Claudio Ferrufino-Coqueugniot
He visto un cuadro. Representaba un paisaje de alguna región de Francia. El trazo y los colores eran agresivos, desusados. Expresionismo de alto nivel, casi con la fuerza de Vincent... Al pie, leí el nombre del autor: Chaim Soutine.
Conocía pinturas de Soutine; sobre todo de la serie titulada "pasteleros". Hombres con rostro de tristeza alargada, como lunares al centro del color. Rojos impresionantes, sangre de la paleta...
El lituano Soutine había nacido en 1894. En la primera década del siglo se trasladó a París, donde moriría en 1943. Su vida no fue sencilla. La indigencia acompaño la soledad. Durante la peor crisis, Modigliani lo presentó a marchantes que le compraron telas. la bohemia es dolorosa pero el genio lo es más aún.
Superfluo decir que la buhardilla que habitaba era húmeda y malsana. Cien trabajos diseminados en el espacio. Pared gris, cielo gris, cómo no grises las manos...
Un parque. París que se extingue para ser otra ciudad, más cruel, al día siguiente. La sobrevivencia de la mirada que se filtra en los escaparates de comida. Y quizá el amor; las prostitutas paridoras que se han pintado la cara de blanco y juegan a ser muertas.
La mano delimita las cuencas de un semiespectro. Chaim Soutine se dispone a pintar. El caballete flota en el vaho mientras el artista presume del canto de su silencio. Perdura un poema de colores sobre el burdo mantel de cocina. La Lituania ya no está. Un carruaje trota en el empedrado...
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Publicado en TEXTOS PARA NADA (Opinión/Cochabamba), 1988
Imagen: Chaim Soutine/Liebre con tenedores
Sunday, January 3, 2016
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