Tuesday, January 24, 2017

La Casa Negra/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Negro es el color asociado al mal. Vendrá de la noche que trae miedo. Claro que en el ¿desarrollo? de la humanidad sirvió para catalogar incluso razas: el negro lo es porque carga pecado…

¡Qué difícil ha de ser para Donald Trump tener el busto, bien negro, del doctor King en la Oficina Oval, esa donde se decide la supervivencia del mundo! Por ahí se dijo que la figura había sido removida; luego reapareció. Sería una pésima jugada política hacerlo. Estará mirando el santo que no era muy santo y sí humano, desde la espalda del peluquín infame que se posesionó del lugar, cómo marcha el país, que ya, a tres días de su inicio, ha comenzado a desfilar con paso de ganso. No mejor muestra que el pequeño secretario de prensa, exaltado nazi de calcetines rosados, mintiendo de manera flagrante acerca de la famosa e inexistente mayor multitud “jamás vista” en la posesión del 20 de enero y atacando a la prensa.

Trump es Cristinita Kirchner, Evito Morales, el tenor Correa, el nuevo Somoza: Ortega, los Castro y el resto multiplicado por cien. Los populistas del siglo XXI, los del fin del mundo, quedan opacados ante la avalancha de su misma retórica en un país poderoso, armado con bombas nucleares. Las características que los hacían “únicos”, a los del sur, viajaron hacia el norte dejándolos en su limitado y triste mundillo tercermundista. A lo sumo podrán aspirar a recibir la venia del rubicundo caudillo de los Estados Unidos y echarse a los pies para recibir bendición.

Este cambio geográfico de un mismo discurso, de la exacta copia en el trato de la información, en el temor a la prensa y las libertades, en el racismo que va de un lado y del otro, muestra que la infatigable “izquierda” latinoamericana no había sido más que burdo plagio del maestro de todos, del de Trump, Lula y Morales: Adolfo Hitler.

Ya es difícil bregar con las opulentas oligarquías en nuestros países arrasados por miseria, sequía, polución, para tener el serio problema de un caótico, con visos de travieso en el peor sentido, plan de destrucción masiva, más dramático y peligroso que la locura del líder norcoreano y la guerra del Oriente Medio: el sacrificio del mundo a través de la liquidación de la protección medioambiental. Los números que maneja el novato presidente de USA para convencer a las multinacionales de trabajar de manera local son aterradores porque oferta el total descontrol en cuanto a regulaciones ambientales, el olvido de derechos laborales y cuanto pueda venir de ello. Todo bajo la estúpida mirada de la mitad de la población votante que todavía cree en hadas -armadas de carabinas- y en que la llegada de este al parecer último y auténtico Anticristo traerá por fin el paraíso, blanco e iletrado, mugriento y perezoso.

Los periódicos norteamericanos calificaron de “oscuro” el discurso inaugural de Trump. Se viene, deducen, la guerra económica, una en la que los que saldrán peor parados serán los trabajadores que votaron por él. Claro que el hombre tiene oficio en el arte de manipular y juega con las emociones de gente en cierto sentido desesperada. Pero la economía se maneja por encima de subjetividades. Trump lo sabe, decreta para sí mismo y el entorno billonario alrededor. Por un tiempo podrá mantener la figura de que se está logrando algo, meses en que las ganancias de los ricos alcanzarán enormes figuras, hasta que se caiga y retorne a la cruda realidad del fracaso. Para entonces, si las instituciones en apariencia sólidas no se defienden, habrá llegado el momento de resbalar hacia la sima como país.

The Donald, hombre con distintivo corte de cabello, así como Hitler era reconocido por el flequillo, entró a una mansión construida por esclavos en mármol blanco en ironía infinita. Si ha de quedarse allí, y cuánto, no sabemos. Solo que el viento parece cambiar de trayectoria y los blancos bloques de los muros transformarse de pronto en mármol negro.

23/01/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 24/01/2017

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