Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Evo
Morales, día a día, va destruyéndose solo. Habla cualquier cosa con tal de
hablar. Y avienta nombres para dorar la píldora: que Garzón, que etcétera. Y
tiene idiotas como Pérez Esquivel que rebuznan detrás suyo. El mayor problema
no es el bocón…
El movimiento
ciudadano está alerta. Falso que es racista, “blanco”, etc. La profusión de
nombres aymara/quechuas, rostros antiguos y morenos, y más muestra que el
descontento es muy grande, extendido, y crece aún. Más grande que el descrédito
que de sí mismo hace el autócrata desde su exilio. Hasta físicamente se le ve
el deterioro. Cuestión de tiempo… Se juega sus cartas en unos días. Puede que
le insufle aliento un pequeño éxito, pero el fracaso de sus conspiraciones para
el 22 de enero lo sepultará.
El problema
de importancia radica en la disgregación de los políticos opositores. Ellos no
hicieron la caída de Morales, a pesar de la inmensa labor que hicieran Camacho
y otros. La gente amarró las difamadas (por los masistas) “pititas” de marea
espontánea, no digitada. Ellos lo lograron, vecinos cuidándose unos a otros,
poniendo juguetes de niños como barricadas, alguna aislada bandera. Asustados,
temerosos de que los asesinos de Evo aparecieran en cualquier momento,
susurrando, observando la oscura esquina, escuchando noticias, mirando los
incendios. Ahora, por sobre eso, los políticos se disputan los futuros cargos.
Sin respeto.
Tiene que
haber cordura. El MAS agoniza pero todavía está presente, por todo lado, desde
la senadora Copa que cree tener el poder para digitar el futuro, hasta el
último vociferante que defiende el “proceso de cambio” sin el menor análisis,
ni histórico ni sociológico, solo porque crecieron con el discurso infecto y
mentiroso de que todo estaba bien y que ahora gobernamos “nosotros”. Falso,
pero quién hace comprender a la gente que aquello no fue el fin de sus
frustraciones. Más fácil chillar, insultar, atacar, defender al tirano como si
hubiese sido san Francisco de Asís. De ese lado, de los perdedores de hoy, hay
tanto o más racismo del que pudiera existir al otro lado.
No
cambiará. Tiene que pasar tiempo e intentar reformar lo que se hizo mal.
Cometer errores, iguales o distintos a los de Morales y compañía, será lógico
pero puede ser evitado. No sé si los políticos opositores lo entienden. Creo
que caen en el mismo individualismo, en el pensar en que es el caudillo, de
cualquier índole, el que solucionará el entuerto. El movimiento ciudadano,
inmenso e intenso, no tuvo caudillos. Se jugó en la calle, entre vecinos,
amigos, desconocidos, a sabiendas de que los mastines del fascismo acechaban
sedientos de sangre.
Cordura.
Sensatez. Cada uno puede ser presidente, todos pueden ser presidentes. El
meollo está en si comprenden lo que sucedió, si analizan los 21 días de
levantamiento popular y lo que la gente demandaba. No era que las cabezas
políticas pelearan por el poder. Hubo algo histórico, único en las últimas
décadas. No puede ser que no lo miren, que no se den cuenta. De cómo actúe la
oposición en hacer un justo y centrado análisis de lo sucedido, dependerá que
el tipo afuera deje de convulsionar, de que las masas que lo endiosaron bajo la
limosna comprendan que terminó. Hay un futuro, puede ser memorable porque memorable
fue la protesta. No lo jodan.
13/01/20
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