Wednesday, May 7, 2025

Blue Moon of Kentucky


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

En un camino rural de Manassas, Virginia, bajo luna de luciérnagas y azufres de maríajuana, ebrios de medianoche, entramos a un bar, única luz de aquella oscuridad, para escuchar a un conjunto bluegrass de cowboys que interpretaban Blue Moon of Kentucky, vieja canción del sur que cantaran Elvis y Satchmo.

 

Fernando y yo, Miller etiqueta negra, Milwaukee Best, Miller rubia, Michelob, Pabst Blue Ribbon, baratas y tradicionales cervezas del pueblo. Colt 45 para matizar un condado propenso a balaceras. En la barra, hermosa como se veía Debra Winger en Urban Cowboy, ella, nombre inconcluso, desmitificado y evadido en las penurias del alcohol. Fernando toma su gran Cadillac clásico destapado y me deja en un albergue de carretera y marcha hacia DC. Las dos lucecitas de stop se mezclan con ulular de búhos y quedamos en la noche Debra Winger y yo. Camisa a cuadros, lencería rosa.

 

Me parece aún escuchar el ritmo del bluegrass, o banjo o grillos este silencio. He retornado a Norteamérica. Huí del camino de Sofía hacia el mar Egeo, me huyeron espectros de muerte que cabalgaban sobre las sendas de los Balcanes. Pañuelo en cabello llevaba la muerte, de colores imposibles de predecir, de vuelos sugestivos que solían marear más que la rakia, stronger than the slivovitz. Pensé en los escalones de la catedral de Betanzos. Ni sé por qué los pensé. Vasitos tras más vienen en fila de boy scouts y solo se frenan en la garganta dolida, inflamada de tanto beber.

 

Despierto y el sombrero de Debra Winger enseña presencia de la mañana. Campos cultivados de Manassas. Una camioneta campestre nos acerca a la ciudad y un beso sella el adiós. Blue Moon of Kentucky. Ni azul era la luna ni esto Kentucky. Ella, él, el estado, de colinas boscosas y rocas de filo cruel. Virginia muy diferente, planicie con cereales y hortalizas. Grandes aves que supongo gaviotas suben y bajan del suelo monótonas, tardías, piando en letanía vaya uno a saber qué. Pasa la muerte montada en una Silverado blanca. El conductor no sospecha siquiera que esta ida carece de vuelta. Sonríe la señora, lo hace con ánimo de kusillo. Manassas ya está despierta, olor a huevos revueltos con jamón, tocino y choricitos dulces. Me equivoqué, la luna está celeste al menos sino índigo.

 

Puerta rectangular de dos metros de alto. Da al jardín. De este al sol. Verde crecido de treinta centímetros, necesita de hoz o de guadaña pero de esos ya no hay, habría que robarlos de los museos de instrumentos musicales.

 

El pequeño Mazda 3 me lleva de lugar a otro. En Belgrado, a cuadra y media del hotel, compré un compacto de Goran Bregović, el álbum P.S. Estoy casi seguro que la mayoría del disco es en inglés con música serbia, de la región entera, de fondo. Tiempo de los gitanos, Emir Kusturica. Coros se alzan por encima de las aguas iluminadas de velas con flores. Monedas en los ojos de los fallecidos, acordeón de múltiples voces fúnebres, de movidas funambulescas. Los niños se esconden en cajas vacías de productos de mercado y avanzan, agujeros para ver, por caminos de tierra chillan como gallinas asustadas. Así corrían los malandras de la calle Uruguay con canastas sobre las cabezas. Un loro africano de pelaje gris gritaba en la puerta del mingitorio público: “Kusturica, Kusturica”. Se apaciguaba la sombra de Caracota y los mareados cuerpos se derramaban en raras posiciones de teatro pervertido. Con el filoso cuchillo limpio la mugre de las uñas, llenas de pan molido de robadas milanesas. Blue Moon of Kentucky. La gemela de la Winger baila botitas color piel con ribetes indigenales. Soy en parte cherokee, alega, pero esa piel de nube desmiente cualquier mácula. Sí, sí, claro, y los cuerpos recapacitan y ejercen lo aprendido antes de que asomen las luciérnagas y Manassas apague los caros focos citadinos. Neil Young, guitarra, sentidas letras del country y bourbon. Bourbon y Neil Young, bourbon y tú, cuando recién llegamos, Fernando y yo, a la puerta de la cantina gringa mientras la violinista de altas botas floreadas zapateaba el pie izquierdo y jaleaba el resto del cuerpo en énfasis sensual.

 

No estoy allí pero observo el brillo negro del Ponto Euxino. Leería el cartelón de Varna y sabría que casi estoy en tierra de Ovidio. Aquello se ha evaporado igual al rocío. De nuevo en Norteamérica, shrimps carmesíes en el mercado de productos de mar de Nueva Inglaterra. El avión sobrevuela Duluth, Minnesota, borde de lago, si es este en dónde se hundieron barcos no puedo asegurar. El nombre que parece nativo viene de un explorador francés y está relacionado con el laúd. Cuando los escandinavos de Thorfinn Karlsefni Thórdarson desembarcaron bueyes en la tierra nueva su grito aterró tanto a los nativos que crearon demonios de palo para contrarrestarlos. En este otro lado pareciera que la dulzura del laúd matizó las florestas del norte, los grandes lagos que se hielan de a poco y dejan correr el viento en carrera sin obstáculos. Nunca sabremos.

 

Montera tarabuqueña al lado del alebrije azul. La biblioteca que guarda mis libros regalados a la hija junto a manuales de lengua española. El texto se arrastra por tres días, la hermana y yo desde Denver a Miami. Apalachia, tierra de montes. La dejo allí, a orillas del mar cálido y monto de regreso camino de Kansas City. El llano, nombres propios de míticos poblados del Far West. Amarillo, Texas. Abilene. Ese villorrio donde ahorcaron a Tom Horn. Arbustos corredores se adelantan al bus y se pierden en horizonte, fuerzas vivas del desierto. Un lince trepado en la punta de una cactácea gigante. Extraño la Cruz del Sur, faro de nosotros, virgen de los desamparados, de los sicarios, ¡Salud!

 

El conjunto de cowboys del field work se cae de ebrio. Alternaron de todo, hasta Stand By Me. Música de la guerra civil, The Yellow Rose of Texas, el vocalista intentando imitar el bajo de Waylon Jennings. La cabeza de Debra Winger se halla cubierta por halo, luz en el reflejo de la delgada cortina del motel. Trajimos una botella de Jack Daniels y bebemos del gollete y de nuestras bocas bebemos bourbon sabor de labios, ungüento de pechos, crema de muslos para dolores de amor.

 

Azul luna de Belgrado.

07/05/2025

 

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Imagen creada por Rachel Minton 

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