Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Aterra el prurito dinástico de la izquierda latinoamericana. “Izquierda” en el poder que desdice todo lo que en teoría se lee sobre ella. Cuando, mirando de reojo, porque su inevitabilidad estaba cantada, observo a los “rojos rojizos” de Venezuela entusiasmados al constatar que la coronación, el feudo, la nobleza y la heráldica se consolidan en su tierra, no puedo dejar de pensar en cuánto falta, a estos pueblos que por haber sufrido tanto debiesen haber aprendido, para establecer en serio una sociedad democrática, con todas las falencias y las incongruencias posibles. Porque ni siquiera lo que se persigue y apoya es una de las tontas aunque económicamente rentables empresas de la monarquía constitucional; al contrario: la búsqueda y la pasión apuntan hacia el poder absoluto, revitalizar la imagen del patrón, del padrastro, del que mantenga con coimas y regalos, permitiendo el progreso hasta el límite máximo donde vaya a reproducirse, no aquel del libre pensamiento y la libre expresión. Yo te doy pan y tú me lames las manos, y se las lamerás a mis hijos, y a los hijos de mis hijos. Qué desastre.
Aterra el prurito dinástico de la izquierda latinoamericana. “Izquierda” en el poder que desdice todo lo que en teoría se lee sobre ella. Cuando, mirando de reojo, porque su inevitabilidad estaba cantada, observo a los “rojos rojizos” de Venezuela entusiasmados al constatar que la coronación, el feudo, la nobleza y la heráldica se consolidan en su tierra, no puedo dejar de pensar en cuánto falta, a estos pueblos que por haber sufrido tanto debiesen haber aprendido, para establecer en serio una sociedad democrática, con todas las falencias y las incongruencias posibles. Porque ni siquiera lo que se persigue y apoya es una de las tontas aunque económicamente rentables empresas de la monarquía constitucional; al contrario: la búsqueda y la pasión apuntan hacia el poder absoluto, revitalizar la imagen del patrón, del padrastro, del que mantenga con coimas y regalos, permitiendo el progreso hasta el límite máximo donde vaya a reproducirse, no aquel del libre pensamiento y la libre expresión. Yo te doy pan y tú me lames las manos, y se las lamerás a mis hijos, y a los hijos de mis hijos. Qué desastre.
O nuestro estadio
será el medioevo. Muy atrasados en la concatenación marxista del proceso
histórico. Regresión producto de la orfandad, lo sabrán los que se tildan de
psicólogos sociales. ¿Y dónde queda lo dinástico en Bolivia, cuando sus
representantes carecen de familia y se ciernen sobre ellos sospechas de
solterío extraño por lo empedernido? Con Cristinita Kirchner, bastante
ordinaria por cierto para encajar en la emblemática aristocracia “fina y
elegante” de su país, no hay problema. Sus jugadas “constitucionales” tienen a
bien preparar el terreno para la entronización de Máximo Primero, rey del
Plata, y luego quién sabe cuál otro de la parentela reinante. Con Chávez ya se
ha hablado de la sucesión de su hija, la que funge de primera dama, y Nicaragua
quedó monárquica en la última y arreglada elección.
No es fenómeno
nuevo. Lo inventaron los padres de octubre del 17. La cúpula vivía a lo grande
mientras repartía “con equidad” el resto entre la plebe. China ni qué decir,
con el mejor ejemplo del caído en desgracia Bo Xilai, resurrector de los cantos
maoístas de frenesí revolucionario, mientras su vástago, cría de rey, conducía
Ferraris de cien mil dólares en su refugio estudiantil inglés. Un autor
norteamericano, en un libro sobre el zar rojo (Stalin), cuenta que en la Rusia
actual la aristocracia no son los Romanoff o los Tolstoi sino los que llevan
los prosaicos apellidos de los artífices de la revolución bolchevique. ¿Y la
intelectualidad?, bien gracias, con ávida lengua de siempre, la que gusta de la
sal de la piel de sus amos.
Creo que Chávez
sabe que la generala Muerte no pasa por elecciones. Cualquier carácter normal,
en esas circunstancias, habría elegido el descanso y reflexionar con un
aromático café y un buen libro los últimos años. La tragedia del poder lo
impide. Pobreza de alma también en la infinita necesidad de sentirse inmensos,
queridos, omnipotentes. No puedes pedirle peras al olmo, o grandeza a un milico
golpista con mentalidad de cuartel; menos espíritu democrático. Quisiera ver a
los españoles, por citar a alguien, que protestan airados y con razón contra
los argumentos de Rajoy, qué harían si les cayera un Chávez, un Morales, una
Kirchner o un Correa. La soberbia de Franco multiplicada por diez, porque al
menos aquel tirano de miras estrechas, como lo llamó Churchill, creo que no
intentó poner a sus crías en orden de sucesión, aunque participara con estos actuales
de la fraternidad de los que desean morir sentados en bacinica de oro.
Cuando termine el
nuevo mandato de Chávez, el 2019, habrá cumplido veinte años de gobierno. No va
a suceder, es claro, pero solo la idea de alguien permanecer dos décadas en un
puesto de elección democrática enferma. A qué tanto recato, declárense
emperadores, reinas de una vez. Ya tienen solícitos súbditos. Quizá así
aparezcan los que se encargaban, a su modo, de hacer caer coronas, o cabezas
con corona, que técnicamente no es lo mismo pero es igual.
08/10/12
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 09/10/2012
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