Friday, June 29, 2018

Infierno 11


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Pues héme aquí, debajo, mirando a través del hielo la gente arriba.

Resulta que caminaba ayer por el lago Ontario, congelado, y creí que podía saltar porque sentía que quería hacerlo. Mi compañera sugirió lo contrario. No seas loco, dijo, ya es febrero y el hielo no soportará.

Ahora, miro los pies de muchas personas, zapatos y botas a cual mejor y más caro. Me buscaron, pero a esa profundidad y con tal frío nunca me hubieran hallado. Desistieron.

Lo que no saben es que acá, debajo, a pesar de tanto cristal congelado por encima, hay vida. Perdí la voz, cierto, y el movimiento. No los ojos. La pérdida del tiempo, del factor horario, pensé que equivaldría a tragedia en mi vida y ya no. Si fue ayer o hace años que caí, que observé a Fernanda desesperada asomada al hoyo, no puedo afirmarlo. Miro, de cuando en cuando (por la luz supongo llegó la primavera) una viejita que deposita flores por donde caí. Me recuerda las brujas de Blanca Nieves. Tanto de eso, diría, si supiera el paso de los días. Desde que ya no duermo, que mis pupilas quedaron fijas contemplando el mundo de arriba, dejé de contar. Con qué dedos lo haría, me pregunto, si en realidad todo lo que parece es que soy es una mirada eterna hacia un mundo que se fue. Muy simple, pero extraño, no hay pesadumbre.

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Parte del libro de Cuentos y cuadros, de la pintora Ejti Stih, Santa Cruz de la Sierra, 2018

Imagen: Cuadro de Ejti Stih sobre el que se basa el texto

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