Wednesday, February 22, 2012

Disipado el carnaval/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lunes otra vez, como cantaba Sui Géneris. Lunes de carnaval, momento en que muchos pueblos olvidan las minucias cotidianas, a veces pesadas, para alegrarse. En Oruro, en Río de Janeiro, en Nueva Orleáns.

Retomar la vida, la realidad tal cual es. De pronto sentir que con Momo se entierran tantas cosas, entre ellas la esperanza. Observar y darse cuenta que mientras unos bailan y coplean al ritmo de bandas, otros, en Pando por ejemplo, ven ahogarse los proyectos junto a lo poco que una vida de trabajo honesto puede dar.

Pesa sobre Bolivia aquella historia, no sé si cierta, de Hilarión Daza cediendo el Litoral por continuar la fiesta. Baldón inglorioso que fuera de su veracidad retrata cabal una de las tantas desdichas de la nación (término tal vez ya inservible pero que vale para el texto). Se podría creer que luego de más de una centuria la misma historia se habría encargado de reformular las aproximaciones nuestras a la vida, el desarrollo, el progreso, cualquiera de las infinitas ramas en donde se puede observar crecimiento y madurez de los pueblos. Parece que no, que en vano pérdidas territoriales, etcétera, el camino de la inconciencia nos ha sido marcado como estigma. No lo creo, pero para los que gobiernan, los que siempre han gobernado, resulta cómodo e instrumental.

He leído que Daza fue incomprendido. Se pueden analizar los hechos desde diversas perspectivas. Quizá ese gobernante tiene la desgracia escrita de ser el chivo expiatorio de los desmanes generales. Nada tengo contra la fiesta; al contrario pienso que alegría, baile, sirven muy bien de alivio pero no pueden ser característica. Viene el ejemplo de Brasil, de un país que vive un mes intenso de carnaval y el resto del año se la pasa preparándolo, dicen. Falso. Revisando a John Dos Passos, que retrató al gigante en ciernes, caemos en cuenta que por encima del jolgorio hay la estructura del trabajo, que los brazos que se agitan desnudos en las idílicas playas también agarran el torno y el estudio para fundar. No solo en Dos Passos, y no solo por su potencial extraordinario. Hay una idea, un plan.

Cada cual vive lo suyo de acuerdo a los antecedentes con que cuenta, y no podemos esperar de Bolivia un Brasil. Sin embargo existen patrones que muestran con claridad el futuro de acuerdo a los rumbos que se toma, y el nuestro no parece de los mejores. Muerto el carnaval, la fiesta como institución temporal, se debería volver al cauce de la labor diaria y la paulatina construcción de la mejora personal, expandida a la colectiva. ¿Pero ahí cabe la pregunta de si en Bolivia trabajar tiene premio? Los números del pequeñísimo porcentaje de desocupación que ofrece el gobierno no reflejan la verdad. No se puede considerar con trabajo a quien pasa el día vendiendo dos amarros de cebollas, ni tampoco es ocupación la economía informal en general. Parece que viviésemos en un lugar prestado, que cada vez produce menos y donde todo lo que gira alrededor viene de afuera, incluso la comida ahora.

Síndrome de carnaval, síndrome carnavalero. No pongo a propósito los signos de interrogación. No mientras no se genere riqueza propia y bien distribuida. Pena que ahora que perece el entretenimiento no quede otro panorama que el de entretenerse más.
20/02/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 22/02/2012

Imagen: Máscara casera de diablo

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