Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Pasé por Arras una noche. Recuerdo la sombra y las torres crepusculadas. Era
húmeda, hórrida. Ciudad que Schwob hiciera ciudad de brujas. Villa de Maximilen
Robespierre, del sonar de la guillotina que corta y corta.
Como no tenía abrigo, me arrimé a una pared, esperando el amanecer. Algún búho semejaba ventrudas hechiceras montadas en sus escobas, rumbo al aquelarre en el bosque negro donde no aúllan más los lobos.
Deben saber que nunca amaneció, que aún habito aquella noche de Arras, que en mi ventana se eternizan las torres y de las persianas cuelgan los andrajos de los ahorcados...
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De VIRGINIANOS
(Los Amigos del Libro, Cochabamba, 1991)
Fotografía: Antiguas mansiones de Arras
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