Thursday, June 6, 2019

Buscando a Bruno Schulz/ECLÉCTICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

1990. Tiempos difíciles, de guerra y matrimonio. Un atardecer, en la inercia de sábado y descanso, entre Georgetown y Dupont Circle, fuimos al cine. El filme: The Sandglass, el reloj de arena. Magia en imágenes, viaje al interior misterioso del ser, atmósfera de lobreguez, hastío, húmedas hojas muertas de otoño en rocío. Me escucho hablando, la niebla, el recuerdo de una raza desaparecida judía muerta, en cuya sangre se agitaba -y permanecía- la vieja Europa Central más que en sus naciones endémicas. El filme mencionaba un autor, el "Kafka polaco", desaparecido en el diluvio nazi; así quedó, en ignorancia mas no en olvido. Busqué diez años la película, desmemoriado del nombre del director y del escritor en cuyo libro se basaba. El 2001, en otros guerra y matrimonio, en las páginas culturales de un diario del este, anunciaban el descubrimiento de las pinturas perdidas del dibujante y narrador Bruno Schulz, en su pueblo natal, Drohobycz, que fuera Austria-Hungría, luego Polonia, y hoy Ucrania. Por fin lo había encontrado. Al leer el artículo relacioné los hechos y supe que era él. 

Schulz pintó reyes y duendes en la casa del oficial nazi que lo apadrinaba, en el dormitorio de su hijo, a quien el hebreo legó dos tradiciones ancianas, la judía y la polaca, y su imaginación. En 1942, otro miembro de la Gestapo ejecutó en una calle de la aldea a Bruno Schulz, por celos entre oficiales de la ocupación: tú mataste a mi judío y ahora yo te mato el tuyo. En transacción semejante pereció un universo de riqueza artística. The Sandglass, de 1973 y ganadora del Premio Especial del Jurado en Cannes, dirigida por Wojciech J. Has, está considerada como uno de los más bellos ejemplos del cine polaco.

Los cuadros de Drohobycz fueron burda y subrepticiamente removidos, en un acto de vandalismo cultural, por el Yad Vashem, el museo del Holocausto judío en Jerusalén. Hubo conflicto entre Ucrania e Israel que reclamaban el patrimonio schulziano como suyo; para entonces Ucrania iba a declarar el lugar monumento nacional y se encargaba de la restauración de los dibujos que estaban cubiertos con pintura blanca, en un cuartito de la que fuera casa del oficial de la Gestapo y que ahora era parte de un conjunto de departamentos. 

Bruno Schulz publicó en vida dos libros de relatos cortos: Cinnamon Shops, que retomaron los hermanos Quay para su cortometraje Street of Crocodiles, y Sanatorium Under the Sign of the Hourglass, de donde se nutre The Sandglass. No sé si hay traducción española de su obra, aunque Andanzas, de Tusquets, tiene en su catálogo Véase: Amor, de David Groosman, cuyo argumento es la búsqueda de los textos perdidos de Schulz, su mítica novela del Mesías en Drohobycz. 

Cuando fue trasladado al ghetto, Schulz dejó sus manuscritos con amigos no judíos. Jamás se volvió a verlos. Su arte ha sido, quizá como el mismo escribiría, secuestrado por el viento que al volcar las páginas de un libro arrebata las palabras y en arabescos de luz las desvanece. Fragilidad.
11/3/03

Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), marzo 2003

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