Tuesday, March 2, 2010

Borges y México/ECLECTICA


Vanamente he intentado encontrar visos del México popular en las líneas de y sobre Borges de la compilación "Borges y México", Plaza y Janés 1999. Los autores, mexicanos y otros, que hablan del escritor porteño, discurren acerca de su gran amistad con Alfonso Reyes, de las cualidades urbanas de la literatura argentina, de la geografía borgiana y su universo de sueños y reflejos. Obvian las posibilidades concretas de la obra de Borges de acercarse al "pueblo", el mexicano específicamente en este intento de texto.

Tenemos la imagen de Borges como un hombre que elude el roce de la muchedumbre, esa masa alocada y bestial que se mueve sin ton ni son. Sin embargo, Jorge Luis Borges recibe la herencia, violenta y épica, de la literatura gauchesca; imagina al gaucho, y a su descendiente urbano, el compadrito -siempre de apellido español- y lo recrea como el antecesor valiente y mítico de una Argentina transformada por la inmigración, cuya dualidad angustiosa se cebaba sobre él mismo. Hay características similares en los hombres de la vasta extensión territorial mexicana; el gaucho Martín Fierro pervive en México, presente y vital, con sus rasgos propios hasta muy entrado el siglo XX.

Quizá su dinámica y su modo de sobrevivir le quitan esos jaspes románticos y misteriosos que tienen los seres muertos, los cuchilleros de Palermo, por ejemplificar algunos... para que el poeta de Buenos Aires los observe. Es que Borges se insume en otra rica e interesante penumbra de olvido donde abundan espectros foráneos y el vaho caliente que exudan las aguas, porque por un río se van o cruzan las almas muertas, forma un vaporoso instante de ensueño.

El joven Borges paseaba al conflictivo Pierre Drieu La Rochelle, ya muy atrás, por el bajo de su ciudad. En toda urbe, lo marginal, las barriadas extremas, los prostíbulos, el canto y la pelea son el nexo ¿el último? entre el campo y la ciudad, entre lo agrario y lo urbano. Tal vez, siendo tan amplio su imaginario, no tuvo tiempo Borges de indagar y nutrirse con el de un México más cercano a él de lo que pensaba. Existe en aquel país un dejo ibérico más profundo -o más intenso- que el de Buenos Aires y las milongas o tangos que recitara el argentino podrían ser más que un eco en los barrios orilleros de Ciudad de México para hacerse un sólo y único vocablo. Pero hay senderos que se bifurcan y caminos que se separan, sin desmerecer el valor de ninguno.

El tocadiscos insiste con "Camino de Guanajuato", de José Alfredo Jiménez. Sencillo, pienso, para un boliviano acercarse a su lírica. Cuando el cantor dice que detrás de la loma se ve Dolores Hidalgo, parece nombrar las vueltas nuestras del Valle Alto. ¿Sangres comunes? Un sinfín de explicaciones que hermanan los pueblos nativos. No para el prosador platense con sus mixturas hebreas, germánicas y escandinavas, donde los únicos indios vivos son los indios muertos.

Se lee mucho a Borges en México y México todavía espera encontrar la sombra del poeta ajeno que lo descubra.
23/3/04

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Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), marzo del 2004

Imagen: Jorge Luis Borges

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