Tuesday, December 3, 2013

Tranquilandia/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Bajo este nombre de filme infantil se ocultaba, en Colombia, en la jungla del Caquetá, un vasto complejo de laboratorios de producción de droga. Hechura de José Gonzalo Rodríguez Gacha (el Mexicano) para el Cartel de Medellín, exportaba billonarias cantidades de cocaína, solventando el imperio narco que alentó incluso sueños políticos. Visionario a su modo, Rodríguez Gacha se desprendió de la dependencia de la coca peruana y boliviana, convirtiendo a varias regiones de su país en productoras de la hoja, sin la cháchara de sacralidad de sus vecinos. Coca para cocaína. Lo demás son pamplinas.

Imaginemos por un momento que Tranquilandia es razón de estado, que un gobierno se encarga de su mantenimiento y producción. O que gente muy cercana a un gobierno, la base de su poder, es la que maneja el complejo. Las ganancias de los traficantes se multiplicarían por diez, por cien, por mil, sin enemigo a la vista, “trabajando” en territorio libre de impedimentos físicos y morales. En situación tal, diríamos que alguien, algunos, acrecientan su fortuna a niveles insospechados.

Tranquilandia fue destruida en 1984 por la policía colombiana con ayuda de la DEA. Si a lo dicho anteriormente sumamos que ni siquiera estas contrariedades existen: la de una fuerza policial opuesta, y menos la de organismos internacionales, estamos pues ante un paraíso, no colectivo aclaremos. Tranquilandia como Disneylandia, Nirvana, Valhalla. A preservarla se ha dicho, a cualquier costo.

En Colombia hubo un pequeño grupo de personas que alertó sobre las connotaciones futuras del narcotráfico. Fueron asesinadas. El asesinato de este tipo en el lugar “ideal” que describimos, no sería necesario en primera instancia. Porque la Tranquilandia supuesta cuenta con una población de borregos de extracción tan pobre que las migajas saben a cielo, o de extracción tan rica que la fácil ganancia la tiene por encima de minucias regionales, nacionalistas, ideológicas. Cuando el capital fluye como río, todos callan y aprovechan.

¿Entonces, sin oposición, sin escollos u obstáculos, Tranquilandia ha de convertirse en Shangri-la? Nada más lejano. Lo que se estaría construyendo, fuera de las miles de estructuras similares de diversos tamaños que pululan en la región, es un estado dentro de otro para el futuro. No ahora, donde el dueño del negocio es dueño del territorio, sino para un supuesto en el que los dioses, por oscuros designios del destino, pierdan su condición divina y envejezcan, mueran, etcétera, etcétera.

Está muy trillado eso de lo que no se aprende de la historia tiende a repetirse. Cierto, pero no servirá de impedimento para que venturas semejantes prueben límites que tal vez no existen. El Cartel de Medellín, y Rodríguez Gacha en particular, comprendieron que del narco artesanal del pasado, con visos incluso románticos, había que levantar una empresa de extensas e inverosímiles ligazones. Lo consiguieron. Hoy el narcotráfico es la empresa capitalista más rentable de todas. Depende de sus patrones hacer creer a la turba que el asunto tiene nexos con tradición, ancestro, cosmovisión y demás vainas utilitarias para ellos. El feudo no es socialista, hay que entenderlo. Quien se enriquece solo y adquiere bienes para sí no es colectivista. Ni él ni sus lacayos. Arroja monedas, calderilla, para consumo de imbéciles y hambrientos.

Tranquilandia puede devenir en infierno cuando la masa de desharrapados mentales que la conducen quiera más, o desee preservar a la fuerza lo que consiguió sin esfuerzo. Los sueños a veces duran días y a veces años, pero hay que saber que en este negocio de las drogas, con tanto dinero en juego, no hay imprescindibles, ni Júpiter ni Juno, que las nubes en las que copulan extasiados las soplan los verdaderos amos, aquellos que no se ven.
12/02/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 03/12/2013

Fotografía: Producción de cocaína en Tranquilandia 

2 comments:

  1. Es notable la “tecnología” que ya se empleaba en aquellos años en Tranquilandia (foto). Tres décadas después, ya es normal que los laboratorios y factorías en nuestro territorio usen el “método colombiano” para la producción de la droga. Los famosos pisacocas ya son historia. Las pozas de maceración van por el mismo camino. Fábricas portátiles es lo que se estila, con tanques de plástico en vez de estanques. Ahora todo es más sofisticado dentro de lo que cabe: lavadoras, microondas, prensas, son los nuevos artefactos. Un amigo que conoce de microcréditos a comerciantes me comentaba que, en el mercado La Cancha, los electrodomésticos más vendidos eran precisamente las lavadoras, de lejos. Todo el mundo está aprovechando la oportunidad para enriquecerse fácilmente. Jauja febril e incontenible. La mejor muestra es el crecimiento desmesurado de urbanizaciones verticales en toda Cochabamba, a pesar de que no hay nuevas industrias ni servicios, con una economía regional relativamente estancada. ¿de dónde viene la bonanza entonces?, resulta curioso que precisamente estos meses estén dando en la televisión local novelas colombianas dedicadas al narcotráfico, entre otras, la historia de Pablo Escobar y otros capos, con cierto aire de romanticismo, mitificando sus figuras, y hasta justificando sus acciones criminales. Así se prepara a la sociedad para que siga “narcotizada” y se muestre indiferente o vea con simpatía el gran negocio de la coca. Gracias por la leccion de historia. Un saludo.

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    1. Exacto, José, mitificación masiva. Y ahora, en el veinte aniversario de la muerte de "el patrón" Escobar, gente humilde sigue casi adorándolo. La pobreza extrema no tiene tiempo de pensar que lo que se debe hacer es crear fuentes de trabajo. Por eso se agachan fieles y serviles ante las minucias, dado el monto de sus ganancias, que los capos les regalan. se comprende y todo forma parte de un círculo vicioso de culpables en general, porque de todo lado roban. ¿La patria? ¿Qué patria? Abrazos.

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