Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El gobierno y sus
cabecillas, divas, cabezones o como se los califique, tiene extrema habilidad
para ocultar sus carnes. A usanza de beatas viejas, decoran el cuerpo para
esconder deseos y veleidades nefandas de la vista pública, sin éxito. Los
vestidos plurinacionales se componen de mística, ideología, “jacobinismo”, y
chácharas carentes de asidero, cuando en realidad de lo que se trata es de un
negocio, e ilícito para ser precisos. La delincuencia oficial goza de carta
blanca. Los tipos creen en eterna inmunidad, y que la muerte o la desgracia no
rondan a los travestidos de la raza y la política. Qué equivocados están.
El adagio
antiguo, quizá racista en su origen, de que en Bolivia “el indio odia al árbol”
no falta a la verdad. El originario de occidente es el gran depredador. Se guía
por quién sabe qué instinto, que de casualidad mejore su existencia actual pero
sin ninguna visión de futuro. Será que la hoja maldita, instrumento de imperios
todavía hoy con las mafias del narco, ha embrutecido hasta tal grado a la
población que el razonamiento no cuenta entre sus virtudes, que pocas son. Coca
sumada a alcohol y estupro van delineando un perfil que puede ser engañoso y
que sin embargo resalta a simple vista.
Leo la propuesta
“campesina” para destruir un poco más el Parque Nacional Tunari, en Cochabamba.
El objetivo es obvio: talar los árboles en su totalidad y construir sobre sus
cenizas horrendas casonas de arquitectura chicha, con dinero del narcotráfico,
el contrabando, etcétera, etcétera, que llenan de gusto a la gentuza que
cataloga el éxito y el progreso en esos parámetros. Puteando contra el imperio,
e imitándolo -malamente-. Cierto que hay pobres, y muchos, que se beneficiarían
con un terrenito para levantar precarias viviendas de calamina. Pero no hay
peor racismo y discriminación económica que entre originarios, pirámide social
verticalísima, donde, a la mejor manera “blanca”, el insulto mayor es “indio”.
Mienten los cabrones. Mienten y vuelven a mentir.
Lo cierto es que
avasallar el parque haría aun más ricos a los dirigentes plurinacionales con un
loteamiento cuya suma monetaria se levantaría como montaña. Es su único
interés, lucrar con ventaja, extorsionar. No otra cosa refleja el proceso de
cambio. Aparte de falsas vestiduras. Hablando de ello: veo un video del
“presidente Evo” entrenando con profesor particular el peloteo del fútbol, con
dinero fiscal. Observo que usa calcetines sin caña, esos de tenista, acerca de
los cuales siempre digo con criterio retrógrado y conservador que son para
maricas. Me extraña que el adalid de la indianidad (el ordenador me corrige y
pone “indignidad”), el apóstol de lo nuestro, no juguetee con pelotas calzando
medias de yute. ¿O querrá parecerse a Federer, a Murray? ¿No querrá ser blanco?
¿Borrar con dólares el mestizaje? Preguntas bolivianas; preguntas con
incógnita.
El azar en
Bolivia no existe. Todo es previsible si del gobierno se trata. Ha sido
reemplazado por el asombro, y la lotería consiste en cuándo va a aparecer otra
muestra de la monumental corrupción masista y no si es que va a aparecer. Los
descubrimientos todavía giran en órbitas exteriores; a veces en altos niveles,
pero las cúpulas semejan estar vacunadas contra el desenmascaramiento, por
ahora. Todas estas jugarretas, inventos, de permisos y prohibiciones de vuelos
y tantas otras tienen un núcleo verídico. Algo se cocina en torno a los
líderes, en contra de ellos, en las bien iluminadas salas de los servicios
secretos. Lo de Snowden va de muestra. Estados Unidos guarda archivos
detallados de cada uno y en su momento enloquecerán a los curacas como
enloquecieron a Pablo Escobar y los extraditables. De la cárcel en USA, Arce
Gómez y Noriega salieron despojos. Simón Trinidad, de las FARC, aquí en
Colorado, no ve a nadie ni se le permite nada: eternidad de un cuarto pelado. ¡Qué
terrible, qué terrible, señores!
23/09/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 24/09/2013
La verdad podrá ofender pero es la verdad. Ejemplificando eso de que los andinos detestan lo verde, en cierta ocasión nos hicimos un lio con un vecino que le metió machete a un hermoso ejemplar de adelfa, que tuvo el delito de “ensuciar” su acera con sus flores caídas, como se justificó el muy animal. Es triste constatar que ya no quedan casi árboles añosos en Cochabamba porque no falta algún imbécil de la vecindad que pela la corteza para que el tronco se seque. La intención es la misma con el parque Tunari, arrasarlo para seguir loteándolo hasta donde se pueda. Lo paradójico es que las autoridades locales sacan spots con mensajes ecologistas “Cochabamba, corazón de la madre tierra” y otros lemas floridos, mientras se hacen de la vista gorda con los avasallamientos de los loteadores. ¡cuánto descaro y cinismo!. Lo de “ciudad jardín” es historia. Ay, si vieras estimado Claudio, cómo está de descuidado el otrora emblemático Paseo del Prado.
ReplyDeleteSeguro que sí, José. ¡Cuán verde era mi valle!, diríamos parafraseando al escritor. Esa historia del vecino, la escuché similar en un amigo. Un personaje de "al lado", le pidió a mi amigo talar unos hermosos eucaliptos porque le daban sombra a su casa. Es de no creer. Respecto a los gobiernos y sus lemas: la Gran Mentira. No hay otra. Pero esto tendrá consecuencias catastróficas, incluso para los depredadores de hoy. Saludos.
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