Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Mientras leo Balada de los desiertos, de Pablo Cingolani, me doy cuenta que para mí el Poopó ha sido nada más que un espejismo, parte de esa Bolivia escondida que posiblemente ya no vea por las circunstancias o, como el caso de este lago y sus habitantes uru-chipayas, porque ya habrán desaparecido.
Mientras leo Balada de los desiertos, de Pablo Cingolani, me doy cuenta que para mí el Poopó ha sido nada más que un espejismo, parte de esa Bolivia escondida que posiblemente ya no vea por las circunstancias o, como el caso de este lago y sus habitantes uru-chipayas, porque ya habrán desaparecido.
Un espejismo,
repito, observado a lo lejos desde hediondos y atestados vagones de tren que
iban una y otra vez, veinte horas de pie, entre Oruro y Villazón durante los
tiempos que para no llamarlos otra cosa diré fueron “heroicos”. Distintas prioridades
entonces, ganarse el dinero que se gastaría en trago, hacerles el quite a
aduaneros y milicos que campeaban en los pasillos como en el país (me niego a decir
la patria), ufanos e impenitentes en la seguridad de las armas.
El autor
argentino, boliviano por elección -así lo tratasen de espía una década atrás, y
quien más conoce la tierra de nosotros-, apunta nombres, además de un bote
tatuado en un casi ya imposible espacio de agua -que habla de la presencia
chipaya, asunto también casi ya imposible-. Menciona Andamarca y sus abismos, a
mitad de viaje entre el lago y los Carangas; Panza, que supongo es poblado en
el erial sin referencias en los mapas de una península del mismo nombre que se
adentra en el Poopó; Ukpata, Qallapacha, islas reales de este pueblo pescador,
y míticas para los que encerrados entre cuatro paredes nos hemos privado de la
brisa gélida del Ande, aunque guardemos y preservemos los ropajes inmemoriales
de pueblos que no hemos visto.
Nombres como
invocaciones, más ahora que los uru-chipayas marchan por perdurar, agobiados no
solo porque España llegó hace ya tanto, sino porque enemigos más antiguos, los
aymaras, siguen bregando por su extinción, cortando -mayoritarios como son- su
ingreso a la pesca que les permite vivir, porque hay indios e indios,
originarios y originarios, campesinos y campesinos, compañeros y compañeros,
como quiera llamárselos, que muestran sin lugar a dudas que la falacia del
vivir bien y la armonía entre ellos y con la naturaleza no existe y nunca
existió, no como lo proponen al menos, ni en el sentido judaico y mentiroso de
pueblos elegidos, predestinados.
La lírica de
estas denominaciones, el aire de misterio que rodea a caseríos y habitantes,
esconde lo atroz de la miseria, cuando la disyuntiva entre vivir o morir,
reconocerse o asimilarse, amenaza a las etnias pequeñas, en el Isiboro como en
Aullagas, con extinción o algo peor: lento fin en nomadismo mendicante. Es como
tantas otras una historia de poder, y no importa el color de piel de quien lo
detenta porque la actitud es la misma. La etnicidad no puede ser pretexto. Evo
Morales impulsa el expansionismo del capitalismo salvaje aymara por encima de
los más débiles, con una patria ilusoria de cocales y patrimonios abultados
-sobre todo rápidos, dinero fácil- que poco durará porque hasta él bien sabe
que en la destrucción de la herencia colectiva anida la fatalidad.
Más somos en los
menos. Significa que en los grupos minoritarios, sean chacobos o chipayas, es
donde mejor tenemos que afianzarnos, porque lo que perdemos como Bolivia con su
desaparición no lo vamos a recuperar más. Lo triste es que no lo entienden
quienes tienen imperios en la cabeza, a pesar que critiquen a otros similares;
reinos ilusorios con amos y dioses falsos, con falsas vestimentas y mendaz
discurso.
Adoradores del
dólar, dueños, dueños, dueños, de empresas, diarios, hospitales, centros de
distracción, regiones, creyendo que disimulando un poco las ambiciones
expuestas de Pablo Escobar, que son las suyas, van a lograr lo que él no.
Quedan dos
imágenes: los poderosos en negros BMW y ese bote chipaya tatuado de Cingolani
que parece venir de los cuentos de Ray Bradbury, de la fantasía.
18/03/13
_____
_____
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 19/03/2013
Foto: Lago Poopó
Desconozco si es rasgo natural y congénito o amargo resquicio del resentimiento por el sufrido abuso inca, pero la maldad define bien a los aymaras. Especie salvaje, abusiva, viciada como irracional. Miraba hace minutos las fotos colgadas en el espacio "From Volcano Sajama Over Altiplano Desert To Coipasa Pueblo" y sentí ascopena al ver a los ebrios aymaras "for export" q nunca faltan.
ReplyDeletePrimitiva, en el más amplio sentido d la palabra es la etnia aymara.
Lo q hacen hoy con los Urus, no tiene perdón ni mombre. Crimen d lesa humanidad es privarles d su recurso vital. La infamia ésta acusa, como en otros atentados para otras etnias antiguas (caso TIPNIS), al enfermo beneplácito de los pachamamistas farsantes q son desgobierno. Nada dice el inciente falsario, el Pachakuti reencarnado. Y es lógico: el asno está convencido q es el mismísimo Inca brotado del Titicaca -en realidad más brotado d la caca q d titi-. En fin, el individuo asume bien su rol d opresor, su labor d infame expoliación. Indignante es tanta hipocresía.
Tus escritos siempre desasnan, estimado Claudio. Muchas pistas pa revisar hoy. Gracias!
Saludos y abrazos.
Lo triste, Achille, es que este gobierno ha despertado furias antiguas. Es más, ha medrado con ellas, con el adagio trillado de dividir para reinar. Ellos pasarán, como todos, Incas y no Incas, pero el legado será desastroso, un país que necesitará décadas para recuperarse y que tendrá ya para siempre el flagelo del narcotráfico -del que se alimentan estos señores- socavando lo que quede de nuestro en sentido cultural. Tanto hablan de patria, se les hace agua la boca con la Patria Chica y la Patria Grande, y a nombre de ellas han entregado Bolivia a la mafia global. La riqueza de Morales, Linera y la gleba vociferante y lambiscona, no se quedará con nosotros, ya está a buen recaudo afuera, en el seno del "odiado" capitalismo.
ReplyDeleteSi. El panorama es desolador, Claudio.
ReplyDeleteDivide y conquistarás, pan y circo, miente miente q algo queda, no dejes para mañana lo q puedes hacer(robar, medrar, violar, nepotizar, desfalcar, etc.)hoy...Adagios y consignas viles, histórica y repetidamente empleados por sujetos ruines. Les funciona a la perfección, más aún porque poco hacemos como pais contra estos canallas; la desidia e indiferencia definen a nuestros jóvenes y adultos. El 'finde', la disco, el primer viernes y el último viernes marcan el farreado pasar d los dias en Bolivia: Un ebrio contento y cargado d botellas d cerveza, esa es la feliz definición e imagen d Patria en el pobre imaginario del común d los bolivianos. Y es doloroso, mucho, constatar q no hay remedio.
Efectivamente, la paz nunca existió entre los pueblos antiguos o recientes.
ReplyDeletePor airear esta verdad histórica, evidente a través de incontables documentos, me he ganado la enemistad furibunda de amplios sectores de discursivistas izquierdosos que le quieren vender al pueblo un antiguo cuento de hadas para sacar dividendos presentes.
Basado en mi ética única y personal, creo que lo mejor es reconocer con la mayor hidalguía los abundantes baches en el camino que nos condujo hasta donde estamos. Y desde esa transparencia avanzar.
El texto vuestro y el de Cingolani, ambos formidables.
Un abrazo, estimado amigo.
Sin duda, Jorge, los enemigos que también me he ganado yo, los editores de diarios que han sentido que decía algo peligroso, molestoso para los amos, a quienes se puede criticar pero hasta ahí no más.
ReplyDeleteLo de la ebria imagen nacional es algo tan profundo que no sé si podrá ser resuelto. En Rusia se tomaron medidas drásticas y sigue en lo mismo. Es algo más profundo que malas costumbres; se ha convertido en expresión cultural.