Tuesday, February 26, 2013

Siempre los mismos/MIRANDO DE ABAJO


Extraños tiempos vivimos. Ni tanto, en realidad. El hecho de que un gobernante (Chávez) presumiblemente ya embalsamado como Ulyanov siga firmando decretos, devaluando la moneda, haciendo fisioterapia y muchísimos puntos suspensivos repite historias de caudillos, buenos y malos, costumbres afianzadas en la incomprensible maraña del poder. Recursos que además de proteger intereses también sirven para que no se pierda lo más preciado: la fidelidad de los seguidores, que se teme, y es posible que suceda, se despeñe ante la falta del jefe. A la corta y a la larga somos animales que necesitan dueño. Casi todos.

Recuérdese al Cid, en ese filme que de niño uno miraba como sublime -con Charlton Heston, el actor-presidente de la Asociación Nacional del Rifle, en el papel de Ruy Díaz-. Muerto el guerrero lo amarran a la silla de su cabalgadura para que su sola presencia aterrorizara a los paganos. Exactamente igual, aunque el poema de Mío Cid, pleno de intrigas y malevolencia también, no llegase a extremos de vileza como los del chofer Nicolás Maduro y su hueste de falsarios en esta nueva Edad Media.

Entre los asuntos que la globalidad ha diseminado están la reaparición del mesianismo, el fundamentalismo religioso (y diría político, salvo en casos latinoamericanos donde lo ideológico no existe, o se esfuma en latrocinio). Leo que entre las razones para permitirle a Evo Morales un tercer mandato cuentan aquellas de yatiris de tres por cuatro, de la escuela papalisa y otras que sabemos, que alegan que el individuo de marras es indispensable para la armonía de la época, la naturaleza, el país, la patria, la patria grande, y nombres que conceptos no son sino palabras. Pasa en los Estados Unidos, sobre todo entre los desposeídos -de efectivo y de educación- que paradójicamente resultan los más conservadores y adalides de un mundo exclusivamente gringo donde gobiernen las armas y el terror de Dios. Parece sacado de las crónicas conquistadoras hispánicas.

Mientras más se avanza hacia un increíble desarrollo tecnológico más se quiere retroceder. Lo interesante está en que los que pregonan anacronismos y retornos al mito o la historia como fábula, no desdeñan la instrumentalidad de la tecnología: Morales, cuyo universo ideal -en apariencia- es uno de masticadores e iletrados, rumiando y rascándose las espaldas unos a otros, viaja en avión sofisticado. El difunto bin-Laden manipulaba su arrogante esquema con informática de punta mientras esclavizaba a sus mujeres. Los beatos de Hamas agitan Kalashnikovs y los beatos de la yeshiva ametralladoras similares. La charla no concuerda con la práctica. O no mucho. O el fin justifica los medios, aunque los medios desdigan o hagan añicos el mundillo ideal que los santones y amos pintan. Así acabo de ver un filme sobre la España franquista (sin la presencia tecnológica) donde las monjas que vieron salvarse el mundo con el fin de los rojos, torturaban a las detenidas en prisión con la misma saña que decían los otros empleaban.

El mundo de cabeza, patas arriba según Galeano, tan arriba que incluso a él se le volcaron. Cómo continuar creyendo en algo. Al menos en el llamado Primer Mundo la mentira viene con píldoras doradas. Hasta por ahí nomás; contemplen España y la lección de que la soberbia de un intríngulis mal comprendido se paga caro.

Digresiones acerca de una reelección tal vez, porque preocupa que los individuos se consideren a sí mismos indispensables. No importa cuán mal lo hagan, lo que seduce es el estrado, la puesta en escena. Basta observar al vicepresidente y su fama de inteligente. Si lo fuera no movería tanto las manos: cuando hay ideas claras y se es articulado no se necesita moverlas como si se amasaran bollos o se refregara corpiños. Pero eso distrae al oyente, tiene su efecto. La prestidigitación engaña. Y no es un truco refinado.

Cerremos el círculo. Desde el Campeador hasta el converso Hugo Chávez, pasando por el mariscal Tito, Fidel, los dinosaurios del Kremlin, el feudo norcoreano, a izquierda y derecha, lo mismo: permanecer es la consigna. Tal vez tenga un sustrato mítico-religioso y tenga que ver con la eternidad.
25/02/13

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/02/2013

Foto: Momia de Tebas

2 comments:

  1. Saludable es el silencio del bocotas caribeño. Ojalá sea eterna. Y q quede su momia, para servir d ejemplo d lo q no debe ser otra vez, pues hasta la caca sirve para hacer diagnósticos y planes terapéuticos. Bienvenida ha de ser la momia.
    Sospechosa es también la condescendencia internacional con el estulto cocalero, tan t'ikanchado d doctorados aqui y acullá, repentino soberano d la quinua, lider espiritual, y demás disparates celebrados. Intereses muy poderosos y oscuros parecen ocuparse de mantenerlo siempre en palestra. Titiriteros furtivos de un negocio inmundo. Siendo un burro útil a quien le permiten atriles periódicamente, tiene q haber inimaginable rédito para tolerarle sus excrementos verbales.
    Siempre serán más los ignaros. Y esa certeza histórica a ratos desconsuela. Q nos queda? Trabajar con el círculo inmediato. Los hijos, y d sus hijos sus hijos. Para q aprendan a continuar y gozar d una lúcida cultura. Minoría eterna quizá, pero cuyo legado culto hace q bien valga la pena coexistir con jumentos y casi analfabetos prostituidos.
    Saludos cordiales estimado Claudio.

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  2. Grandes y amargas verdades, Achille. Me pregunto, fuera de lo ideológico que en este caso considero si no inexistente, endeble, quiénes se esconden para mantenerlo. Sabemos de unos, la internacional más poderosa del mundo, la que maneja billones con el vicio y el dolor. Y junto a ella, y posiblemente dependiente de ella, poderosos en sillones presidenciales, curules, organizaciones. Mucho dinero hay en juego. En Venezuela se disputan el petróleo, y algo más, lo sabemos también (léase estado Apure), y en Bolivia la cocaína, negocio muy rentable y cuya única exigencia es docilidad de esclavos y tierra para cultivar la hoja maldita. Asombra que se mantenga con su infecta verborrea. ¿en quién creer?
    Saludos cordiales.

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