Friday, December 26, 2025

Mama Catash


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

De mi archivo de música saco un disco viejo: Mama Catash, de Los Engreídos Olímpicos de Huancayo. Bellísimo. Lo conseguí en Denver gracias a Juan Cántaro, compañero de labor y nativo de Huancayo. Pequeño y furibundo. Llegó hacía años con otros paisanos suyos contratado para cuidar caballos en California. Luego derivó en Colorado, y allí trabajamos juntos. Recordé, viéndolo, el retrato que hacía José María Arguedas de los indios del Mantaro, nunca sojuzgados. Juan discutía y se enfrentaba a tipos el doble de su tamaño que le temían porque su rostro se transformaba en ira. Dioses antiquísimos de la montaña. Está en uno de los más bellos libros escritos: Los ríos profundos.

 

Suena la María Angola en el fondo de la memoria, campana con gotas de oro. Continúo yo con la conquista del Perú. Huáscar Inca ha sido detenido por Quiz Quiz y Atahualpa por Pizarro, casi al mismo tiempo. Al sur, cerca del Cuzco el descendiente del sol; al norte, en Cajamarca porque no se pudo en los Baños de Cunoc, el usurpador. El cura Valverde, con cota de malla sobre el pecho, alcanzó a Atao Huallpa, el quiteño, las Escrituras y este las arrojó lejos. Nos enseñaron en la primaria esta escena que supuestamente habría decidido la suerte del rey. El sacerdote demandó a Francisco Pizarro el castigo del hereje. El soberbio magnate andino que se creyó invencible cayó al silencio de la oscuridad. A Fray Vicente de Valverde lo devoraron los isleños de Puná en el futuro.

 

Difícil escribir y no bailar con esta música. La lluvia me tiene de rehén dentro del departamento, a pesar de que me encanta mojarme. Pretexto. Euforia de estos musicantes que bien se llaman a sí mismos engreídos y olímpicos en justicia. Región caótica desde siempre, además de hermosa. La resistencia a España, las hordas de Sendero Luminoso, el narco desperdigado en cada rincón.

 

Perú. Magnificencia del Señor de Sipán. 5000 años de Caral.

 

Vallejo y Scorza. Ricardo Palma y Mariátegui. Escribía el poeta César Calvo en Nocturno de Vermont:

(Qué luna inalcanzable
desmadejan tus manos
en tanto el tiempo temporal golpeando
como una puerta de silencio suena.)

 

He visto llorar a Juan Cántaro, cuando por la noche limpiábamos los oscuros antiguos pasillos de la Universidad de Denver. Lloraba por María, mexicana, a quien había arrebatado a un coyote guatemalteco, detestable y más pequeño que él, que traficaba personas y cobraba a las mujeres que pasaba con su cuerpo. Se las chingaba atravesando Las Cruces, Nuevo México, al borde del desierto de Chihuahua. Allí hay un puesto fronterizo norteamericano. Volviendo de uno de sus viajes, encontró a su esposa, en su cama, con el peruano y el drama finalizó el matrimonio. Ellos, los infieles, se casarían y terminaría también mal. Lloraba  Juan en la oscuridad de la biblioteca en el sótano, con originales de Desiderio Erasmo y Descartes iluminados con lamparillas singulares. María no era linda pero sensual. Tenía gran éxito entre los hombres.

 

Se volvió a casar, con otra mexicana. Tenía Juan un carácter de mierda, irascible, no aguantaba nada. Trabajando él de noche, así fue por largos períodos, ella consiguió sustituto; el invierno de Colorado es durísimo. El feroz indio del Mantaro reaccionó de forma extraña. Compró una casa porque había ganado mucho dinero y permitió a su esposa vivir con el otro en la parte superior mientras él adecuaba el sótano para sí. Más una vagoneta cero kilómetros que se la regaló. Más todavía: registró una empresa de canaletas para el “muchacho”, como lo llamaba e incluso lo ayudaba en eso cuando había demasiada demanda. Caminos de la vida…

 

Hablaba tanto de la muerte siendo menor que yo. Sabía, decía él, que al envejecer lo soterrarían en un asilo y que su fortuna se quedaría con el otro; con su hija también por supuesto. Lo había aceptado. Volver al Perú era impensable. La guerra de Sendero había eliminado todo recuerdo del país. Destrozó el recuerdo, aniquiló la esperanza. Alcanzó en los Estados Unidos lo que nunca había soñado. Supongo que las vicisitudes resultaban minucias dentro del amplio panorama. Yo discrepaba con lo que hacía pero lo respetaba y jamás se lo mencioné. No tenía amigos y de los que más desconfiaba era de sus compatriotas. He oído eso antes con distintos grupos étnicos…

 

Cinco canciones del disco. En cuarenta minutos se escucha. Lo vuelvo a poner. Mama Catash es mama Catalina. Aquí se utiliza el vocablo “mamacata” para referirse a mujeres gruesas. Se deriva de mama Catalina pero no sé mucho más. En algún lugar del disco el vocalista grita “puro Huanta”. Hablamos de Ayacucho, de una ciudad que dicen la esmeralda de los Andes, cercana a la región del VRAEM, centro de la guerrilla post senderista y del narcotráfico ligado a ella. Vaya ritmo, perfecto para bailar y derramar chicha desde inmemoriales tutumas. Violencia imperando por sobre la belleza del valle de los reyes. Tragedias nuestras.

 

De Juan me queda este disco. Lo llamé el último junio pero no pudimos vernos. Le conté que estuve en España. También historias de su raza, su pueblo, de cuando la vida era pobre pero no corría la sangre en las acequias. Su negocio, porque es suyo, de las canaletas va muy bien. Prestar servicios es la mejor manera de enriquecerse en el norte. Cada vez más los inmigrantes latinos fundan pequeñas empresas, algunas se hacen grandes. Inmigración de gran dinamismo y brutal trabajo. Su mujer parece contenta con su “muchacho” y el viejo Juan Cántaro con proveerlos con esa felicidad. Vale, claro que sí.

 

Silencio en la noche. Aquella canción argentina se referiría al Somme, a la calma que sucede al horror. Abro la puerta y mi departamento se diría que es la boca del lobo del quinto piso. Nadie otro vive en él. Solo mío. Hay dos puertas cerradas enfrente. Gradas hacia arriba y hacia abajo. La espiral que permite ver el piso del fondo. En Nueva York me gustaba salir del cuarto del Hotel Chelsea y apoyarme en las escaleras interiores y contemplar su fondo. Algo de mágico en ello, hechizo de lo solo.

 

Dylan Thomas muere en la habitación 206 del Chelsea. “Do not go gentle into that good night”. Do not.

26/12/2025

 

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Imagen: Huancayo antiguo

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