Monday, August 25, 2014

Razas


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La Raza, así se llama una de las mayores organizaciones latinas de los Estados Unidos. Y los mexicanos se describen a uno y a otro como “raza” o “no raza”. Ya en el siglo XXI, en los Estados Unidos, estas diferenciaciones parecieran haberse desvanecido, pero conflictos como el actual de Ferguson, Missouri, recuerdan que la lírica de una sociedad abierta no ha llegado a convertirse en un círculo perfecto, que por los intersticios todavía escapan políticas de odio y discriminación: de blancos a negros y latinos; de negros a blancos y latinos; de latinos a negros y asiáticos, no tanto a los blancos porque quiérase o no esa es una raza con la que se identifican, a pesar de que cuesta hacer creer a la mayoría anglosajona que los latinos también pertenecen a tan amplia denominación.

Que el país ha avanzado, no hay duda, y fue bastante explícita cierta igualdad en los períodos de bonanza como los dos gobiernos Clinton. Pero cuando la economía toca la puerta, otro es el cantar, porque allí hay grupos humanos, diferentes en color y cultura, que bregan por un espacio de supervivencia y aspiran a más, avasallando a otros. Lucha antigua entre negros y blancos, donde ahora tercia una minoría importante, la primera, de latinos que aparecen en bloque, a pesar de que con el tiempo se resquebrajarán en sus singularidades locales. Los bolivianos de Virginia desprecian a los mexicanos; los guatemaltecos detestan a los salvadoreños, y los argentinos, incluso compartiendo así sea mínimamente los avatares de otras inmigraciones latinas, se consideran harina de otro costal; sutilezas concretas entre nosotros y ajenas a la mirada miope de la sociedad anglosajona que los ubica en montón.

Brutalidad policial, abuso racial, perfil discriminatorio de un grupo mayoritario hacia un segundo, que, para peor, en su tiempo fue esclavo. Las cárceles están llenas de negros y latinos, pero, según las estadísticas, estos conjuntos humanos son quienes cometen el mayor número de crímenes. Ambos lados dan razones y explicaciones, de índole superflua, cuando el problema es estructural y de resolución a largo alcance. Incluye educación, igualdad de condiciones, cosas que no se pueden conseguir de inmediato. Hay un proceso histórico que no puede ser obviado y es complicado de saltarlo. La economía norteamericana tiene una historia, donde unos participaron como protagonistas y otros como resaca. Muy difícil obviar pretéritos que condicionaron el presente y que condicionan incluso el futuro inmediato.

La economía siempre es determinante. Cuando sociedades reunidas alrededor de características similares ven amenazado el status quo se defienden. Nadie quiere extraños en su casa. Soportarlos nominalmente es una cosa, aceptarlos otra muy distinta. Cuando en un barrio blanco rico se vende una propiedad a un negro o a un latino, el precio de las casas contiguas pierde valor. Así de simple y dramático. Ante situación tal, unos salen en desbandada y los siguientes invaden. A ello le sigue un deterioro, un “rebajarse” de la zona, situación que por lo general se confunde como debida a vicios y costumbres atribuidos al Otro, cosa que a ratos semeja ser cierta, pero que está plagada en demasía de prejuicios y falsa valoración.

Ferguson, Missouri, simplemente nos recuerda que no todo lo que se ha hecho está bien. Mucho sí, lo posible, pero quedan resabios profundos, quizá insalvables.

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Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 24/08/2014

Imagen: Ku Klux Klan costumes in North Carolina, 1870. (Engraving made from an 1870 photograph by U.S. Marshal J. G. Hester.

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