Monday, April 30, 2012

Los tutelares/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Siempre me pareció inadecuado, ostentoso, ridículo, que los militares se autonombraran "institución tutelar de la patria". ¿Por qué pensar ahora, en esta noche de domingo, presta a la calma, al otoño fresco, ni siquiera frío, en una casta pervertida que aún ensombrece Latinoamérica? Porque leo la noticia de la venta de un mechón de cabello, huellas dactilares y fotos del Che asesinado, así como otras fotografías de sus compañeros muertos, no aptas para ser vistas en periódico. El vendedor es un gusano de Miami, ex-agente de la CIA, perseguidor del Che y nostálgico de la Cuba antigua, la de la prostitución y el vicio, la de la droga y el sargento Batista por cuyos recuerdos nadie daría un céntimo.  Dice la larva que le arrancó al Che este mechón al momento de  enterrarlo, como acto simbólico de la reivindicación de su especie infame. Este era un extranjero, de un servicio secreto foráneo, mandando qué hacer a sus sirvientes del ejército boliviano, iguales al gran sirviente Barrientos.

El prestidigitador Evo Morales quiere ahora amalgamar los dos cabos del hilo, y ser guevarista -en idilio que no en concepto- y militarista al mismo tiempo. No se cansa de extender cheques, de nuevo extranjeros, venezolanos esta vez, a los heladeros de turno, creyendo así comprar fidelidad de un grupo que jamás se caracterizó por ella.  La historia de estos tutelares ha sido una historia de vergüenza. Los escasos triunfos, con la excepción quizá de Ingavi, fueron gracias a comandantes extranjeros. Otto Felipe Braun, prusiano, venció en Montenegro y recibió el título de mariscal. Sin embargo, si mal no recuerdo, esa batalla fue en términos numéricos, y refiriéndome a las memorias de Francisco Burdett O'Connor -irlandés-, pobre. Viendo de nuevo al glorioso ejército nacional en el aeropuerto de Santa Cruz, me viene a la memoria la sangre de los inocentes que se derramó en las calles durante las dictaduras, que en mi vida personal cubrieron casi veinte años, donde cualquier imbécil con grado se sentía -y era- amo del país. 

Cualquier gasto para la "defensa nacional" es un insulto. De qué sirve, o servirá, si no para que éstos ejerciten su abuso en contra de las masas civiles, o acaso algún iluso piensa que les llegó el tiempo de ganar ¿contra quién? Los cien mil dólares recibidos por parte del botín del Che son una muestra de una infección que ha sobrevivido demasiado en Bolivia. Y ver, en un documental argentino, la sonrisita de Gary Prado, con evidentes ánimos de parecer inteligente, es simplemente despreciable. El individuo éste, que debe su existencia a la sombra del Che, es sólo expresión de su grey, un anatema.
28/10/07

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Publicado en Opinión (Cochabamba), octubre, 2007
Imagen: Che, muerto

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