Wednesday, February 2, 2022

Nocturno


Claudio Ferrufino-Coqueugniot
 

 

Leíamos a Mao Tse-tung, La contradicción. Aparte del título no recuerdo mucho. Estoy distraído con calypso en la voz de Count Lasher, 1958. Mejor que Mao, claro. Hablando de canciones, trabajé a la intemperie, con varios grados bajo cero, durante ocho horas anoche. Cierto que con el refugio del automóvil. Ahí adentro: samba. Esa era la contradicción, tormenta con nieve que venía en horizontal ataque, dardos de pigmeos albinos escondidos en las dunas que se forman cuando el invierno cubre las cosas. Me defendí como pude, con gorra gris que me regaló mi hija Aly y con guantes brillantes de uso y sucio; al izquierdo le faltaba el pulgar. Es algo que tengo que analizar, que siempre en mis guantes de trabajo he ido perdiendo el pulgar siniestro. Será la forma de agarrar las cosas, de arrojarlas, no sé, y eso que no soy zurdo. El termómetro en rojo y el samba en hervor. Rio de Janeiro, que nunca he visto, sonando a todo volumen en Inverness helado. He visto bailar a los mapaches, cómo no. Al ritmo de Mangueira.

 

Río con mis amigos mexicanos en el teléfono. Agudos en chistes sexuales, ricos en imágenes y verbo desconocido que voy calando de a poco y mucho. La noche está activa, muchedumbre de manchas movedizas. México está en las calles de Denver dormido e incendiado en frío. Camionetas moviendo lo blanco. De a pie, jaurías silenciosas de inmigrantes con grandes palas naranjas. Hasta mujeres tirando sal en las veredas, o bolitas azules que derriten hielo. Edificios del Centro Tecnológico iluminados. Veo en su interior familias enteras en tareas de limpieza. Camiones de luces intermitentes detenidos en media calle. Trabajadores metidos en cloacas de cables, solucionando todo para que los demás descansen. Guardias de seguridad, mano al cinto, fumando. Mañana, cuando los ejecutivos arriben, parecerá que nada ha pasado, es un común día invernal. La noche no deja sombras, no hay rastro de quien se dedicó a preparar el futuro cada vez que se entierra el sol.

 

Hay un mendigo que veo cada noche en el DTC bulevar. Empuja la bicicleta que carga un enorme bulto de plásticos protegiendo un tesoro. Una, dos de la mañana, siempre por el lado derecho de la calle mientras yo conduzco por el otro carril. ¿Busca dónde dormir? O tendrá ya un rincón específico. Dormir en basureros sirve, son cálidos, solo hay que evitar que las ratas te devoren los ojos. Más allá, en el paso de nivel, alguien deja cada noche dos bolsas de la tienda Target. He visto pan asomando. Pero allí no existen casas ni nada, únicamente siluetas de oficinas tirando hacia el cielo. Alguien asoma, siempre, nunca lo he visto, pero las bolsas no están. Parece una película de horror. No, no parece, la pobreza lo es.

 

Vagonetas policías entrecruzadas en amena charla. Una vez se me acercaron para ver qué hacía. Le dije, al que sugirió que sospecharon que yo era ladrón de autos, que si quería lo llevaba a los barrios de la calle Harvard, al viejo complejo de apartamentos Timberland y le mostraba quiénes eran los ladrones esos, que manejan de a dos, con pistolas, y cuando ven un carro abierto lo toman y se marchan. ¿Quieres conocer las casas de crack? Conozco esto desde hace treinta años. Tal vez te interese ver los apartamentos donde ejercen prostitución clandestina, o los grupos de jovenzuelos, soldados de carteles, que ocultan en el costado un cuerno de chivo, como se apoda a las Kalashnikov. Rehusaron con sonrisa. Ahora me ven y saludan. Viejo loco, comentarán, mejor ni nos acercamos. Pendejos.

 

Nocturnos de Chopin. Piano. Agnieszka. La tumba en Père Lachaise. El viento corre cargado de nieve por la carretera a Brest, a la frontera bielorrusa. Mugen los bisontes europeos en lo profundo de la floresta. Acá quedan de ellos esculturas en metal brilloso. Entre los mendigos, indios norteamericanos, guerreros que corrían a pelo y a degüello. Absortos mescaleros y comanches, kiowas y paiutes. El camarada Mao y la contradicción. El abismo de los pobres no ha cambiado. El infierno, incluidos Dante y El Bosco, es mejor que esto. Canciones de Ludwig Senfl reemplazan a los desnudos negros cantores, negros desnudos cantores, cantores desnudos y negros.

02/02/2022

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Fotografía: CFC

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