Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
A Airam
Goizeder
Segundo
sábado en el Charlie Brown, el bar de Jack Kerouac y Ginsberg. Mismo asiento en
la barra, mismo Raúl (viejo cachondo que invita a la bartender a salir). Dos
mismas Guinness de 16 onzas, y una ligera Stella Artois, belga. En el intervalo
una pizza pequeña. Pido anchoas, no las hay. Impactan ellas la subrepticia
nariz gringa, el olfato. Las reemplazo con chile jalapeño, cubierto el queso de
rodajas verdes y picantes.
La bartender,
no he preguntado el nombre, vestía hace un sábado de negro. Era ninfa gótica
con minifalda. Mostraba las piernas de medias negras cuando subía a bajar el
vodka. Sabía de mis ojos, le quemaban las nalgas, era brasa de San Juan donde
se cuecen las papas.
Ayer
sábado, porque hoy es domingo y por mis muchas ventanas abiertas aprendo lo que
guarda el color negro: te encierra. Por eso tal vez el luto, por vivos y
muertos. Ayer sábado, la noche de las diez estaba calurosa y ella tenía una
blusa que descubría lo más hermoso de la mujer: el vientre, el ombligo, finisterre
y comienzo, la vida y la muerte. Brazos tatuados, la espalda, el cuello, el
nacimiento del pecho con sostenes oscuros. Pechos pequeños, como copas de
Martini y aceituna verde. Falda larga, mandil de cintura, rápida, eficiente,
sonriente, los dientes delanteros alargados para cortar zanahoria, los ojos
pintados, un par de arrugas de desvelo, voz que cuenta a otros que tiene una
hija; ese vientre ha alumbrado, ese ombligo se abrió como ojo dormido que
despierta. Los tatuajes se mueven tienen historia. Ray Bradbury escribe sobre
su espalda desnuda, le afloja el brassier, le cuenta las pecas. La besa, le
lame la nuca, le peina de saliva el cabello, se empañan sus lentes. Ella gime
mientras le frotan con vodka, le hacen brillar los tatuajes. El escritor abre
la boca y mastica levemente las aceitunas verdes, o negras aceitunas que
enloquecen a los gatos. Y a los escritores, y de pronto sobrevives dentro suyo,
estás en la caverna de Carlsbad, tocas sus estalactitas, bebes las
estalagmitas, escudriñas el fondo de su garganta y temes caer porque de allí
observas un profundo foso. Las ventanas están oscuras, no necesitan cortinas.
Sigo
tímido. Cincuenta nueve años de camas diversas, de senos y bocas y voces y
susurros y pupilas y desgarros, cortes, heridas, no me quitaron la timidez. No
pregunto el nombre, veo a Ray Bradbury lamerle las piernas, decorar los muslos
con qué dibujos quién sabe. Envidio, lo envidio, quiero pasear por ese cuerpo
en autobús, sin taquilla, sin boleto. En el asiento de atrás como cuando Gloria
tenía una boca amante retorno de El Paso, que si me acuerdo me acuerdo y no
vale ni importa si ella se acuerda o no. la memoria es mía, la tinta mía, los
dedos emblanquecidos míos donde ya aquella no tiene cabida, me la apropié, hago
de sus pasos textos fatídicos. Quiero a la mujer tatuada; mi amiga Cristina
tiene el lado izquierdo cubierto de arabescos, y el posterior de los muslos. Le
pido una foto para ilustrar mi escrito y es reticente. Desde la estepa vuelan
sus figuras, hay en ella algo rebelde, la sangre de Stenka Razin. Mujer tatuada
sonríes, hablas con Raúl, yo escucho y miro y podría olerte como animal con
hambre, beberte del río las turbias aguas, las aguas turbias.
Pero te
desvistes para Ray Bradbury hoy, ayer, es decir, sábado porque hoy es domingo
que perece. Mis dedos tamborilean sobre tu imaginado vientre, y agarran tu
cintura para sacar sonidos danzarines al bouzuki. Los ojos de las griegas están
negros y observan, Por qué pintan a Afrodita rubia si las griegas tienen los
ojos negros. Pero blondos eran Aquiles y Menelao. La guerra ha estallado. Mi
bajo vientre lo talló Vulcano y las columnas de Hércules aguantan cualquier
peso, hasta el peor. Y te levantan, te empalan, contemplan las figuras de tu
pecho colorido. Te leen, te traducen.
09/06/19
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Publicado en PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Sucre), 17/06/2019
Imagen: Cristina (Kiev)
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ReplyDeleteHermoso texto, sin más.
ReplyDeleteGracias, Pepe.
DeleteMujer tatuada pierde encanto. No hay nada más bello que la piel lozana en toda su pureza. Saludos.
ReplyDeleteAmbas bellas, para mí, estimado José. Un gusto verte de nuevo.
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