Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Ya casi lista la
Casa del Pueblo del presidente boliviano Evo Morales. Mínima en comparación con
la misma de Nicolae Ceausescu, tremendo edificio solo superado por el Pentágono
gringo en tamaño. El estilo, clasicismo de sus mármoles, columnata interna, decorado,
apuntaban, y supongo siguen ahí, a una grandiosa expresión de poder y ego. Poco
le sirvió al déspota rumano. Una simple bala demuele construcciones por
soberbias que sean.
Morales aspira a
poco, a un mamotreto kitsch como sucede en las sociedades subdesarrolladas que
intentan emular a las ricas y poderosas. Por supuesto que a la bazofia
arquitectónica, como sucede con cada detalle del régimen, se le adosa un
discurso “intelectual” tan surreal y esquizofrénico como las obras concretas.
Aparte de perenne perdulario, así vista de raso, Morales está fuera de un
contexto que crearía obras maestras en cualquier área. No pasa de ser un
tiranuelo africano/asiático de pequeña visión, o, según diría Churchill de
Franco: “un pequeño tirano de miras estrechas”.
“Presidente
calcomanía” debieran llamarlo, porque su paso puede ser trazado en los dados
por otros, desde Papá Doc hasta Bokassa, sin atisbo de originalidad, tino, y
menos inteligencia. Que es vivo, vivo es, atesora la maña del comerciante y la
avaricia del usurero. No da para más, ni él ni su deficiente pensador García
Linera cuyo intelecto ayuda tal vez para un buen lavado de platos pero no para
hacer historia. Debatir quiere, este último, pero cómo debatir con un amoratado
mental lleno de clichés y anotaciones al azar de lecturas múltiples de fácil
digestión.
La connotada Casa
del Pueblo, igual que la del fusilado en Rumania, destruyó patrimonio
histórico. Piensan los déspotas en su afición por lo eterno que aportan con
otro ladrillo a la historia universal. Heladeros ambulantes, no suelen pasar de
mezclar con cierta eficiencia la crema con la frutilla para vender paletas en el
mercado. De allí a perdurar, a instaurar su nombre entre los grandes, hay un
abismo. Ni toda la plata de la hoja blanca, de la que depende Bolivia, podría
comprarles espacio. Miren sino a Chávez, grandilocuente macaco que sin embargo
aglutinó un público alrededor de algo que semejaba un sueño y que no era otra
cosa que detalle de una mala imitación cubista. Poco duró el comandante. Luego
de lloriqueos y besos al crucificado pasó por una remojada en cera y quién sabe
en qué quedó. Ya ni se habla. Al calvo Lenin el comején le comió las piernas. A
Chávez primero le comerían (o le comieron) la cabezota llena de aire.
Evo Morales,
amante de toda chola, chota, dama y otros menesteres jura que marca hitos.
Estos tipos, él incluido con la horda de rapaces, saltan de la papalisa a la
Coca-Cola, al reloj volcado y niñerías propias de traviesos delincuentes que
carecen de la agudeza de los pilluelos de Dickens o del tono filosofal de
Gavroche. Son miembros de la mara, una sureña, andina, no tatuada pero agresiva
y bruta. Grupo de choque con cerebro de manopla. Desvirgadores forzosos de la
“patria”, alcoholetas toscos y pajpakus de alquiler.
Palacios…
constrúyanlos. Tienen el poder de levantarlos y destruir lo anterior. Para nada
engrandece el acto a individuos carentes de respeto, malabaristas del vicio,
maromeros del mamarracho y el esperpento.
El pueblo tiene
ahora su casa, dicen. Supongo que en la parte de abajo le pondrán boutiques con
nombres en inglés mal redactados, propiedad de los sátrapas y sus procaces parejas,
porque de nacionalismo o retorno al ancestro cultural guardan poco, así
rebuznen con ostentación. Hecho está y supongo que aceptado. Esperemos la
próxima movida del presidente calcomanía, con qué nos viene extraído de los
anales tiranos y presentado como suyo.
Manga de machos
afeminados en el país del absurdo.
21/05/18
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Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 22/05/2018
Imagen: Quentin Metsys/La fea duquesa, c. 1513
El palacio rumano guarda por lo menos cierta estética al contrario del mamotreto masista que es una horrible afrenta al conjunto arquitectónico del centro paceño. Afecto a los lujos como todos los tiranuelos, me imagino que el sultán andino gozará de alfombras persas y Spas refinados para mimar su fofa figura. Aunque para seducir a los turistas adornarán las entradas y pasillos con motivos andinos, a semejanza de sus trajes estilo Mao. Cómo diría el Papirri, tendremos un "ch'enqo total".
ReplyDeleteNo otra cosa, José, que ni siquiera en la estética el masismo tiene visión alguna. Rebotan entre las ideas peregrinas de cada esperpento oficial. Saludos.
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