Claudio Ferrufino-Coqueugniot
He leído libros desde muy joven pero no tengo idea de lo que es la guerra. En la emigración ocurrieron cuatro de ellas en los Estados Unidos, lejanas. No sé lo que causa en la mente de los que viven en medio de la tragedia. Puedo usar razón, empatía, filosofar acerca de lo que desconozco. He pasado el día entre dos libros disímiles: Lady Macbeth de Mtsensk, de Nikolai S. Leskov, planos de violencia y pesadillas con trazos expresionistas de amor. Por el otro, la placidez de Iván Turgueniev en Aguas primaverales. Verde campiña rusa. Y de sangre bermellón. Vaivén. Péndulo.
Gastão
Formenti, artista italobrasilero nacido en Guaratinguetá en 1894, canta De Papo Pro Ar, hermoso cateretê de mucho ritmo que después
interpretó el gran Ney Matogrosso. Luego escucho Zíngara. A Formenti lo conocí en una fabulosa compilación como lo
eran todas las de Frémeaux & Associés, discos compactos seleccionados. Ese
ejemplar doble tuvo su historia de pasión y abandono como tanto mío. Veré si un
día puedo conseguirlo de nuevo. Me educo en cuanto a la mixta, mestiza, caipira
danza del cateretê, también llamada catira, de los confines del continente de
Brasil, a decir Mato Grosso, Goiás, Paraná, Minas Gerais, Espírito Santo, Mato
Grosso do Sul, Tocantins y principalmente São Paulo, según reza la enciclopedia
virtual.
Ney Matogrosso encabeza una lista de discos y canciones que voy
preparando para mi sobrina nieta. Incluye la música perdida de los judíos de
Transilvania, por el grupo húngaro Muzsikás, el complejo klezmer Chernobyl y a Karsten Troyke y la
belleza de la lengua yiddish. Así como Colombia, Montilla, las noches del
Paraguay, merengue apambichao, Ada Falcón…
Los rusos atacan la región de Kharkiv en motocicletas. Van dos montados;
la cruz de la muerte los enfoca con cuidado. Alocado polvo de imbecilidad.
Mientras tanto, el palacio del zar putino, cerca de Sochi, llena sus paredes de
épica imperial, desde el mítico Nevski y germanos hundidos en lagos de hielo
hasta otras fervientes escenas de supuesto imbatible poder. Borodino. Vi, en el
2018, por última vez en mi tiempo, la estatua de Catalina, reina y amante.
Primero la rodearon de bolsas de arena para que las bombas que caían sobre
Odesa no la dañasen. Después, la ira ucrania la removió del lugar, a ella y a
sus corifeos sexuales. Irá un día, supongo, a un museo, pero dudo que se la
muestre en parques públicos. Rusia ha muerto para siempre en tierras donde
todavía se habla su lengua. Asesinó a su propia gente. A pesar del dolor, nada
hizo tanto por la identidad de Ucrania que este pervertido. Mal le cabrá la
corona en la testa sanguinolenta que arrojarán a los perros. Ni el manto de armiño.
La sombra de Iván Mazepa busca entre los caídos a sus aliados suecos.
Finlandia prepara otra guerra de invierno, Polonia mira con nostalgia la gran
extensión que pertenecía a la república, confederada con Lituania, llegando a
un tramo de Moscú. Eso sin pensar en el sur, en el Cáucaso que solo aguarda
para devorar sus desechos, en Yakutia, república de Sajá. En Tartaria y
Bashkiria. Se arremolinan en torno a la historia futuros que cuentan de antiguo
pasado. Ya China distribuye mapas en donde recobran Manchuria y donde se
renombra a Vladivostok Hǎishēnwǎi, que significa “acantilados del pepino de mar”,
esa espantosa delicadeza oriental que se vende en todo lado. Las bellas rusas
de Khabarovsk, sobre el río Amur, habitan las postrimerías del delirio de su
raza. Gigantescas ciudades chinas van rodeándola. Siberia, después de siglos,
parece que va a cambiar de partido.
La mira ha sido fijada y los motoqueros guerristas arden vivos o duermen
la gloria de un agujero en el cráneo. A ellos les siguen carros de golf que
vienen de Beijing que igual terminan calcinados. Se supone que las motos tienen
el mismo origen, ahora que el zar, bastante pequeño al lado de su amo Xi, ha
decidido venderse a precio de meretriz enana, lejos, muy lejos, de Pedro I
Romanov.
Motocross hacia el infierno. Festejaremos pronto en las calles, con
combos a destrozar adustos rostros en piedra de la maltrecha y embaucadora
nación de los soviets, esa que sigue enviando mujiks al matadero mientras los
señores navegan el Mediterráneo. Habrá lugar, ojalá, para su emblemática furia.
Traspasar el castigo de su mísera ignorancia a los nuevos boyardos y extinguirlos
hasta allí donde alcance. Sabemos que la historia se reacomoda y que los
patrones resurgen y se entronizan vez tras vez, pero existe el intervalo del
sacrificio, en toda circunstancia y lugar, y en él hay que colocar en pira
funeraria a la aristocracia comunista, oligarca, fascista y quién sabe qué
otras denominaciones sirvan para esta organización criminal. No les sirvió el
ejemplo de Qadafi. Pues a reanimarlo. Que al pelele ruso lo paseen encima de un
palo, digno de martirologio medieval, a cuanto más sangriento, mejor.
La catira se mueve entre golpes de manos y pies, rítmicamente. A
diferencia de Francis Ford Coppola que reflexionaba sobre Wagner con napalm,
sugiero para Ucrania el festivo trópico y la catira es buena elección. Cierto
que caen bombas planeadoras (glide bombs) en las calles de la magnífica ciudad
de Járkov. Tiene que llegar el momento, imprescindible, en que haya fuegos
contrarios, desde Sumy y Járkov hacia oriente en una suerte de talión
justificado. Horas de fanfarria y alegría bien merecidas. Paradójico rezar que
el dolor conlleva música, tenebrosa y terrible afirmación. Dios no ha muerto
hoy, falleció ha mucho, ahora se crucifica la razón. Quien no actúe dentro de
esta locura homicida verá cadáveres alrededor. Hay cierta posibilidad de que
con la derrota moscovita se frene en algo el ya marcado destino que devorará
Europa y el planeta. Veremos. Lo cierto es que al fin las Escrituras parecen
haber dado con la antítesis del profeta. Nunca creí que llegara a ser tan
prosaico como un pequeño burócrata del servicio secreto. Se preparan apocalipsis.
China contra la India, ésta en guerra con Pakistán; el sureste de Asia enfrentado al imperio han, apoyados en
Japón y Corea del Sur. Bastante memoria de guerra tiene para recordar Vietnam
respecto a su poderoso vecino. Balcanes insomnes. El final, de larga espera, del
auto de fe del norcoreano orate. Chillará el gordinflón, vivas llamas con sebo
derretido. Pese a quien pese esta retórica de medioevo es ahí en donde estamos.
Falsamente se creyó que el mundo había cambiado. Estamos a pasos de ser
dirigidos, desde la presidencia de Estados Unidos, por un hediondo violador de
cagados pantalones, adicto a la cocaína. Jaurías aguardan dispuestas a
sacrílega antropofagia, mercenarios africanos estupran soldados rusos del mismo
bando que ellos en los campos de Ucrania. No más, hermosa Nathalie, les plaines
d'Ukraine; no más les Champs-Élysées, se acabó la rebelión del jolgorio, se ha
proscrito la ilusión. Es posible que con firmeza, alarguemos unas décadas la
agonía, pero ello pasa por el desmembramiento, literal, del tirano de Moscú. Si
no, se acabó Suiza, se incendiará hasta el pacífico Liechtenstein, y los
hindúes de Londres harán de su bailable bhangra rito mortuorio. Estamos a
tiempo, los sobrinos nietos merecen todavía leer a Severo Sarduy y escuchar a
los Latin Crooners como Gastão Formenti. A Ernesto Lecuona y su bella Siboney.
Música, música para Járkov, alegre y desmesurada, que la venganza asoma con
luces de neón.
27/05/2024
_____
Imagen: Danza campesina/Pieter Brueghel el Viejo, 1568
No comments:
Post a Comment