Saturday, January 3, 2015

Madrid-Cochabamba


PABLO CEREZAL

2014 me descubría asomado a las azoteas de miedo y escarnio de una Cochabamba caníbal. Hasta allí llegué, dos años antes, con la intención de colaborar al futuro de aquellos niños a quienes más desfavorecía su voracidad ciudadana. Y al tiempo que descubría que la solidaridad, en muchos casos, es nuevo disfraz con que ocultar antiguas apetencias, me llegaba la ventolera de verbo exacto y puñal sensible de Claudio Ferrufino-Coqueugniot: el Maestro de las letras bolivianas osaba enredarme en una aventura literaria que pudiese describir las calles de nuestras ciudades como si de un mapa de catástrofes se tratase. Una aventura literaria que, para un servidor, fue vital, por restituirle la fe en que la solidaridad aún existe. Comenzamos e escribir, al unísono, este Madrid-Cochabamba (Cartografía del desastre) que verá la luz en 2015 de la mano de 3.600. Claudio me inoculó el veneno de su prosa obligándome a rectificar en exceso los excesos de la mía, para hablar de mi Madrid natal, por entonces tan lejana. Mientras, rediseñaba, con mordiscos de tinta, su Cochabamba, tan lejana también para él.
Una ciudad lo es por el latido de los perdedores que bosquejan su cartografía, más que por el acuciante trasegar de la civilización y las monedas. Y estoy seguro de que el lector sabrá perder el rumbo en esta metrópoli bifronte que hemos sufrido/gozado reconstruyendo para ustedes en un puñado de páginas en que desarmamos coitos, extenuamos licores, resignamos decesos, despedazamos bulimias, acordonamos acordes, prostituimos excesos y amamos mujeres que tienen nombre de ciudad. Una se llama Madrid, la otra Cochabamba. Ambas son, tal vez, las siamesas de navajazo y miel con quien siempre soñamos yacer, Claudio y un servidor, en el lecho vespertino de La Belleza. ¡Va por ustedes!

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Un fragmento de este texto fue publicado en Letra Siete (Página Siete/La Paz), 03/01/2015

Fotografía: Ioana Cristina Moldovan

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