Friday, February 25, 2022

Yo pisaré las calles nuevamente


Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

 

Cantaba Pablo Milanés acerca de Santiago de Chile devorada por chacales. Ahora Kiev, Odessa, Kharkiv, están asediadas por un espantapájaros aterrorizado por el COVID, pérfido enano de tacos altos con devaneos de diva y que vive en una burbuja de plástico para evitar el contagio, que pone a Macron al otro lado de una mesa gigantesca para no recibir dañinos efluvios franceses… y demás. Rostros del fascismo: Pinochet, Putin, a cuál peor. Este último con mucho más peligroso, con agenda calcada de las huestes hitlerianas. Llegará el día, espero, en que cuelgue de un poste como un muñeco de esos que ponen en los barrios cochabambinos para espantar supuestos ladrones.

 

Paradójico ver, entre la escoria, juntos en defensa del genocidio putinista, a Nicolás Maduro y Donald Trump, a los cocaleros del Chapare y los elegantes racistas de los Estados Unidos, a la extrema derecha mundial, para quienes Putin es el gran representante de la superioridad racial blanca, y al “sandinista” Daniel Ortega. Maduro, delincuente, y Trump, también maleante, quien puso quince millones de dólares de precio por la cabezota del chofer, haciendo empanadas.

 

Yo pisaré las calles nuevamente
De lo que fue Santiago ensangrentada
Y en una hermosa plaza liberada
Me detendré a llorar por los ausentes

PABLO MILANÉS

 

También me detendré, otra vez, en las arboladas calles de mi amada Odessa, en el parque Gorky de Kharkiv, a orillas del magno Dnieper en la capital de Ucrania, país siempre sufrido, vejado, antiguo, de quien hablan con verborrea analfabeta los incapaces de aprender. Cultura de la desinformación, análisis superficial, historia pervertida, aprovecharse de las ignaras recuas que pueblan los números del fascismo, eso es, balen o rebuznen pingajos como Pablo Iglesias o el que tenemos vecino acerca del proletariado mundial y la ultraderecha que en realidad son ellos. Que Putin arrasará Kiev, cierto y posible. Ucrania aguantó por siglos a la Horda ¿no aguantará ahora a un hideputa cuya vanidad lo obliga a refrescarse el ano con gotas de Chanel? Estamos hablando, en parte, de la nación cosaca, aunque hay cosacos del lado de este Vladimiro, aquella que en el famoso cuadro de Ilya Repin escribía una jocosa e insultante carta al sultán, los mismos que en la isla de la Sich, tierra rebelde, decidían un día tomar sus botes y entrar a sangre y fuego en Istambul, al otro lado del oscuro mar. Hombres libres. Y libre será Ucrania, todavía mellada por la brutal memoria del sovietismo, andando a tientas, pobre, para encontrar camino fuera de cualquier padrinazgo.

 

Claro que pisaré sus calles nuevamente. Adoquines lavados de sangre por centurias, esos de Kiev sobre los que, en recuento de Viktor Shklovski, rebotaban los obuses de los blancos. He caminado por esos adoquines de piedra, negros por el tiempo; he subido y bajado las colinas de Kiev llenas de árboles y arte, de la memoria de Isaak Babel y Anna Ajmátova. No lo impedirá Vladimir Putin, mal hijo de la gran madrecita Rusia, tan querida por mí como Ucrania. Duele ver que de la bella Belgorod, a un lado del borde, salgan luminosos misiles hacia la bella Kharkiv, al frente. ¿Se ha olvidado cuánto sufrieron juntos? Kharkiv fue ciudad muy atacada durante la invasión nazi. Aparece ahora este duende, que parece el Petiso Orejudo de los anales del crimen argentino, para querer reinar sobre el recuerdo. ¿Él, el jefe de la mafia más grande del mundo? Mientras en Novgorod la Grande mi amiga Milana, maestra de escuela, gana menos de trescientos dólares al mes. No es Rusia contra Ucrania sino otro megalómano contra el universo, de los que a uno y otro lado gustan de embolsillarse el dinero colectivo con alharacas progresistas. ¿Un planeta con Vladimir Putin y su consorte Donald Trump en traje de novia? Mejor el fin del mundo.

 

Son días trágicos, oscuros. Lo peor no se ha visto. Con el triunfo vendrán atrocidades, es lo común en nuestro reino animal. Pero pasará, como la Horda de Oro y los señores feudales, como los grotescos empalados y los sangrientos decapitados. Unos desean volver al pasado del poder absoluto pero no han de lograrlo. Y caminaremos de nuevo, por donde querramos, maldiciendo su infecta memoria. Y esto no significa, valga aclararlo, dar crédito a nefastos poderes de un occidente cobarde. No se trata de uno o el rival sino de nosotros.

 

Cuando escuches el trueno me recordarás
Y tal vez pienses que amaba la tormenta...
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
Y el corazón, como entonces, estará en el fuego.

Esto sucederá un día en Moscú
Cuando abandone la ciudad para siempre
Y me precipite hacia el puerto deseado
Dejando entre ustedes apenas mi sombra.

ANNA AJMÁTOVA

 

Hay una hora que hace del polvo tu escolta,
de tu casa en París, lugar de sacrificio de tus manos,
de tu ojo negro, el más negro ojo.

Hay una estancia donde un tiro de caballos se detiene para tu corazón.
Tu cabello quisiera ondear en el viento cuando te vas - eso le está prohibido.
Los que quedan y hacen signos de adiós no lo saben.

PAUL CELAN

 

Caminaremos, otra vez y siempre, a pesar de todo y todos. Nos sentaremos a leer a Celan y Ajmátova, a Tsvetaeva, al gran Shevchenko en el parque de su nombre, subiendo dos cuadras por la calle de León Tolstoi hacia la universidad de Kiev. O tomando chocolate con pasteles en la calle de Pushkin, cerca del mercado de Odessa. Pronto.

25/02/2022

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Imagen: Kiev desde el parque Shevchenko, 2018

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