Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Sábado en la tarde, dos semanas después...
Llueve. Ha llovido desde el primero de mayo, sin parar. Cayó nieve; seis meses de nieve en este Macondo invernal.
Hojeo los periódicos y leo con placer una crónica de Sophy Roberts acerca de Bakú, capital de Azerbaiján (la incluyo en mi blog).
Bakú, la antigua "París del Oriente", puesto cedido a Beirut en su momento, ha sido siempre una ciudad-puerto de extraña atracción. No sé si en Viktor Shklovski encontré su melancolía, aunque tantos son los lugares del oriente que él pintó con magnificencia de tristeza, que bien podría estar. Seguro en Gurdjieff, en su peregrinar de conocimiento -quizá engaño-, de sabiduría, de misticismo y alfombras que remontan su belleza no sólo al arte sino al misterio.
En George Gurdjieff -a través del cineasta Peter Brook- recuerdo, hablando de las dotes negociantes de algunos pueblos, que el armenio supera al judío, y que al armenio excede el azeri. Lo menciono porque el texto de Roberts apunta al empeño hacia el futuro de Bakú y de Azerbaiján, de la pasión y el desarrollo de los azeris, de un reencuentro con el pasado y de la importancia del porvenir asociado a sus caudales petrolíferos.
Esta vieja villa perteneciente a la Ruta de la Seda combina hoy, junto a los desechos y el hollín que una ciudad industrial posee, "minaretes del siglo XI, casas de baños del XV, y palacios intrincadamente tallados y mausoleos". Hay belleza hasta en la industria. Recurro al ejemplo de Lódz, cuyas negruras amadas por el poeta Julián Tuwim, y rememoradas por Ilyá Ehrenburg, confirman lo que Wladislaw Reymont escribió en "La tierra prometida", que Andrzej Wajda llevó bellamente al cine en 1975, y que el soberbio Joseph Roth narrara en "Hotel Savoy".
Bakú es el Oriente incandescente y el aroma de la ancianidad del Asia Central, así como Europa, o el ojo cíclope que mira desde el Caspio a Europa. Knut Hamsun, que la detestó, escribía: "(...) la ciudad es tan persa que no se la puede llamar europea, y tan europea, que no se la puede llamar persa. Frecuentemente se ven trajes de seda; hay señoras que, por encima de las ropas bordadas a mano llevan chapucerías berlinesas. Señores con trajes de tusor persa llevan corbatas alemanas de algodón abigarrado. En el hotel, preciosos tapetes persas cubrían las escaleras y las habitaciones; las sillas y los sofás tenían mantas persas, pero la madera de las sillas y de los sofás era de las llamas de Viena, así como el tocador, con su tabla de mármol encima. Y el patrón llevaba lentes con molduras de oro..."
Dice la autora de cuán aceleradamente Azerbaiján progresa; será este 2010, asegura, la tercera economía de crecimiento más rápido en el mundo. Como tal, surgen hoteles de lujo, restaurantes gourmet, donde, al ritmo de bailarinas que ejercitan el vientre, se sirve fisinjan (Khoresht-e fesenjãn), comida irania compuesta de pollo guisado en salsa de granada, fruta que el decenio ha consagrado maravillosa por sus dones, y que es parte de la dieta regional por al menos un par de miles de años.
Como digresión personal en cuanto a frutas, tal vez por bíblica herencia donde el pecado aparece en forma de una, tres han causado mi asombro y alimentado mi interés de antiguo: el higo (posible fruto de la perdición humana), el damasco (mejor albaricoque), y la granada, que puede remitirnos a Omar Khayyam o al poeta sufí Rumi en la ciudad anatolia de ensueño: Konya, tanto como a Tajikistán o las rutas y poblaciones casi mágicas que se extienden del desierto de Gobi a Bujara y Samarcanda.
He dejado por un momento la tristeza para subirme al tren que desde casa recorre el mundo. Ya he visto mucho y sin embargo hay tanto por ver. Jamás me haría cliente de un hotel Four Seasons de cinco estrellas en Bakú; no me interesa. Mas sí buscar las fondas que albergaran la historia viva del siglo XX, o las manifestaciones de la antigüedad en la ciudad amurallada, el centro viejo. Prefiero los monumentos patrimoniales a la desmedida expansión de lo moderno, sin ser dogmático. Un día este vagón me llevará en serio a Bakú, y no lo detendrán los helados charcos de Colorado... para siempre.
14/05/2010
Llueve. Ha llovido desde el primero de mayo, sin parar. Cayó nieve; seis meses de nieve en este Macondo invernal.
Hojeo los periódicos y leo con placer una crónica de Sophy Roberts acerca de Bakú, capital de Azerbaiján (la incluyo en mi blog).
Bakú, la antigua "París del Oriente", puesto cedido a Beirut en su momento, ha sido siempre una ciudad-puerto de extraña atracción. No sé si en Viktor Shklovski encontré su melancolía, aunque tantos son los lugares del oriente que él pintó con magnificencia de tristeza, que bien podría estar. Seguro en Gurdjieff, en su peregrinar de conocimiento -quizá engaño-, de sabiduría, de misticismo y alfombras que remontan su belleza no sólo al arte sino al misterio.
En George Gurdjieff -a través del cineasta Peter Brook- recuerdo, hablando de las dotes negociantes de algunos pueblos, que el armenio supera al judío, y que al armenio excede el azeri. Lo menciono porque el texto de Roberts apunta al empeño hacia el futuro de Bakú y de Azerbaiján, de la pasión y el desarrollo de los azeris, de un reencuentro con el pasado y de la importancia del porvenir asociado a sus caudales petrolíferos.
Esta vieja villa perteneciente a la Ruta de la Seda combina hoy, junto a los desechos y el hollín que una ciudad industrial posee, "minaretes del siglo XI, casas de baños del XV, y palacios intrincadamente tallados y mausoleos". Hay belleza hasta en la industria. Recurro al ejemplo de Lódz, cuyas negruras amadas por el poeta Julián Tuwim, y rememoradas por Ilyá Ehrenburg, confirman lo que Wladislaw Reymont escribió en "La tierra prometida", que Andrzej Wajda llevó bellamente al cine en 1975, y que el soberbio Joseph Roth narrara en "Hotel Savoy".
Bakú es el Oriente incandescente y el aroma de la ancianidad del Asia Central, así como Europa, o el ojo cíclope que mira desde el Caspio a Europa. Knut Hamsun, que la detestó, escribía: "(...) la ciudad es tan persa que no se la puede llamar europea, y tan europea, que no se la puede llamar persa. Frecuentemente se ven trajes de seda; hay señoras que, por encima de las ropas bordadas a mano llevan chapucerías berlinesas. Señores con trajes de tusor persa llevan corbatas alemanas de algodón abigarrado. En el hotel, preciosos tapetes persas cubrían las escaleras y las habitaciones; las sillas y los sofás tenían mantas persas, pero la madera de las sillas y de los sofás era de las llamas de Viena, así como el tocador, con su tabla de mármol encima. Y el patrón llevaba lentes con molduras de oro..."
Dice la autora de cuán aceleradamente Azerbaiján progresa; será este 2010, asegura, la tercera economía de crecimiento más rápido en el mundo. Como tal, surgen hoteles de lujo, restaurantes gourmet, donde, al ritmo de bailarinas que ejercitan el vientre, se sirve fisinjan (Khoresht-e fesenjãn), comida irania compuesta de pollo guisado en salsa de granada, fruta que el decenio ha consagrado maravillosa por sus dones, y que es parte de la dieta regional por al menos un par de miles de años.
Como digresión personal en cuanto a frutas, tal vez por bíblica herencia donde el pecado aparece en forma de una, tres han causado mi asombro y alimentado mi interés de antiguo: el higo (posible fruto de la perdición humana), el damasco (mejor albaricoque), y la granada, que puede remitirnos a Omar Khayyam o al poeta sufí Rumi en la ciudad anatolia de ensueño: Konya, tanto como a Tajikistán o las rutas y poblaciones casi mágicas que se extienden del desierto de Gobi a Bujara y Samarcanda.
He dejado por un momento la tristeza para subirme al tren que desde casa recorre el mundo. Ya he visto mucho y sin embargo hay tanto por ver. Jamás me haría cliente de un hotel Four Seasons de cinco estrellas en Bakú; no me interesa. Mas sí buscar las fondas que albergaran la historia viva del siglo XX, o las manifestaciones de la antigüedad en la ciudad amurallada, el centro viejo. Prefiero los monumentos patrimoniales a la desmedida expansión de lo moderno, sin ser dogmático. Un día este vagón me llevará en serio a Bakú, y no lo detendrán los helados charcos de Colorado... para siempre.
14/05/2010
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