Tuesday, February 15, 2011
Maradona/ECLECTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
El cine africano me hace escribir sobre Diego Armando Maradona, considerado el mejor jugador de fútbol del mundo, del tiempo en que fui joven hasta hoy. En las películas de Guinea, Senegal y Malí, cuando se habla de fútbol, o tan sólo se muestra niños pateando una pelota de goma en la calle, el nombre de Maradona se hace imprescindible. Incluso en la reducida cinematografía de las islas de Cabo Verde, donde se recuerda a los grandes africanos del fútbol portugués como Eusebio, es Maradona y no los jugadores contemporáneos de Brasil, el que incita la imaginación de los infantes. Por algo será.
Personalmente, quizá por los velos de la niñez, nadie me pareció mejor que Norberto Alonso, nadie con su habilidad; y si hablara de presencia, me quedo con la de Pedro Rocha, capitán del São Paulo y de la selección uruguaya. Lo que vi de Maradona me impresionó. Me gustó su bofetada artística a los ingleses el ochenta y seis; las fintas que desanudó ante los belgas; el pie izquierdo al que le habían cosido una pelota que se iba por donde se iba la pierna, donde quería la inteligencia. En su carrera hubo desplantes, que en sus memorias -"Yo soy el Diego" -publicadas por Planeta- le parecen normales y válidas y que tienen rasgos de devaneos de chico pobre convertido en rico. Algo difícil de superar y perdonable. Pero el deporte del fútbol le debe mucho más que su arte a este en físico pequeño jugador argentino. Su lucha constante contra la mafia del deporte, de los dueños y los inversionistas que lucran con el trabajo de sus jugadores. No se ve, no es posible, empresarios que terminen de indigentes. No hay dueño de club que acabe como el gran Garrincha o como Corbatta, a quienes recuerda Maradona para explicar el por qué de su constante oposición a seguir al pie de la letra las órdenes de los contratistas y los contratos. Diferente a Pelé, que aguantaba y asimilaba, para hacerse él mismo ejecutivo y atisbar las oportunidades políticas que podían presentarse, Maradona se confrontó con Havelange, presidente de la FIFA, con los de la Asociación Argentina de Fútbol. Fundó, en París, el Sindicato Internacional de Futbolistas, y fue por eso perseguido, humillado, hundido en sordas historias de drogas, amores de hombre, y demás recursos con que cuentan los poderosos. Sin embargo, como él mismo dice, nadie se acordará de los tipos de corbata pero sí de su leyenda.
Aseguro que los niños de África que juegan a ser Maradona, no tienen idea de quiénes son los adustos viejos que presiden el deporte mundial, y no les interesa. En Argentina, las dos tradiciones son el tango y el fútbol, con la diferencia que el tango se estanca a partir de la década del cincuenta, y lo único que se extiende después es un nebuloso Piazzolla que hace juego menos tango, digan lo que digan. En cambio, el fútbol argentino se renueva, con gracia y maestría, eternamente, desde Bernabé a Di Stéfano y Basile, Sacchi, Perfumo y Houseman, Maradona, hasta Aimar y Saviola, lleno de ritmo, de firulete y ocho.
10/06/03
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Publicado en Lecturas(Los Tiempos/Cochabamba), junio 2003
Imagen: Afiche del filme de Emir Kusturica, "Maradona", 2008
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