Monday, February 26, 2018

6 de agosto/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

¿Algo más ambiguo que el día de la patria?  Bien en el sentido de conmemoración de hechos que fueron importantes, decisivos. 

Las victorias de Ayacucho y de Junín decidieron la independencia boliviana, amén de intrigas antológicas por parte de los "doctores". A la larga, Bolívar y Sucre recibieron más castigo de manos de aquellos que liberaron que por España misma. En Santa Marta y en Berruecos, donde murieron los próceres, se consolidó la historia de la traición, que ya se había perfilado con Páez y Santander, con los caudillos peruanos y luego con los eminentes -por descaro- leguleyos y milicos del Alto Perú. Triste pago para un gran sueño.

El seis de agosto, día de la Independencia, siempre fue extraordinario durante la infancia. El Prado de Cochabamba cubierto de multitud de comidas y colores, de olores y brillos entre la gente. Un estrado donde se ubicaban los notables de la ciudad (ninguno duró mucho) y los desfiles que son amenos cuando se los ve de fuera e interminables cuando en colegio  devienen obligación.

El desfile, como la "hora cívica", son características nacionales.  Agradables, lo repito, cuando se tiene el don del desconocimiento y la inocencia. No tanto al llegar el tiempo con su cúmulo de crítica y experiencia. Son el pan y el auge de los maestros. En ambos acontecimientos se desata su furia belicista y patriótica, sobre todo ante el monumento de Abaroa en el mes de marzo. ¿Qué muestra este soltarse en marcha y contramarcha, izquier, izquier, izquier dos tres... o quer dos tres según la fonética? ¿Resalta la característica bélica de un país que se enfrascó en guerra con todos, o el deseo incumplido de que el "glorioso" ejército nacional ganase alguna batalla que no fuese ante indefensos obreros desarmados, mujeres y niños? Tenía razón Eisenhower cuando propugnaba limitar el poder político de los uniformados, algo que no se logró nunca en América Latina y que destruyó el continente. Luego de los gruesos errores de Daniel Salamanca en cuanto al Chaco Boreal le siguieron un revoltijo de amedallados y botudos que desmanteló Bolivia, incluido el falsamente mítico Germán Busch, selecto beodo y pendenciero. 

Hay que crear el mito mientras no existe lo real. Y la historia nacional es la práctica de la mitificación masiva en todos los aspectos posibles, la patria incluida. El mito de la patria y la nacionalidad. La desvirtuación del recuerdo del Libertador más la perpetuación de la mentira. Una patria que parece existir de manera efímera en dos tres días de festejo, donde los más patriotas, los valientes, los que retomarán el mar y etcéteras putrefactos son los más borrachos. Tristes virtudes...

Ahora el Gran Evo, humilde lacayo y amo a la vez del ejército (es prestidigitador de excepción, de don ubicuo y funesto), hará desfilar a las armas en el centro de su oposición: Santa Cruz. Desafío o concordia: nadie lo sabe. Quienes debieran desfilar son los trabajadores, los que roturan las tierras, las mujeres como madres y amas de casa, los que producen y trabajan, no los zánganos coloridos, no los vagos ni los rateros.

El 6 de agosto es día de festividad y alegría. Así lo recuerdo e incluso me gustaba ver desfilar las tanquetas, las bazookas, los lanzallamas. Así crecimos jurando en ello lo correcto. Ya no me interesa asistir, a no ser a comer un buen sandwich de chola... sin quilquiña.
06/08/07

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 08/2007

Imagen: Arturo Michelena/Asesinato de Sucre en Berruecos


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