Wednesday, November 1, 2017

De cucarachas críticas y revolucionarias

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Si fuera entomólogo, les abriría las alitas, les atravesaría el lomo y pondría un nombrecito: hideputa tal, jodeputa cual. En recuerdo del empalador. ¿A qué viene esto? A ver, en medio de comentarios optimistas y fraternos sobre emprendimientos gastronómicos, a un izquierdoso mierdoso queriendo imponer su necedad seudo ideológica en cuanto a que uno tiene o no derecho de cocinar comidas indias y criticar a Huevo Morales al mismo tiempo. Hay la idea de que no se es indio, o medio o cuarto o décimo si no se pone genuflexo ante el cacique, como si el individuo en cuestión, presidente forzado, encarnara en sí raza e historia, que sin él no existiría el mundo. Es típico de la fábula malamente definida como revolucionaria, pero lo extraordinario es que semejante gente a veces ni siquiera se beneficia con sus ardores “políticos”; son cachondeos gratuitos de perra en celo. Sucedió cuando escribí un texto infamante sobre la Hiena, esa, senadora, cuero, gritona camba del masismo aymara. Me cayeron encima gordinflones con traje de Superman, diputados con escozor literario, y plebe rebuznante y mugrienta que siempre corre detrás con las nalgas sudadas. Pero, bueno, a quién importa.  

Me digo: no escribas. Más fácil sería esperar en la noche embozada la aparición de estos individuos y desterrarlos sin ruido. No existen ya, nunca existieron. Sus congéneres pueblan cloacas y van desde las diminutas marrones hasta gigantescos chulupis; a decir, sugiero, que su número no cuenta y jamás lo hizo. Entonces, dirán, ¿para qué escribes? ¿Te tocaron, hirieron? No, simple estadística y control de alimañas. Sin aspaviento, hacerlos aire, penumbra que tiene olor a azahar, a cedrón que no conoce ni pena ni remordimiento masacrando insectos.

Parece un extracto de Mein Kampf, cuaderno de notas de la policía paulista. Terrible.

Del guerrillero facebuquense avanzamos por las sendas de la ignominia. Tropiezo en juveniles, fraternas y exultantes palabras de amigos. No podía faltar entonces el sentencioso, el juez, fiscal, mamá grande, trompuda del prostíbulo para alargar el hocico. Quién otro sino el Doctor Vademécum, el crítico por gracia divina, prolífico onanista y perpetuo pecador nefando. En Colorado encontré a uno de los miembros del team de James Carville que socorrió a Goni en la famosa elección que se hizo mediocre película, donde Hollywood describe a los intelectuales bolivianos del lameculismo militante de derecha como pequeños y solícitos tostaditos aprendiendo de sus amos gringos, inteligentes y pulcros, el arte de la política y de bañarse una vez al día para diferenciarse de aromáticos tercermundistas. Pues de entre ellos, los del pelón Carville, hubo uno en cuestión que cayó casi en el enamoramiento con el Doctor Vademécum, entonces notable entre instrumentales de segunda. No quise escuchar, pero el yanqui se deshizo en detalles sobre las nalgas trotskistas y duras del mentado crítico. Si vale de poco o de mucho para explicar las obsesiones de luminosidad y exclusión de Vademécum, no sé. El gringo ofreció hasta un video que rechacé asqueado. Era hora de almuerzo y ni pensar en el instante en que el notable se sacaba los anteojos, los ponía al lado, y levantaba la colita como gallina cacareante para el gozo ajeno. Si le acariciaba la mediocre barbita pensante, tal vez. Vademécum es piltrafa arrojada por el despecho en un turril de pañales usados. ¿Olvidó, no olvidó, aquel amor, quién sabe? Al menos salvó la elección de Sánchez de Lozada y se impuso ínfulas de superioridad literaria que se renuevan cuando en su oficina de recalcitrante editor y entre diarios acomoda el dedo en el ano y piensa románticamente que hubo “un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad” (canción de Sui Géneris).
2017

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Imagen: "Cómo goza la cucaracha"

2 comments:

  1. No hay bicho mas asqueante que la cucaracha, estimado Claudio, menos mal que no es hora de almuerzo todavía. De chulupis está lleno el masismo, que no le temen ni a las mas infectas cloacas con tal de medrar, como el ultimo caso del Banco Unión,que apesta por todos lados cuando se van conociendo sus implicaciones. Saludos.

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    1. Así es, José. Reverberan allí, entre la mierda, mientras adláteres letrados -digamos- inventan loas. Saludos.

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