Saturday, December 21, 2013

Los árboles de Pairumani/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Grata sorpresa fue ver que arriba del pueblo de Pairumani se había construido una suerte de parque ecológico que intenta, mientras preserva, sacar algún provecho económico de la visita de los que buscan refugio en la naturaleza. Sin embargo queda mucho por hacer. La profusión de basura por el bosque, plásticos y otros desechos no orgánicos, afea y es acumulativa. Si no se educa a los visitantes para que no arrojen las sobras de su día de campo en cualquier lugar, el esfuerzo de mantener el sitio se multiplicará hasta llegar a imposibilitar su desarrollo.

No sé con qué asiduidad se limpia el parque ni quien lo hace, pero el estado cuenta con elementos como las fuerzas armadas para ocuparse en algo productivo como la labor que señalamos, en lugar de continuar siendo carga parasitaria e inservible de una pobre nación.

Como contraparte a este loable esfuerzo está la tala de los hermosos eucaliptos que había a ambos lados del camino entre Vinto y Pairumani. No comprendo a qué cerebro inerte, cabeza hueca, naturaleza muerta, se le pudo ocurrir cortarlos, ni el motivo para hacerlo. Que las troncas se vendieron a buen precio nadie duda, y que alguien se benefició tampoco. Extraña que los vecinos no hicieran algo para defender los árboles. Da la impresión de que en Bolivia el árbol es el enemigo, y la retahíla hipócrita de los que afirman que el indio, o el campesino para que no crean que hay intención peyorativa, vive en conjunción armónica con su entorno es falsa. Donde se mire, principalmente en el campo, la depredación ambiental aterra. Para la insignificancia de nuestra producción industrial y la casi inexistente modernidad, producimos un monto espeluznante de basura. No se dan cuenta los discurseadores y ladrones que manteniendo así el estado de cosas van cavando la tumba del país y la suya misma; pronto sus descendientes no tendrán espacio de lucro y esta tierra deberá ir a subasta internacional para conseguir alguien más idóneo, afuera, para manejarla. Encima de ello se llaman patriotas aunque, como el uníglota Sánchez de Lozada y más, la única patria que respetan es el dólar.

Comenzamos hablando de árboles y terminamos revolcados en el esputo de la política nacional; digresión fundamentada. Que somos un país surreal, y que hay detalles risueños en esta característica, lo acepto. Pero surreales también son el Rey Momo y su cohorte.
09/08/04

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 08/2004

Fotografía: Parque ecoturístico Pairumani 

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