Como para Hitler,
parece que el milenio evista se evaporará en el sol. No necesitará guerra: hay
mil años y mil años, vanidades gigantescas de amplio estrado y megalomanías no
acordes con la pequeñez de su espectáculo. Claro que la bacteria populista no
ceja y se multiplica por todo lado. La extrema derecha masista se refleja en la
europea, en la actual estadounidense con el monstruoso Donald Trump y solo es
cuestión de tiempo, como sucedió en América Latina, en que el fascismo “electo”
se encarame y desvanezca la esperanza de que un día mejoremos. Al menos existe
la satisfacción -entre nosotros- de ver derrumbarse ídolos de barro cada vez.
Asquea el circo
en que la elección norteamericana se ha convertido. Con Sanders, también
populista aunque de otro rebaño, se discutía de asuntos trascendentes para cualquier
nación. Con Trump no se discute de nada, se chismea, inventa, difama. Sus
apetencias sexuales, ídem a las del glorioso curaca, lo reafirman entre una
grey de excluidos, arribistas, maniáticos, lambiscones y maleantes. Da para
pensar que los religiosos conservadores del norte, tanto o más fanáticos que
los musulmanes del Estado Islámico, condonen las acciones del candidato
republicano y presten oídos sordos a lo que para otros pecadores significaría
infernal condena. Poca solidez de creencias e ideas. Mucho subjetivismo
interesado.
El presidente
boliviano, el mismo que desliza dedos regordetes en costados de reinas de belleza
adolescentes, entre “trivialidades” peores, se desespera por hallar la piedra
filosofal. De inicio creyó en un aura mágica, en la protección de dioses
ancestrales que devinieron pilares de su total ausencia ideológica, sustentos
del aire. País de magos y de cojudos, qué lástima, se permitió esta burda
hechicería que aspira a convertirse en eternidad. De eso se aprovechó, del cuenterío
fantasmal de los mestizos perdidos en sus propias sombras. Tuvo la destreza de
captar estas ambigüedades y utilizarlas en su beneficio. Ahí le añadió hinojo y
sulfuro, alcohol y sobre todo coca. Tejió su milenio en base a productos que
perecen, en apariencia. Detrás estaba el conjuro del narco, la sostenibilidad -no
eterna- de la droga.
Tiene suerte el
Amo, y apoyo de personalidades para quienes tal vez no sea otra cosa que un
divertido muñeco del folclor local. En suma a quién le importa lo que nos pueda
pasar. La importancia de Bolivia no excede un mar salado y la posibilidad de
conseguir buena cocaína a excelente precio. Fuera de ello, nada. La
parafernalia que lo rodea, los mitos formados y el aura novedosa de cambio, no
existen. Hay un pajpaku disfrazado y una corte de milagros con aires de
carnaval. Incluso así, con una farsa, se adueñaron de un país y lo expolian
hasta el cansancio. Pero hasta para los bufones viene la realidad, y esta se
acerca peligrosamente a la cueva de la alimaña de donde la sacará obligada y
por fuerza.
Expliquemos: la
droga del Chapare es algo real, pero incluso ella no puede sostener por sí sola
un enrevesado complejo como viene a ser un país. Es temporal la situación de
creer que un Estado es un sindicato. Ahí radica la debilidad del fascismo
aymara. Cuando este elemento pierde, o va perdiendo, puntales que lo sostenían,
tropieza con que la única alianza que pronto ha de quedarle es la de la
ilegalidad. En ese momento asoman los problemas, y vecinos como Chile,
Argentina y Brasil comienzan a vocearlos por el mundo. Cualquier intento de
subvertir el desenlace fracasará: el juicio de La Haya, el Silala, el gas,
todo. Evo Morales se va quedando solo. Si fuese Carlos V, emperador, podría
darse el lujo de la melancolía, de purgas sangrientas y ventosas para el
alivio. No lo tiene.
Como dice Roberto
Saviano, nada va a detener el negocio del narco. Este buscará sus propias respuestas
que no pasan por individuos ni dioses. Comprenderlo diferente acarrea desgracia.
Hay gente que tuvo la oportunidad y la despreció. Allá ellos, que mal rayo los
parta.
17/10/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 18/10/2016
Es evidente que el folclórico Reich aymara se tambalea por haber erigido el tinglado sobre bases ideológicas que son solo humo de colores y confetis, que distraen al vulgo por un tiempo, pero no se puede vivir de espectáculos permanentemente. Llega el momento en que hasta los bufones ponen cara de serios por fuerza. Como se acabó el chollo de las rentas de los recursos naturales, los aliados clientelares poco a poco se hacen a un lado o se vuelven encarnizados enemigos (como los cooperativistas). La “década dorada” que supuestamente había puesto al país en vías de los países industrializados (con Linera jactándose de que pronto nos igualaríamos a la economía chilena), fue otro ingenuo y disparatado sueño con fuegos artificiales chinos. De esa supuesta grandeza alcanzada qué mejor ejemplo de chapucería que la mostrada por el colapso del escenario en Santa Cruz para recibir a los de Aerosmith. No estamos listos ni para organizar conciertos importantes y ya nos creemos hasta potencia espacial. ¡Qué divertido es este paisito!, dirán los de afuera. Saludos.
ReplyDeleteNada que añadir, José, a tus palabras. Abrazos.
DeleteNADA PARA AGREGAR. INSPIRADO HAS ESTADO, QUE BIÈN LO HAS REDACTADO Y QUE CLARO HA QUEDADO.
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