Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Cuando el joven
futbolista togolés Kokou Guy Acolatse firmó para el FC Sankt Pauli alemán en
1963 hubo conmoción. “La gente tenía miedo”, cuenta un cronista. ¡Y cómo no! A
pesar de la derrota alemana en la guerra, o las dos guerras, el sentido de
orgullo racial permanecía incólume. Debacle no implica razonamiento, y la
aparición de un jugador de color tocaba algo que no estaba en la costumbre. Por
tanto, produjo rechazo. Quedémonos allí, en esa primera impresión.
Hace unos días,
en un partido amistoso y notable, jugaron Inglaterra contra Francia. Ganaron
los últimos por 3 a 2, cosa que no tendría mayor importancia que la estadística
si no pensáramos en que fue año electoral en la Galia y que, por un momento, se
temió la victoria de la derecha bajo el mando de Marine Le Pen. Esta señora
representa los intereses de la Francia que se creyó decapitada el 93 (el de
Hugo) y que pervive, y muy sana, más de 200 años después. Muchas pueden, y
suelen, ser las razones esgrimidas para conservar una “pureza de raza” que no
existe, peor en un continente asolado por conflictos e invasiones constantes.
¿Pueden los alemanes declararse puros sin examinar si en el trasfondo hay algún
soldado ruso que tomó las instrucciones de Zhukov antes del embate final al pie
de la letra? Ideología, absurdidad o pura estulticia. ¿Por qué, me pregunto,
los Le Pen y sus afiliados no conforman, o luchan por conformarla, una
selección francesa sin extranjeros? Por la simple razón de que la hibridez, la
nueva sangre, son motores de desarrollo y que el aporte de los inmigrantes en
cualquier país del mundo es siempre mayor que los desmanes que causen.
Bret Stephens
escribía en una columna de opinión del New York Times (17/06/2017) que a los
Estados Unidos solo podía salvarlos la deportación en masa, parafraseando, pero
en sentido contrario, a Donald Trump, y aconsejando que se deportase a los
“americanos” de siempre para dar paso a los inmigrantes que según las
estadísticas son los que proveen al país cada vez más con pequeños negocios,
que intentan progresar y aprovechar las ventajas de que carecían en sus países
de origen. Pujanza versus indolencia. Dinámica contra negligencia: esa es la
presencia inmigrante en un país en que la gran masa votante de Trump poco hace
para que EUA sea “great again”, y que espera, como maná del cielo, que el
gobierno blanco alinee las estrellas en su favor y borre el sacrificio y traiga
la alegría. Así no son las cosas. Trabajar como sus antepasados, inmigrantes
también, es la única posible solución.
Volvemos a ese
3-2 contra los ingleses, que también tienen su parte en esta historia de
hibridajes y ciudadanos negros, mestizos, indios y otros que patean la pelota
bajo el emblema de los 3 leones (uno de los Plantagenet y dos desde Ricardo
Corazón de León). Los goleadores de Francia no apellidaron lo que Marine Le Pen
hubiera querido para una victoria “nacional”. Fueron Umtiti, Sidibé, Dembelé,
sonoros nombres africanos originados entre Malí, Senegal, Mauritania y Camerún
(aunque esta última región fuese originalmente colonia alemana y no francesa).
No es que no haya jugadores de calidad en Francia cuyo nacimiento y ancestros
no los remontan a la historia que se quiere reivindicar, pero el universo es
dinámico y no podemos aislarnos de tal manera que terminemos siendo obsoletos.
África en las últimas décadas ha dado un soberbio influjo al fútbol europeo,
así como los extendidos árabes. El espectador, y el deporte, han ganado con
ello. Dejó de ser –África- esa especie de souvenir que fue Camerún en el
mundial de Argentina, 1978, para convertirse en un pilar que a no mucha distancia
de hoy producirá un campeón mundial.
La Alemania que
derrota hoy a Australia, en Rusia, a pesar de ser calificada como el equipo B,
tiene nombres que no suenan en extremo sajones. Hay turcos: Emre Can; albanos:
Shkodran Mustafi; Antonio Rüdiger, de Sierra Leona. No podría ser diferente. O
lo aceptamos o que la señora Le Pen se ponga los cachos y marque goles para
Francia. Poco faltaría para echar el fútbol que dio a Platini y al gran
argelino Zidane al basurero de la historia.
19/06/17
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Publicado en INMEDIACIONES, REVISTA DIGITAL, 22/06/2017
Fotografía: Selección francesa de fútbol con Zinedine Zidane de capitán
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