Wednesday, April 18, 2012

Acerca de "Escala Real"


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En el póker, la escalera real de diamantes es lo más alto. Pero se pueden hacer muchas escalas reales y, contrariamente a lo creído, es la menor, la que comienza con el as, la que vence a las otras. Mientras más chica esta figura, mayor su valor.

Entonces el poeta Juan Araos ha jugado bien. No ha optado por las cartas superiores, que se traducirían en verbo excesivo y retórica. Lleva, elegantemente y con guantes, los números más pequeños, los de la palabra mínima y límpida, que le hacen ganar el juego de azar. Quizá sea su única mano, tal vez no triunfe en otra, pero la maestría ejercida por un instante perdura.

1996 es un número artificial, porque de alguna manera tenemos que notificar a la vida las pautas de nuestro vivir. Artificial, digo, porque "Escala Real" es un poemario que ha venido levantándose por más de diez años. Vimos algunos originales, bajo la vigilante mirada de un retrato de Kafka prendido en la pared hace ya mucho. Una bella francesa, Elisabeth, se llevó más de un par de ellos consigo, que recupero ahora, luego de tanto tiempo, para ya nunca olvidarla. Otros se desperdigaron en la agitada Cochabamba de entonces, y aparecen hoy gracias a la memoria del autor, que los ha ido recitando a sí mismo desde siempre. Manía de ciegos. Estos seres de mirar blanco apasionan a Juan Araos: Borges, Milton y Homero, retrocediendo hacia el pasado. Y de tanto leerlos, de amarlos, se ha contagiado el supremo arte del recuerdo.

Hay poemas que desconozco. Vienen, seguro, de la fértil distancia que hubo entre nosotros. El o yo, a quienes nos apasiona Grecia, hemos viajado, como en el tiempo de los antiguos aqueos, a cultivar el Quersoneso. Era la única forma de continuar la guerra, asediar a Troya y rescatar a Helena, a quien, desesperadamente, llevaríamos al lecho luego de tan grande abstinencia. Y no otra cosa es escribir poemas sino una afición guerrera, por lo menos en Juan Araos, tan lleno de ellas, de muerte y de mujer.

Aproximarme a un libro suyo como crítico es imposible. Hablo de él y con él como un amigo, un hermano que mira las mismas cosas. Decir que me gusta su verbo es repetirme. Lo sabe tan bien como que ninguno de los dos puede olvidar la noche del Mirador, en singular porque muchas noches conforman una única e indivisible. Amanecíamos allí con poesía, con música de Jim Morrison o de John Lennon, y nos comentábamos, entre Raúl, Julio y muchos más, los silencios del amor. A ello se reducía nuestra vida, a la configuración y consolación de los fracasos, pero en medio de un ambiente tan rico y meticuloso que hasta el dolor era pretexto literario. En ese espacio, la casa de Juan, arriba, tan cerca de los eucaliptos, se iba creando su Escala Real. De todas las cartas de la mesa algunas salieron a luz y la gran mayoría se perdió.

Cada palabra es un universo. La totalidad sugiere espacios. "Luna" puede significar para mí "cama" o "pecho". Algo diferente para otro. Entonces si una palabra es un entero de por sí por qué la necesidad, al hacer poesía, de entrelazar enteros más enteros, hasta hacerlos innúmeros e insumables. Minimizar estas relaciones, con amor y con criterio, no puede dar otro resultado que la excelencia, sin tomar en cuenta consideraciones más terrenas como la facilidad de lectura, la posibilidad de memorizar los textos, la utilidad de citarlos correctamente, y el pragmatismo de cargar con todo un libro de poemas cortos en el bolsillo para pasárselos a ella, de a uno o en conjunto, cuando fuere necesario.

Así, el hermoso arte poético de este autor nos alcanza y nos llena. Con él nos detenemos y alargamos la mano hacia las ojeras de la amada para saber si llueve. Eso porque siempre hay agua en la poesía de Juan Araos, en forma de mar, de oasis, de lluvia, de mujer...

¿Es "Escala Real" un libro de poemas de amor? Parecería. Sin embargo, creo en la obra más como un juego de equilibrio entre luz y sombra que como un espacio dedicado a cantar o llorar un amor sin rostro, una amada que siendo aparentemente única es todas. No se le puede pedir al poeta que delimite las regiones de una o de otra porque todas ellas conviven en la promiscuidad sutil y fantasiosa de su arte. Pero, para ceder y conceder ante los formalismos, habrá que aceptar que los poemas de Juan sí son de amor, y que cada uno de ellos pertenece a una imagen y a un tiempo.

"Escala Real" comienza con un "Génesis" y una cita de Shakespeare. William Shakespeare pregunta: "¿Qué te dijo mi amor?"; y el poeta le contesta: "Oye/le dije/dame a luz/en tu vientre..."

En "Itinerarios y Epitafios" el escritor se dispersa y desaparece en la magia de sus propias palabras. El sortilegio del verbo, creado para seducir a los demás, se ha apoderado de él mismo. Entonces "No despertaré más/no abriré los ojos hasta después/de verte de nuevo".

"Bodas" es la consumación de su amor, el abrirse la mañana con un "buenos días" y ver como en ella crecen los tallos que tocan a Dios.

Son cuatro partes y las cartas del póker tienen que ser cinco. Será que el autor, habiendo demostrado ya qué bien juega, se ha guardado la última debajo de la manga, para, en el preciso momento, depositarla en la mesa y ganar.

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Publicado en Los Tiempos/Cultura, 19/12/1996

Imagen: Amedeo Modigliani/Retrato de mujer con corbata negra

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