Monday, March 25, 2019

La literatura en la historia, o al revés


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Debiera mencionar el nombre de Rafael Sabatini en el título, porque el texto es resultado de impresiones causadas por la apasionante novela "Scaramouche, hacedor de reyes", obra de 1931 y secuela de la original "Scaramouche", del año 21.

El azar me llevó a comprarla en una de mis visitas diarias al centro cochabambino, donde aún se pueden encontrar buenos libros en medio de un mar de comercio, dólares, euros, comidas que crecen como plantas alrededor de un elefante que perece (el ya oxidado edificio de Correos).


La pesadez del tiempo, el vacío que nos arrebató a todos en la familia, me obligó a desechar la seriedad de escritos que requiriesen juicio y seso. Preferí un relato de aventuras, yo que tanto he amado a Dumas, para levantar el ánimo y convertirme en espectador intruso -y pasivo- del ayer. No me arrepentí en esta primera y única incursión en la obra del autor inglés.


Muchos, exceptuando a Dumas, fueron olvidados. Pero la paradoja de la explosión tecnológica, todavía incipiente en crear sus propios héroes contemporáneos, se ha volcado hacia el pasado en su búsqueda de ellos, convirtiendo a los caballeros en titanes híbridos con poderes especiales dotados por los avances modernos. El héroe de aventuras retornó, y el devenir de la historia se debe en grande al accionar individual de seres magníficos, generalmente magnánimos, de imborrable impronta, como en la vieja literatura.


André-Louis Moreau, que en la sombra encarna a Scaramouche -representado como el original del teatro italiano con una máscara de puntiaguda nariz- retorna a París del autoexilio en Coblenza, Westfalia, con la misión de abonar el terreno para el regreso de los Borbones al trono francés. Sabatini, con maestría, mete a su personaje dentro de reales hechos históricos y lo hace funcionar de tal manera que parecería que gracias a él, y a un número vasto de asociados con sólo un par de visibles cabezas, los revolucionarios y "terroristas" del 93 van minando su poder y cayendo irremediablemente en la desgracia, a las manos del gran Charlot, célebre verdugo del "Barbero nacional" (la guillotina).


Comienzan los girondinos, de quienes Moreau (y sin duda el autor) afirma que eran los más peligrosos por su moderación que hubiese establecido una sólida república; les siguen poderosos aliados de Robespierre: Chabot y Basire; luego los hebertistas, ávidos secuaces del terror destruidos por Dantón. Cuando Scaramouche fragua la trampa que dará en tierra con la testa del terrible Saint-Just, y por consiguiente del Incorruptible, el argumento retorna a la deliciosa trivialidad del amor y la intriga, que finalizará las actividades subversivas de Moreau y también las aspiraciones del duque de Orleans, presuntuoso e imbécil Borbón que se decía Regente de Francia, ya descabezado el rey.


Es tan veraz Sabatini que se podría creer que hubo personaje tal manipulando los hilos de la historia para desequilibrar aquel inmenso proceso social de la revolución francesa. No implica desmerecerla; por el contrario, aviva el deseo de conocimiento sobre asuntos y personalidades, hallando fidedigna la información del artista, que esos años dramáticos, efímeros y sangrientos, debieron su fin, entre otros, a males que señala.


Recuerda a Dumas, a través del cual pasa Francia en su gloria; a Alfred de Vigny, al mismo Hugo; a Paul Feval y a autores "menores" como Miguel Zévaco (activo anarquista y folletinista a la vez), hablando de los "historiadores". Y en la aventura, a Verne, Salgari... a Anthony Hope con "El prisionero de Zenda" que, notablemente, tiene con Scaramouche y con Cyrano de Bergerac, y recreando a Molière, la característica nariz en punta.


Los casos de literatura/historia son incontables. Creo que el título excede lo dicho. Como digresión anoto que el ambiente de la Francia revolucionaria guarda similitudes con la Bolivia de hoy. Por supuesto que Morales no es Dantón, ni García Linera Saint-Just; ni que hablar de Robespierre, en verdad incorruptible y, como tal, personaje insólito, imposible para Bolivia. Las situaciones de malestar social tienen características afines en todo lado, y la moraleja de la Francia de Sabatini en relación al país es que la gula de la corrupción, añadida al narcotráfico -desconocido en el siglo XVIII- no es eterna, y que el poder, omnímodo como parezca o se crea, peca de mortalidad, y de mortalidad y a veces mortandad, sus representantes.

27/07/10

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Publicado en Ideas (Página Siete/La Paz), 01/08/2010

Imagen: Grabado de Villeneuve/Ecce Custine (Adam Philippe, comte de Custine), guillotinado en 1793

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