Tuesday, June 28, 2016

Messi renuncia a la selección argentina/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Que hay cosas más importantes para escribir las hay, pero… ¿escribir sobre el nuevo triunfo de Rajoy en España? ¿O sobre la asquerosa disyuntiva de comentar acerca de él o del pequeño Hitler, el vanidoso Pablo Iglesias? No, gracias. La épica y lo romántico del NO PASARÁN se ha extinguido. Ahora el mercadillo político no me interesa, pugna entre experimentados mañudos y ambiciosos cagaleches.

Paso a otra cosa, con ánimos caldeados de alegría en Chile y sombríos nubarrones en el Plata. Chile fue mejor, mucho mejor a momentos, en la Copa América, porque ha sido un conjunto que disputó un premio, no un grupo de segundones girando en torno a un sol. Que Messi es gigantesco jugador no hay dudas, pero que es débil de carácter, tampoco. Y ese mal argentino, el de una sociedad que por siempre se ha creído superior a sí misma (ni decir a los demás), que cree que las cosas se dan gratis, per se, por elección divina, trae consecuencias. El talento no quita la soberbia, y la falta de cojones, peor.

Se preguntan por qué en tantos años, con semejantes  jugadores, Argentina no gana un campeonato. Porque carecen de espíritu. A pesar de que la economía le señaló que no estaba por encima de otros y que era un país tercermundista, décadas de educación acerca de su singularidad, grandeza, blancura quedan como resabios de un pueblo mimado (al que quiero mucho siendo mi madre de allí). Eso pesa; sucede con sus tenistas que alcanzan casi la cima y se derrumban porque no tienen fortaleza espiritual para aguantar el embate de las dificultades, los obstáculos que el hombre común encuentra.

Quisiera decir que estas afirmaciones son injustas y no. El hecho de ser gente que cree en mitos, que los inventa, recrea e inmortaliza, obliga a pensar que por ello se creen exentos de esfuerzo, que el solo hecho de ser únicos basta y sobra para la victoria. Da la sensación de que hay siempre un ser superior que vela por su muchedumbre, un ángel de la guarda que no los abandonará. No otra cosa cosa son los iconos del general cornudo, Perón, y su damisela Eva; de Maradona y ahora Messi. El juicio racional no se permite en cuanto a ellos (en general). Basta la presencia o el nombre para inventarse ilusiones. Pena.

Encontraron a un Chile aguerrido, orgulloso, petiso, moreno, lampiño, de marcadas diferencias con el rival argentino. Por ellos fueron vencidos, a quienes incluso la derrota no les hubiese quitado lo altivo. Chile, a pesar del llanto, habría sonreído con el segundo puesto. Argentina no, y siempre lo mismo: cabezas gachas, lloriqueos, la falta de hidalguía de Messi con sus compañeros y con los rivales. Qué diferencia con el gran húngaro, Puskas, el mejor jugador del mundo y de la mejor selección en aquel año 54 después de la guerra. Hungría perdió ante Alemania; lo impensable sucedió, la ilógica. Pero Puskas se acercó a felicitar a los alemanes, a darles la mano, no como Messi que dejó la imagen de un cagón caprichoso, para quien fallar el penal le destrozó la vida. El nene está triste; el nene no quiere hablar; el nene no toma vino…

Sobreprotección. Si lo sabré. Madres argentinas que son el sueño de cualquier hijo. Mammas italoamericanas abrazando a los vástagos, cobijándolos entre las tetas. Mi padre, no sé si con certeza o no, marcaba este punto llorón en el absurdo conflicto de las Malvinas: los pobres nenes lloriqueando mientras los pasaban a cuchillo.

Fuera de simples impresiones tiene que haber explicaciones sociológicas, históricas, psicológicas, al respecto. Hasta entenderlas y superarlas pasará mucho tiempo y esta generación de estrellas, Messi el mejor, entrará en los anales del fútbol sin galones.

¿La solución? Renunciar… Parece broma.
27/06/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 28/06/2016

Fotografía: Getty Images/World Cup Final, 1954, Berne, Switzerland, 4th July, 1954, West Germany 3 v Hungary 2, West German captain Fritz Walter receives congratulations from Hungarian captain Ferenc Puskas after the match.

2 comments:

  1. “Que se vayan todos”, debería ser la consigna como aquella vez de la crisis política del 2001. La selección argentina es de una mediocridad alarmante, que se ha maquillado con algunas victorias y la presencia de Messi. Como bien mencionas, siguen anclados en sus mitos y salvadores. Cansina resulta la comparación con Maradona, a la espera de que el rosarino les obre el milagro de obtener otro campeonato en vez de ponerse a trabajar con seriedad y ahínco. Los errores comienzan desde el planteo inicial: a quién se le ocurre nombrarlo capitán cuando todo el mundo sabe que Messi va a su bola, como una suerte de autista del fútbol. Luego su melancolía e impotencia se contagian fácilmente a sus compañeros. Argentina necesitaba un caudillo con urgencia y no lo hubo, pese a los esfuerzos de Mascherano. En el bando chileno los había a patadas, desde Alexis hasta el último defensor, se los comieron crudos casi en todas las disputas de balón. El fútbol es un estado de ánimo, ya decía alguien, y se vio mucho de aquello en la final. Ahora lo otro, de escarbar en la sociología, ya es otro tema. Saludos.

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    1. Toda la razón, José. Lo que Argentina necesita en la capitanía es un señor como Perfumo, un caudillo como Carrascosa, y hasta aceptaría a Passarella. Que genios como Messi los hubo muchos en la Argentina, habilísimos con la pelota y menos melancólicos: Bochini, Houseman y Ortiz por nombrar algunos. Y Alonso, como estrella rutilante. Saludos.

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