Monday, September 3, 2012

Evo Morales: ¿Historia de una traición o una mentira?


Hay algo que era inevitable en la historia boliviana, la irrupción del indígena, sector mayoritario de la población, en la política nacional. No es que el indio no hubiese formado parte del proceso histórico durante la Colonia y la guerra de la independencia, pero lo hizo como carne de cañón, con escaso liderazgo que generalmente caía entre mestizos. Es emblemático el uso de fuerzas nativas, en La Paz del 1809, en la represión de los patriotas. Hubo instantes en que la fuerza sanguinaria de la movilización aymara iba de un bando a otro, con el saqueo, muerte, venganza entre seres de un mismo origen, manipulados por intereses foráneos como el español, y locales de los criollos.

Siendo Bolivia país mestizo, como claramente lo podría verificar cualquier estadística, no viene de hace mucho el intento de caracterización del país como eminentemente indígena. Los límites son borrosos, además de que la experiencia de casi quinientos años, muestra fehacientemente que la cultura occidental ha permeado todos los niveles de la sociedad boliviana, incluidos los de las etnias minoritarias, y ni qué decir los de los grupos numerosos como los quechua-aymaras. Ya a partir de allí el discurso de cierta ortodoxia nativa cae por su propio peso. Se habla de descolonización, de implementarla a todo nivel, cayendo sin embargo en aberraciones de globalización como no lo hicieran ni siquiera los gobiernos blancoides que usufructuaron el poder.

Se puede decir que hay un doble discurso en el gobierno, hoy llamado plurinacional, de Evo Morales. Uno que embelesa a las masas pobres haciéndoles creer que ahora son gobierno. Para ello utiliza el eterno recurso de manejar a la población a través de una dirigencia prebendalista, corrupta por lo general, carente de ideología y ajena a la teorización histórica de un proceso de incomprensibles mixturas. Verbo que conjuga revolución con el capitalismo salvaje de varios conspicuos dirigentes aymaras cuya riqueza es ostensible. Utilizar al pobre para hacerse rico. Entregar limosnas que en apariencia elevan el nivel de vida de la población sin recursos, desde el Tesoro General de la Nación o por regalos o préstamos de Venezuela, mientras se saquea el país y se lo reparte entre los nuevos burgueses, asociados a la producción de hoja de coca y al narcotráfico, además de los burócratas que legalizan en papel los desmanes de la nueva elite. Claro ejemplo de este sincretismo político es el vicepresidente, Álvaro García Linera, que de un trasfondo de marxismo puro quiso, a través de los años que siguieron a su encarcelamiento como terrorista, fundir el razonamiento comunista con el ideal comunitario de los grupos aymaras, pendulando entre uno y otro lado, peor desde el momento en que ocupa una silla en el poder, confundiendo y confundiéndose en una mezcolanza que incluye a Robespierre, Marx y Túpac Katari, mientras, según rumorea el pueblo, construye un imperio de bonanza para él y su familia. Típica historia latinoamericana que los asocia a la tradición de Duvalier, Trujillo, Somoza, y, con algunas salvedades que no nos permiten rechazar la Revolución Cubana, a la dinastía de los hermanos Castro que ha mucho ya dejó de ser revolucionaria.

Evo Morales y el MAS, gracias a la asesoría de teóricos de izquierda españoles, y a la ayuda de fuerzas venezolanas y cubanas en el área organizativa y de represión, ha logrado mantenerse por seis años. Cierto que fue elegido en las urnas por voto mayoritario jamás visto antes, y que cuenta todavía con gran apoyo de la población indígena, que sigue viendo en él el personaje mesiánico que los llevará a un pasado que se ha ido inventando maliciosamente para presentarlo como paradisíaco. Un estado feudal donde el amo sea omnipotente y el hombre común solo sirva para justificarlo mediante su voto, ya entonces manejado por los dirigentes, con fuerte castigo a la disidencia. Un estado africano, en el que el mandarín no pueda ser ni criticado ni cuestionado. Con una corte de epígonos bien pagos y un país en vías de desaparición completa. Utopía autodestructiva cuyos únicos beneficiarios son los que acumulan en sus manos toda instancia de poder. Aunque ello implique acabar con las bases democráticas, paradójicamente el estado de derecho, los derechos humanos, la protección al medio ambiente, el voto secreto y mucho más.

Por un lado, de entrada, el MAS se nutrió de gente supuestamente capacitada en el análisis y construcción teórica de un estado comunitario revolucionario. En la práctica se ha alcanzado una oclocracia que rige los destinos de la nación en un maremagnum de contradicciones, ambigüedades, o simplemente estulticia con alcances de ley. Ante los desafíos que enfrenta un país para mantenerse, superar sus estándares de vida, combatir el desempleo, el narcotráfico, etc. se elige el camino de la invención alocada de tradiciones entre comillas, se inventan parafernalias, se utiliza lenguaje demencial, carente de todo sentido lógico, que pareciera no solo conformar sino alegrar a las masas, que viven así un sueño falto de futuro. Se ha visto en el pasado, en líderes como Idi Amin, en Uganda, el uso de políticas similares, con resultados conocidos. De seguir así, Bolivia enfrenta un deterioro que cuestionará su permanencia como país libre. Además de ello, la permisividad y apoyo al sector cocalero desde arriba, cuya producción de hoja de coca en el Chapare, región donde Morales es todavía presidente de las federaciones de productores, y cuya cosecha va en más de un noventa por ciento a la producción de cocaína, amenaza con extenderse de tal forma, sobre territorios indígenas y parques nacionales que la bandera de la Madre Tierra que alzó Evo Morales pasará, y ya pasó, al espacio de la anécdota. Evo Morales imagina un país idílico cubierto de plantaciones de coca, irrealidad que da hoy muchos réditos pero que implica la total destrucción del medio ambiente en aras del enriquecimiento ilícito y del absoluto poder que busca este individuo.

Con lo que no cuentan, ni él ni sus beneficiarios cocaleros, es que el fenómeno del tráfico de drogas es global y representa el capitalismo más salvaje. Hijos y nietos de los productores de coca han caído ya en el consumo de cocaína, detalle que irá mermando su poder en apariencia autónomo. Más pronto que tarde, la población chapareña, que se queda con un cinco por ciento de la ganancia del tráfico, mientras las mafias acumulan el resto, pasará a ser simple mano de obra de los cárteles que ya conforman una gigantesca transnacional. Y Evo Morales, que cree ser el profeta de las naciones indígenas del mundo será solo una ficha útil para intereses mayores. Ya lo es ahora, pero como el país se halla en un estadio de construcción del negocio, todavía le permiten jugar a ser el dueño.

Los orígenes de este despropósito es fácil hallarlos en la historia nacional, que ha sido una de abuso y racismo desmedidos, que construyó una débil y pérfida burguesía sobre el lomo del indio. Eso no podía durar. Lo triste es que un proceso en que apostaron muchos ya se ha desviado a un común y funesto totalitarismo, en donde el indio, que fue la carnada para entronizarse, está condenado a ser cada vez menos, a que incluso se le retire la capacidad de votar con libertad. Ya se hizo en la última elección, en donde los miembros nativos de la tercera edad tenían que entrar al recinto de voto con los dirigentes, ya que por su edad eran incapaces de… pensar. Evo Morales y la corte de individuos de todas las tendencias que se aprovecha de Bolivia, no quieren interlocutores, desean ser la única voz presente y para siempre. Democracia ha pasado a ser una palabra huera que legitima el acaparamiento de poder en manos de un individuo. Todo lo que se opone a él, cualquier crítica que se levante en su contra es de inmediato catalogado de racista, colonizador, traidor, vendepatria.

En una vertiente andina del fascismo hitleriano el gobierno masista ha hecho de la contradicción no un asunto de ideología. En Bolivia se habla de razas, de los derechos y prerrogativas de una raza sobre otras. Todo el esquema indigenista y aymarista apunta a ello, a señalar a quien no fuere aymara como elemento no deseado para permanecer en un lugar que les pertenece a ellos. Por eso se descalifica la opción mestiza: blancos y mestizos no tienen derecho a vivir aquí, sólo los aymaras y de rebote los quechuas. Los indios de tierras bajas, numéricamente muy inferiores a los otros dos grupos étnicos, son considerados como serio riesgo a la angurria de territorio del líder cocalero. La política en Bolivia no es de concertación ni diálogo; es una racista de descalificación y quizá, dadas precisas circunstancias, de genocidio.

Pero, mientras el supuesto indígena Morales clama por el reencuentro con los ancestros, él y sus líderes disfrutan de las delicias privativas de occidente. La teoría es para los pobres, y las migajas. Los amos pueden disfrutar de lo prohibido por economía a los demás, y permitirse visualizar dinastías donde se pase el control de padre a hijo, a hermano. Reyes y delfines, a eso se ha reducido la cháchara de cambio e igualitarismo que preconizaron y siguen haciéndolo.
Abril, 2012

Publicado en MANICOMIO SUYAY (Perú-Bolivia-Chile), julio-octubre 2012
Foto: Propaganda política en el altiplano boliviano

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