Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Bajo este nombre
de filme infantil se ocultaba, en Colombia, en la jungla del Caquetá, un vasto
complejo de laboratorios de producción de droga. Hechura de José Gonzalo
Rodríguez Gacha (el Mexicano) para el Cartel de Medellín, exportaba billonarias
cantidades de cocaína, solventando el imperio narco que alentó incluso sueños
políticos. Visionario a su modo, Rodríguez Gacha se desprendió de la
dependencia de la coca peruana y boliviana, convirtiendo a varias regiones de
su país en productoras de la hoja, sin la cháchara de sacralidad de sus
vecinos. Coca para cocaína. Lo demás son pamplinas.
Imaginemos por un
momento que Tranquilandia es razón de estado, que un gobierno se encarga de su
mantenimiento y producción. O que gente muy cercana a un gobierno, la base de
su poder, es la que maneja el complejo. Las ganancias de los traficantes se
multiplicarían por diez, por cien, por mil, sin enemigo a la vista,
“trabajando” en territorio libre de impedimentos físicos y morales. En
situación tal, diríamos que alguien, algunos, acrecientan su fortuna a niveles
insospechados.
Tranquilandia fue
destruida en 1984 por la policía colombiana con ayuda de la DEA. Si a lo dicho
anteriormente sumamos que ni siquiera estas contrariedades existen: la de una
fuerza policial opuesta, y menos la de organismos internacionales, estamos pues
ante un paraíso, no colectivo aclaremos. Tranquilandia como Disneylandia,
Nirvana, Valhalla. A preservarla se ha dicho, a cualquier costo.
En Colombia hubo
un pequeño grupo de personas que alertó sobre las connotaciones futuras del
narcotráfico. Fueron asesinadas. El asesinato de este tipo en el lugar “ideal”
que describimos, no sería necesario en primera instancia. Porque la
Tranquilandia supuesta cuenta con una población de borregos de extracción tan
pobre que las migajas saben a cielo, o de extracción tan rica que la fácil
ganancia la tiene por encima de minucias regionales, nacionalistas,
ideológicas. Cuando el capital fluye como río, todos callan y aprovechan.
¿Entonces, sin
oposición, sin escollos u obstáculos, Tranquilandia ha de convertirse en
Shangri-la? Nada más lejano. Lo que se estaría construyendo, fuera de las miles
de estructuras similares de diversos tamaños que pululan en la región, es un
estado dentro de otro para el futuro. No ahora, donde el dueño del negocio es
dueño del territorio, sino para un supuesto en el que los dioses, por oscuros
designios del destino, pierdan su condición divina y envejezcan, mueran,
etcétera, etcétera.
Está muy trillado
eso de lo que no se aprende de la historia tiende a repetirse. Cierto, pero no
servirá de impedimento para que venturas semejantes prueben límites que tal vez
no existen. El Cartel de Medellín, y Rodríguez Gacha en particular,
comprendieron que del narco artesanal del pasado, con visos incluso románticos,
había que levantar una empresa de extensas e inverosímiles ligazones. Lo
consiguieron. Hoy el narcotráfico es la empresa capitalista más rentable de
todas. Depende de sus patrones hacer creer a la turba que el asunto tiene nexos
con tradición, ancestro, cosmovisión y demás vainas utilitarias para ellos. El
feudo no es socialista, hay que entenderlo. Quien se enriquece solo y adquiere
bienes para sí no es colectivista. Ni él ni sus lacayos. Arroja monedas,
calderilla, para consumo de imbéciles y hambrientos.
Tranquilandia
puede devenir en infierno cuando la masa de desharrapados mentales que la
conducen quiera más, o desee preservar a la fuerza lo que consiguió sin
esfuerzo. Los sueños a veces duran días y a veces años, pero hay que saber que
en este negocio de las drogas, con tanto dinero en juego, no hay
imprescindibles, ni Júpiter ni Juno, que las nubes en las que copulan
extasiados las soplan los verdaderos amos, aquellos que no se ven.
12/02/13
_____
Publicado en El
Día (Santa Cruz de la Sierra), 03/12/2013
Fotografía:
Producción de cocaína en Tranquilandia
Es notable la “tecnología” que ya se empleaba en aquellos años en Tranquilandia (foto). Tres décadas después, ya es normal que los laboratorios y factorías en nuestro territorio usen el “método colombiano” para la producción de la droga. Los famosos pisacocas ya son historia. Las pozas de maceración van por el mismo camino. Fábricas portátiles es lo que se estila, con tanques de plástico en vez de estanques. Ahora todo es más sofisticado dentro de lo que cabe: lavadoras, microondas, prensas, son los nuevos artefactos. Un amigo que conoce de microcréditos a comerciantes me comentaba que, en el mercado La Cancha, los electrodomésticos más vendidos eran precisamente las lavadoras, de lejos. Todo el mundo está aprovechando la oportunidad para enriquecerse fácilmente. Jauja febril e incontenible. La mejor muestra es el crecimiento desmesurado de urbanizaciones verticales en toda Cochabamba, a pesar de que no hay nuevas industrias ni servicios, con una economía regional relativamente estancada. ¿de dónde viene la bonanza entonces?, resulta curioso que precisamente estos meses estén dando en la televisión local novelas colombianas dedicadas al narcotráfico, entre otras, la historia de Pablo Escobar y otros capos, con cierto aire de romanticismo, mitificando sus figuras, y hasta justificando sus acciones criminales. Así se prepara a la sociedad para que siga “narcotizada” y se muestre indiferente o vea con simpatía el gran negocio de la coca. Gracias por la leccion de historia. Un saludo.
ReplyDeleteExacto, José, mitificación masiva. Y ahora, en el veinte aniversario de la muerte de "el patrón" Escobar, gente humilde sigue casi adorándolo. La pobreza extrema no tiene tiempo de pensar que lo que se debe hacer es crear fuentes de trabajo. Por eso se agachan fieles y serviles ante las minucias, dado el monto de sus ganancias, que los capos les regalan. se comprende y todo forma parte de un círculo vicioso de culpables en general, porque de todo lado roban. ¿La patria? ¿Qué patria? Abrazos.
Delete