Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Unos versos y un
cuerpo. Poesía y sudor. En un principio no era el verbo ni flotaba sobre las
aguas. En un principio era el cuerpo y era manantial. Génesis, por cierto, de
todos los días, sin día de descanso. No somos Dios, no podemos darnos tal lujo.
A trabajar o a amar, sin desdén ni pausa.
Vertiente. Rocío.
Laguna y mar.
Tu perfil se
recorta y detrás de ti solo sombras. El espacio y la geografía se reducen a ti.
Concreta, nada etérea, y sin embargo flotando desnuda como novia de Kusturica.
Tu vestido blanco fue de piel tostada, labios que en mi tierra tendrían nombre
de fruta roja y sabor de acai.
Viktor Shklovski
dice que los obuses rebotan sobre el empedado de Kiev. Los caballos pisan con
la efusividad de los de los gitanos de Lorca. Y qué importa. La guerra termina
siendo trivial cuando en un dormitorio hay beso. Los obuses rebotan y se
asientan como perritos falderos en la pared externa. Las huestes blancas y las
huestes rojas chocan y se desangran. Revolución de sables y de ametralladoras
atornilladas a carros de heno. Fue 1921 y allí estábamos, dormida tú sobre tu
traje de novia, tu piel contrastando con la alba luna. Miro por la ventana:
ruido de sables. Adentro estertor de vertientes.
2018
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