se consigue gracias al desmadre, la opulencia, el latrocinio y la vanidad
de los que salieron corriendo. Recuerdo bien cuando el gobierno de Isabel Perón
era un desastre total, ya muerto el cornudo general, que la gente recibió a los
militares, con Videla a la cabeza, con aplausos. Implicaba cierta garantía de
paz. Sabemos qué sucedió después. Aunque los 30000 desaparecidos en Argentina
parecen no haber servido de lección a la Argentina de hoy que no se libera del
asco peronista por nada, que sigue vanagloriando a delincuentes comunes,
reeligiéndolos, y, respecto a nosotros, idolatrando al falso profeta, el que ni
siquiera al primer tiro salió corriendo. Sus secuaces lo siguieron, los
“guerreros” Linera, que no lo habían sido, el vietcong nativo que se escondió
en la embajada de México, y etcéteras, abandonando a la mayor parte de sus
seguidores y usando a la plebe, pagada y alcoholizada, para defenderlos cuando
ellos debían hacerlo.
Sin embargo
se están llenando papeles con demandas penales contra algunos. Hay que aguardar
para saber hasta dónde llegan. De no implementarlas bien, quizá tengamos al
cobarde de regreso en unos años, cambiando todo de nuevo para ocupar la silla
máxima con sus nalgas meretrices y asustadizas. Sería tremendo error.
¿Andar con
pies de plomo o con pies ligeros? Elegir entre ser el sobrio anciano Néstor o
el sanguíneo, y sanguinario, Aquiles. O una convención coyuntural entre ambas
posibilidades. No olvidar, por encima de todo, que el enemigo continúa allí, no
incólume pero tampoco herido de muerte. Cuando en la votación futura se
demuestre que ya carecen de poder, habrá llegado el tiempo de actuar y el mismo
del justificado castigo. Hay que recuperar al menos algo de la inconcebible
fortuna que robaron, expropiarles todo lo que tengan en el país y tratar de
hacer que su búsqueda y captura sea internacional. Las limpias cárceles
federales de Estados Unidos los asilarán de por vida y no será con cócteles de
lujo en Guanajuato, sino con comidas congeladas y recalentadas que proveerá una
máquina en un mundo ya sin voces ni personas.
Ha vuelto
algo de seguridad, pero se mantiene la incertidumbre. Aconsejo no creer nada de
lo que dice el masismo. Si transar se necesita, hoy, bueno, sabiendo que el
caníbal está presente y que siempre tiene hambre.
25/11/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 26/11/19
Imagen: Fritz Ascher/Crucifixión
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