Tuesday, May 26, 2015

La voz del castrado/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me llamó la atención, entre libros y discos compactos usados, una tapa con el rostro de un joven cortado casi al rape y con algún exceso de peso. The Voice of the Castrato. Grabaciones de Alessandro Moreschi, el último de su especie. Y el único que dejó constancia de su voz.

Quizá porque llovía, porque el parabrisas se empañaba como si lagrimeara, porque la noche era oscura y los mapaches corrían a esconderse en las cloacas, aquello me sonó muy triste. Desesperante. Moreschi, primer soprano del coro de la Capilla Sixtina, ejercitaba solos a capella que con las deficiencias de grabación de principios del siglo XX y su voz quebrándose a ratos, me trajeron la presencia del horror. Luego recurrí a la usual enciclopedia virtual y supe que tal vez no debió su castración a un acto adrede por preservar su voz sino a haber nacido con una hernia inguinal para cuya “cura” se hacía esto. De todos modos el mal estaba causado: la noche me había abrumado con el gorjeo del terror, con las veleidades del poder y sus objetos favoritos, los hombres.

En su momento vi el filme Farinelli, apenas estrenado. La vida del fabuloso castrado del ochocientos entonces me pareció lujosa y voluptuosa. Angustia hubo, claro, cuando Farinelli permitía a su hermano copular con su mujer o amada, no importa. Los ojos le traían el deseo que le hubiese concedido el miembro viril mientras observaba a seres queridos disfrutarse entre sí. Pero nada en esa buena película produjo lo que la voz de Moreschi hace unas noches. Repito, llovía, y luego se levantaba espesa niebla. Las calles de Aurora, arboladas, carecen de iluminación. Aquí o allá un farol en este mundo donde no se camina, menos en la oscuridad. El miedo en la noche norteamericana es un espectro casi palpable. Sin necesidad de que haya crímenes o males que lo justifiquen. La gente cuando se ha vuelto mimada se asusta con facilidad. El Otro es el enemigo. El Otro es cualquiera que no pertenezca al grupo, la comunidad, la iglesia, la raza, el color; a veces uno de estos detalles; a veces todos. Moreschi cantaba igual al gritar de zorros, o a los conejos desesperados en las fauces de otro animal, precediendo la muerte.

Pensé, cómo no hacerlo, en la vanidad, esa mala madre contra la que lucho y que venzo ya de lleno. Vanidad que sumada al poder hacía de niños cantores castrados adultos para gozo de curas pederastas y papas pervertidos. Hoy, Francisco, jesuita y papa (Dios me libre de los jesuitas), ha enarbolado el papel de la rebelión en la iglesia, que no es otro que el desleal y fatídico engaño de siempre. La grey retorna cuando el amo cambia de tono y acaricia. La muchedumbre es una jauría de perros que de gruñir pasa a lamer y luego come. La paz reina en Berlín, decían sobre la sangre de Rosa Luxemburgo. Reina en Moscú, en La Habana y en La Paz. En Teherán reina la paz de los muertos. Amaos y multiplicaos. Y a Moreschi, el que no tuvo descendencia, se le quiebra la voz en un ora pro nobis con retazos de espanto.

A las seis aclara. Aparecen contornos. Y al castrado lo reemplazan los Kinks en el tocadiscos. Agarro el compacto y lo meto entre una pila de otros eclécticos. No quiero su belleza, yo que amo el Miserere de Gregorio Allegri como la más bella música religiosa. Entre las grabaciones no estaba esta pero leo que uno de los motivos de preservarlo soprano era para la tradición del Miserere durante la Semana Santa en el Vaticano.

Cada domingo al amanecer la radio pública pone misas y réquiems. Detengo toda otra música y conduzco por las avenidas, la Chambers y la Buckley, con misales a todo volumen. Dios ha muerto pero las voces viven. Sin embargo, esta de Alessandro Moreschi invoca lo peor: morir con miedo.
25/05/15

______
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/05/2015

Fotografía: Alessandro Moreschi



12 comments:

  1. Busco en youtube -para liquidar otra ignorancia- al castrato alessandro y no duro ni 30 segundos escuchando esos indescriptibles chilliditos. Acudo raudo para ahuyentarme el susto, a los coros netamente femeninos del réquiem d Mozart.
    Y "misales a todo volúmen..(!!)", una tenebrosa afición la tuya, mi estimado amigo. Pero coincido: algo d malignamente atractivo tienen muchas d las piezas eclécticas, y en especial los réquiems.. Las disfruto tb, sin nada d caer en metafísicos afanes por escatólógicas penitencias ni poniendo cara d pecador contrito. Solo una maligna abstracción q casi suena a arrullo d madre, a tiempo ido, o a algo así. Abrazos, Claudio.

    ReplyDelete
    Replies
    1. Lo has dicho, Achille, como quisiera haberlo explicado yo. Este gusto por una música que excede los pedidos eclesiales de crearla y ahonda en el alma humana en supuesta búsqueda de divinidad. ¿Moreschi? La tragedia no exenta a ratos de belleza, muy pocos; lo opuesto, según dicen, al mítico Farinelli. Abrazos.

      Delete
  2. Al igual que Achille, en estos asuntos intrincados prefiero pecar de ignorancia, definitivamente soy alérgico a las voces muy agudas, no tengo la predisposición ni la paciencia para tales afanes. Ademas, esto de los castrati me parece de una crueldad injustificable, infelices seres humanos a quienes se les cercenaba la posibilidad de una vida adulta plena, ¿todo para qué?, para satisfacer los gustos delicados y sacrosantos de los jerarcas de una Iglesia podrida hasta los cimientos. Por supuesto que hay piezas religiosas de insuperable belleza (Mozart, Haendel, los cantos gregorianos), para disfrutarlas sin condicionamientos y sin aproximaciones metafísicas de por medio. Saludos.

    ReplyDelete
    Replies
    1. Lo mismo, José. Te sugiero, con voces femeninas, escuchar el Miserere Mei, de Gregorio Allegri. Es una de las piezas más hermosas de la música sacra. Respecto a las voces, con mucho prefiero los bajos profundos, en música religiosa o en música popular. Nadie como los ruso-ucranianos o los negros norteamericanos para ello. Saludos.

      Delete
  3. La voz de Moreschi, de una mediocridad extrema, se emitía en absoluta desentonación, en una desproporción (obviamente) y descompostura en el tono que, como bien dice Claudio, trae "la presencia del horror". Ni más ni menos. Debido a la castración que se le practicó como única y antediluviana cura a su hernia inguinal, a este desdichado precedente de la eutanasia del arte, se lo arrojó, con su horrísono canto, al mundo cáustico, inhumano y humillante que se esconde de cuando en cuando detrás de los escenarios. Se trataba del único camino. Tal vez -se alimentaba una remota posibilidad-, de la noche a la mañana "alcance cúspides tan deíficas como a las que llegaron Farinelli o Manzuoli, y llegue a ser tan célebre como ellos". Pero Moreschi no poseía ni una molécula de aptitud musical, como sí la tuvieron los dos anteriores, y también los castrados Orsini, Senesino, Gizzielo o Caffarelli, expertos y habilísimos intérpretes que unieron a su innato talento un aprendizaje musical íntegro que no dejó nada al azar de sus carreras. El sopranista o "capón", como llamaron los españoles al cantante castrado -Kapaun en alemán- (diferente al contratenor, sopranista también, pero físicamente entero que canta en falsete, con voz de cabeza), obtuvo, en pleno siglo XVIII, triunfos resonantes como protagonista de óperas, superando inclusive a la primma donna... Si bien Farinelli es considerado como el mayor exponente de todos ellos (mucho ayudó el filme, excesivo, deformador de la historia para deleite del grueso público, en el que la lujuria y voluptuosidad -feroces antinomias a una existencia condenada a poseer el físico más incompleto que uno pueda concebir- son el morboso condimento de la película (lo mismo ocurrió con el filme Amadeus: ahí se ve a un Salieri envidioso, felón, cuando bien sabía Mozart -y esto se encarga de afirmar una y otra vez la historia- que aquel era una faro de pura sabiduría, a tal punto que Mozart lo admiraba con delirio furioso (en el buen sentido) cuando escuchaba de Salieri la Sinfonía Veneziana o la ópera L´Europa Riconosciuta, auténticas enseñanzas de instrumentación, de orquestación, de juego de colores e intensidad; en fin, de inspiración germinada en raíces no conocidas ni descubiertas. Una falsa rivalidad recreada y denunciada por Pushkin en un poema, y por Nikolai Rimski-Kórsakov en la ópera "Mozart y Salieri". Pero, inopinadamente, Peter Shaffer y Milos Forman, para conveniencia y beneficio propios, tergiversaron la historia y persuadieron a millones y millones de espectadores a creer en su muy particular y apócrifa versión. Si Mozart fue un genio, no se quedó ahí, quieto, solemne en su pedestal; tuvo la grandeza de admirar a Salieri, para cuya muerte -que valga el comentario- Schubert dirigió el réquiem compuesto por el mismo Salieri y escrito para su propio funeral; el que, a la postre, ¡vaya paradoja!, lo sepultó siglos después, por obra y gracia de terceros, a una eternidad incierta.

    ReplyDelete
  4. Terrible Moreschi. Tanto, que uno no puede sustraerse a la náusea. No por la persona, sino por lo que construyeron alrededor de un ser humano de ínfima significación, que no apuntaba a "la supuesta búsqueda de la divinidad" pues no existía en su arte ni una décima terrenal de belleza. Y entonces es congruente, aun en tanta penumbra, dar en el blanco con la frase dicha por Claudio: "...Sin embargo, esta de Alessandro Moreschi invoca lo peor: morir con miedo..."
    Sin duda, amigo Achille SC, se trata de "indescriptibles chilliditos", aunque llama la atención que motivado por el susto vaya, amigo, en pos de los "coros netamente femeninos del Réquiem de Mozart". Sobre ello, con todo respeto, en tan inmensa obra se escuchan solo dos pasajes en tono mayor y menor del "Voca me cum benedictis", de "Confutatis maledictis". Acerca de los réquiems, amigo Achille SC, hay tanta tela por cortar, que cada uno de ese género, por más que sea el imponente y majestuoso Réquiem de Berlioz, queda corto ante disquisiciones de variada índole, y sin "acariciar" postrimerías de ultratumba.
    Prolongo mi intromisión, querido Claudio, con la certeza de que el Miserere Mei, Deus, de Gregorio Allegri, no fue escrito exclusivamente para voces femeninas. Tomando como modelo la escuela romana de la polifonía del Renacimiento (Palestrina), y también del coro doble de Andrea y Giovani Gabrieli, en la obra se superponen dos coros: uno, de gran sutileza, y el segundo que se mueve, en detrimento de esa agudeza, por una profundidad mayor. De hecho, el primer coro está formado por dos secciones de sopranos; altos; tenores, y bajos; y el segundo también por dos secciones de sopranos; altos, y bajos (todos solistas). He encontrado una partitura antigua en que la tonalidad de la obra está en Sol menor, tal como ahora se la interpreta; si bien en aquella época solo incluían en la armadura (la armadura es el lugar de principio de una partitura donde figura en qué tonalidad está escrita la obra), un solo bemol, el otro (mib) -que debe figurar- se encuentra en el transcurso de las líneas melódicas (caprichos de las épocas).
    Si quieres escuchar música con voces femeninas estrictamente, querido Claudio, el villancico "Un reloj", de José de Torres (1670-1738), es muy apropiado; o los 13 cánones para voces femeninas de Brahms, y por supuesto el Stabat Mater de Pergolesi.
    Concuerdo contigo en que el Miserere Mei es de lo mejor. Al parecer, Gregorio Allegri no le obsequió a sus descendientes sus dones musicales, aunque sí, uno de ellos, Massimo, como D.T. de la Juventus, puede poner otra vez en primer plano el apellido Allegri el próximo 6 de junio.
    Un afectuoso abrazo,
    Pablo

    ReplyDelete
  5. Replies
    1. Tremenda y deliciosa erudición. Así vale la pena escribir, para destapar cosas mejores e ir siempre aprendiendo. Disfruté mucho del texto y con tu permiso lo pondré en mi blog como uno completo, separado de la calificación de solo comentario, porque lo vale. Creo que no hay que extenderse al respecto. Has sido muy preciso y amplio. Del pobre Moreschi lo que más me impresionó hasta casi llorar (y hace treinta años que no lloro) fueron dos versiones de la PETITE MESSE SOLENELLE, de Rossini en dos versiones granadas en marzo y abril de 1904 respectivamente. Ahí, cuando es tan vehemente como se corta su voz, es cuando más aterra. Ni siquiera atrae el juicio musical o estético. Es el terrible lamento de un hombre castigado sin saberlo, inventado sin quererlo. Abrazos y gracias, Pablo.

      Delete
  6. Respecto a la Juventus, ni todos los ángelos de cielo e infierno, matrimoniados a la usanza de Blake, podrán contra el Barcelona. Digo...

    ReplyDelete
  7. Gracias, Pablo, por tan generosa lección y abundantes referencias para mayor disfrute y conocimiento. Exquisita, desprendida, erudición la tuya, como bien ha dicho Claudio. Y dbo decir q no es el solo por susto q voy en pos d lo poquito femenino en el requiem de Mozart. Es, simplemente, como en tantos otros géneros, d un gozo ajeno a las palabras el oir con especial atención los pasajes q bien precisas de esa pieza en los q se nota una (al menos eso me obligo a creer) hermosa participación femenina. Abrazos.

    ReplyDelete
  8. Gregorio Allegri, apercibido del misterioso vuelo del Mib en la armadura del Miserere, y advertido también de que su descendiente Massimiliano se prepara cuidadosamente para la más etérea interpretación, prevé, no obstante, que sin el Mib la estructura completa de la obra puede desmoronarse. Así, en hábil movida, colocará sutilmente tal Mib a fin de que Massimiliano, con esa pieza vital, enaltezca la interpretación de conjunto dotándola de un aterciopelado color, de una dinámica precisa, de homogeneidad en todas las líneas melódicas y de una armonía que no desentone, con lo cual, llegando ya a los últimos compases, remate la obra con ¡¡¡un finale presto con tutti!!! Por la noche, los Allegri celebrarán con un vino Montepulciano d'Abruzzo Colline Teramane demi seco, robusto y armónico en una messi sin mantel, como suelen echar las campanas a vuelo I VINCITORI.

    ReplyDelete
  9. Gracias Achille SC por las generosas palabras. Lo cierto es que, sin proponérmelo, escribo lo que escribo con apego a un principio de desmenuzar lo más posible un tema. En este caso, el análisis da para mucho más, pero el conocimiento no abunda. Debo confesar que, por lo general, me involucro con temas que la historia ha dejado entre renglones por “culpa” de Claudio, un erudito en toda la extensión de la palabra que tiene la precisa virtud de desenterrar esas escabrosas como sugestivas cuestiones que posibilitan, no sin dificultad, comentarios y pareceres... En cuanto a “la hermosa participación femenina” en los pasajes nombrados del Réquiem de Mozart, el calificativo empleado, amigo, guarda el mayor acierto: un gozo. Abrazos.

    ReplyDelete