Llegó y pasó el
esperado segundo debate de los candidatos a la presidencia de los Estados
Unidos. Aunque los años han enseñado que nunca, o casi nunca, se disecciona lo
importante en ellos, esta vez el criterio fue tan pobre, tan mezquino y vil,
que parecía una parodia tercermundista entre gamonales dispuestos a no ceder
terreno en sus prerrogativas.
Cierto que fue el
Evo Morales gringo, Donald Trump, quien puso a semejante altura el nivel de
esta conversación “con el pueblo”. Semejaban dos matronas desquiciadas y
avejentadas tirándose sapos y culebras una a la otra, ya que el candidato
republicano se meneaba y gesticulaba no muy masculinamente. Hillary Clinton es
aburrida, nada interesante, sospechosa, si se quiere decirlo así, de no estar
diciendo la verdad. La acusan de ser otro “halcón” por las aspiraciones
guerristas que la caracterizan y quién sabe lo que espera al mundo en el caso
Siria-Irak de llegar a la presidencia. En ese sentido, el de denunciar al
gobierno Obama de haber creado el monstruo del Estado Islámico por políticas
erróneas, a Trump no le falta razón, claro que él no ofrece una contrapropuesta
que evite la sangre. Por el contrario, ensalza la lucha de Assad y Rusia
(dudosa) hacia ISIS mientras que de manera no muy cristalina asegura que
destruirá al “enemigo”.
Reagan, Bush,
Quayle, y otros políticos norteamericanos de las últimas décadas no brillaron
por inteligencia. Estados Unidos es un país formado en su mayoría por gente
trabajadora, pudiente gracias a las coyunturas internacionales y de riqueza
interna, pero con escasa educación. Ese grupo, homogéneo en ese sentido, se
dejará engatusar con los reality shows de Kim Kardashian o basura similar.
Pueblo subido al Cadillac rosado de Elvis y que vive todavía un sueño, por una
parte, y está lleno de nostalgia (el sector empobrecido) por otra. Fantasía,
ilusión, de todos modos, y riqueza (así esté ya evaporada), tres ingredientes
perfectos para la megalomanía colectiva que parió a Reagan y Bush y se
reencarna en el magnate del peluquín inmóvil. Ellos en el poder del mundo y con
el botón de la destrucción masiva debajo del pulgar.
Hay gente muy
capaz en la prensa norteamericana, pero incluso esta cae bajo las reglas de un
juego superficial. Da la impresión que los debates no forman otra cosa que
parte del espectáculo. Cuando en EUA se va a ver un partido de baloncesto se
está yendo a un show de luces, música estridente, bellas mujeres emplumadas
levantando las piernas. Cada evento deportivo recrea el can-cán del oeste al
que nos acostumbraron los westerns. Las piernas distraen tanto la historia que
se hacen parte indivisible de ella.
Trump será
derrotado por situaciones ajenas a la política, como ya ha sucedido tantas veces.
En una sociedad pechoña las apetencias sexuales desmedidas, y que se hacen públicas, bastan para terminar
cualquier carrera. Tal vez hoy sea un caso especial y la masa, la “plebe” que
detesta Hillary, está dispuesta a aceptar las desviaciones de su candidato como
única manera de aferrarse a un futuro esplendoroso… y falso. El populismo es un
mal natural y colectivo, extendido con amplitud en todas las sociedades. El
riesgo en un país poderoso como este es que cualquier veleidad del caudillo
puede acarrear catastróficas consecuencias para el resto del mundo. Ahí está
Putin, enloquecido y ensoberbecido, dispuesto a crímenes de lesa humanidad y lo
que fuere con tal de reavivar la llama de otra ilusión fracasada: la comunista.
Mientras se lo permitan, lo cual va para largo.
Rafael Correa
afirma con hiriente vocecilla que lo mejor para los de su especie, ratera que
no política, en la América Latina sería la presidencia de Trump. Entre vedettes
se pueden sobar los hombros con facilidad; quizá se refiera a eso.
10/10/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de Sierra), 11/10/2016
Es una pena que la señora Clinton pueda finalmente hacer historia, dentro de la política norteamericana, no tanto por su condición de mujer sino porque tiene como contrincante a un bruto machista y megalómano ignorante como Trump. Mala señal para un país supuestamente civilizado el tener que elegir el mal menor. Todos creíamos que con la elección de Bush Jr., el coloso del norte había caído lo más bajo posible. Sin embargo, la posibilidad de que Trump gane (y aunque pierda la votación será reñida) nos da una idea de cuán atrasada, ñoña e infantil parece ser la sociedad norteamericana en su conjunto. Un mundo gobernado por Trump, Putin, Erdogan, Kim Jong-un y demás sátrapas locales suena a pesadilla con tintes apocalípticos. Paradójico que en la Era de la Información la humanidad dé señales preocupantes de retornar a una nueva barbarie. Saludos.
ReplyDeleteGrave riesgo que se corre, José, porque incluso sin ganar Trump hay toda una multitud que lo sigue y que no se va a extinguir con él.Estuvo siempre latente pero hoy se ha destapado. Un futuro de divisiones étnicas se vislumbra; la estupidez acecha para subirse al podio y desde allí mandar y exigir. Saludos.
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