Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Ahora que
murió la bestia sangrienta, el bufón tenebroso, he vuelto a mirar cine referido
a la época de Sendero Luminoso, a leer documentos y ver videos como el de
Montesinos diciéndole a Abimael Guzmán, el “presidente Gonzalo”, el “gusto” que
sentía al conocerlo en persona y bromear sobre mujeres jóvenes con hombres
viejos. Tiempo en que unos y otros se desvivían por mostrar quién podía ser más
cruel; indígenas contra indígenas también, con saña extrema; Sendero y la
verdad por la sangre, enseñaban. Luego, la bestia enjaulada, aullando; la
jauría, aullando. Cuán frágil suele ser la razón para caer embelesados por la
infamia; cuánta la miseria para buscar auxilio en la sombra. El progenitor de
los Quispe Palomino, el senderismo narco, descuartizado por las rondas campesinas…
Cadáveres mal enterrados de esclavos del camarada Feliciano en su refugio
selvático… Unos y otros, unos a otros, ni siquiera por disentir sino por
existir, como si elegir en la vida fuera
entre Fujimori y Guzmán.
David, Juan
Pablo, Freddy y yo llegamos a Lima camino de cualquier puerto europeo o de ir a
pelear a la Contra en Nicaragua. Veníamos en minibús desde Arequipa, cantando “el
pueblo unido jamás será vencido”. Una señora se compadeció de nosotros y nos
prestó una casa en Pueblo Nuevo, así, de la nada, y nos invitaba a comer cada
día. Cuando nos fuimos, no hacia Europa ni Managua sino a Buenos Aires, su hijo
mayor nos deseó buen viaje. Dijo, lo recuerdo perfecto: “no se vayan con
Sendero, muchachos”. Era el 84.
Tomás Luis
de Victoria. Sus Tenebrae Responsories
llenan la tarde. A mí, que no creo en dioses ni caudillos, bien me viene esta
misa.
Bombas en
la noche de Lima, las he escuchado, esporádicas; las sentía en la Córdoba de
1975. Alguien mata en la oscuridad, alguien muere, sueño macabro de una especie
que no debió nacer, que debió quedarse en algas y dejar que el Dios que flotaba
sobre las aguas pasase sin memoria. Mejor hubiera sido, a pesar de Haydn, de
Cervantes y van Gogh.
Muere el
verano y nace el otoño. El panorama de la tierra tiene sombríos tonos de Otto
Dix. El cineasta Elem Klimov filma hace mucho Ven y mira y uno se pregunta cómo es posible que Bielorrusia
sobreviviese semejante matanza. Leí en la juventud, que cierto nazi se
preciaba, en algún campo de la muerte, de haber tirado por la chimenea a la
mismísima hermana de Freud. “Es más lo que amo: amo la existencia que tú me
otorgas”, Franz Kafka a Milena, la misma Milena Jesenská que murió en
Ravensbrück, a quien otros internos apodaban, en referencia a su número de
prisionera tatuado en el brazo, “4711”, famoso perfume de entonces.
Ven y mira.
Solo desolación, a pesar de Borges y Mozart.
La
guerrilla senderista continúa en el VRAEM (Valle de los Ríos Apurimac, Ene y
Mantaro), viviendo del narcotráfico. ¿Pasa la revolución por este alucinante y
opulento negocio capitalista? ¿Trasladan los helicópteros bolivianos que levantan
cocaína allí mensajería de Marx desde el infierno? Dice el Génesis que el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas. Mejor se
hubiera ahogado.
18/09/2021
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Imagen:
Tejido de Paracas
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