Tuesday, September 17, 2019

Cansancio/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No sé. Pensar, escribir. El mundo es tan ancho, tan intenso, variado e interesante. Y uno tiene que perder el tiempo con un par de jumentos coronados porque alguien tiene que hablar. Pesa que las horas se vayan detrás de los pasos inmundos del cabezón aquel y su sílfide acompañante.

Solo un asno, un imbécil, puede querer pasarse la vida gobernando y robando. ¿Dónde queda la esencia humana, la intimidad, la delicia de saberse y estar solo? Consigo mismo… ¿Qué tipo de animalejo tiene uno que ser para desear sirvientes? No son los millonarios los que permanecen en la historia, no son los tiranos. Quienes dan forma a la humanidad son los hombres simples, los artistas, los individuos, no cualquier caballo que no tiene otra cosa para llenar su vacío que la idolatría ajena. El mismo robo… ¿Cúal es el fin? Lujo, mujeres, hombres, eunucos, transgénicos, fetiches, vicios, todo lo puede comprar el dinero. No sirve si en la cabezota no hay otra cosa que excremento, si el tipo cree ser más de lo que es, si construye museos para sí, si incendia como Nerón y abusa como Trujillo.

Triste el país que tiene un monstruo encima. Extraño metabolismo ese, de digerir mierda. Como siempre trato de evitar pensar en las opiniones despectivas acerca de los pueblos, pero llega a ser casi imposible no imaginar que si el pueblo traga mierda, mierda es.

Vanidad… Bolívar vanidoso. Páez y Santander, que eran lo suyo, lo acusaban de emperador. Pero Bolívar era un hombre de grandeza tal que se lo permitía. No quiso ser rey, no; al leerlo se ve claro lo que quería. Y ahora lo emulan bufones de la peor especie. Lumpen bolivarianos, rateros, delincuentes, pedigüeños, desde el tuerto y cornudo Kirchner, pasando por el ladrón Lula, el saltimbanqui Chávez, el marica Correa, y este par de especímenes en casa, lombrosianos dignos del museo de Ripley.

Escucho música venezolana. Ahí viene Montilla… un hombre tan valeroso y a Montilla lo han matado… Pienso en los “valerosos” gobernantes de Bolivia. En primer lugar no sirven para nada; buenos para lo malo, no en el sentido inteligente de Lucifer, sino en el de la angurria ingobernable de los estúpidos. No se rebelaron contra nada. Jugaron con las coyunturas, reunieron lambiscones para que amamantaran de sus pequeños testículos y pare de contar. Ni ideología ni programa. Muestran, sí, que para que Bolivia progrese, hay que deshacerse de mucho. Sonará hitleriano, otra noche de cuchillos largos, pero parece que las opciones se terminaron. Si tuvimos taras pues se acentuaron. Estos nos han convertido en un pueblo tarado, país fallido, cobarde, nauseabundo, detestable y despreciable. Si queremos seguir así, valga, pero hasta para las decisiones tontas hay límites. Se darán en lo económico, en la desintegración social. Pagaremos bien largo. Aceptarlo o evitarlo. En medio no hay nada. No pasa por la elección sino por la reacción.

La historia es larga con la traición de los comunistoides, los vividores del legado de quien fue tal vez un gran filósofo: Marx, que poco tiene que ver con los vendedores actuales. Sobre Rusia se decepcionaron Gide, Istrati y Jorge Amado. Faltan dedos para contar la decepción ante la gran mentira socialista. Peor ante la mentira del falso socialismo, del llamero y el sacristán, y de los que los rodean, comenzando con el ojoso y la lacra campesino originaria y no sé qué otra adjetivación que ni interesa.

Papini hacía decir a Vladimiro Ilich que diez millones de campesinos valían lo que un obrero. Bolivia vale entonces uno y medio ¿será? Hay que terminar con subjetivismos y ver la realidad. Ni ilusiones ni inventos. Hoy se muestra lo que cada uno es. Y cada uno debe recibir por lo que hizo, de abarca o de corbata. Tábula rasa.
15/09/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 17/09/2019

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